Capítulo 7.1

1812 Words
Masaki Fukuda era un multimillonario hombre de negocios a quien en su juventud apodaron “El rey Midas” porque todo negocio en el que participaba terminaba siendo un éxito, por ello la comparación con el mítico rey de Frigia que todo lo que tocaba lo convertía en oro. Aunque la Familia Fukuda provenía de Osaka, Masaki vio necesario cambiar la sede de los negocios que su padre, abuelo y otros antepasados habían forjado en el transcurrir de los años a la ciudad de Tokio porque así estaría cercano a todas sus empresas de manera estratégica, ya que los Fukuda no se especializaban en un solo rubro, sus inversiones iban desde alimentos y productos agroindustriales hasta la investigación aeroespacial. A la edad de veintitrés años se casó con Umiko Omura, de apenas dieciséis, hija mayor de otra prestigiosa familia japonesa que había encontrado el éxito en la pesca, siendo el primer productor y proveedor en el mercado local y en todo Asia de productos hidrobiológicos. Sí, su matrimonio fue un arreglo entre familias que solo buscaban asegurar el futuro de su descendencia al tener lazos sanguíneos entre ellos, algo que es más fuerte que la unión comercial de dos empresas. De esta relación nacieron tres hijos: Oyuki, Aki y Nara. Aunque el amor nació dentro del matrimonio pactado al que fueron obligados a participar Masaki y Umiko, ambos habían decidido que esa estrategia de negocios no la utilizarían con sus hijos, respetando lo que sus corazones determinaran con respecto a sus relaciones amorosas. Fue así que cuando Oyuki, la primogénita, llegó con la noticia de que se había enamorado de un joven suizo que conoció durante sus estudios de maestría que realizó en el país de donde era oriundo el muchacho, no le quedó de otra a la pareja de padres que aceptar el matrimonio y llenar de bendiciones a su hija. Oyuki dejó j***n al lado de su esposo para radicar en la ciudad de Berna, y ahí sigue viviendo hasta estos días. Nara, la hija menor, era un alma libre que desde pequeña demostró talento para las artes plásticas y una profunda alma que con mucho sentimiento podía trasmitir por medio de la pintura lo que guardaba en su interior. Eso hizo que su trabajo llamara la atención de varios personajes que gustaban de este tipo de arte, por lo que sus padres serían aconsejados en ayudar a su hija a explotar al máximo dicho talento, por lo que siendo una adolescente la enviaron a estudiar a un internado en Italia, en Roma, donde no solo llevó las típicas clases teóricas de materias que aparecen en el tradicional currículo de una escuela, sino que participó en talleres que explotaron su creatividad e imaginación, así como le enseñaron las técnicas pictóricas necesarias para que siga pintando como un artista profesional. Al ser tan sensible e independiente, algo que causó el vivir alejada de su familia desde los catorce años, Nara nunca estuvo interesada en enamorarse ni formar una familia, algo que sus padres respetaron. Aki era el segundo hijo, el varón y, por ende, el heredero de la fortuna de Masaki Fukuda. Desde que nació y se supo que era un niño, varias familias adineradas se acercaron a los padres de este para pactar el matrimonio del heredero Fukuda con las hijas de esas otras familias, pero los progenitores de Aki siempre rechazaron las ofertas indicando que no estaban interesados en determinar para su hijo un futuro matrimonio. Por tal motivo, Aki se sentía libre de poder amar a quien quisiera porque tenía la certeza de que sus padres no se opondrían en aceptar su decisión y que acogerían a la mujer que presentara ante ellos con el mismo respeto y apertura que demostraron ante el esposo suizo de su hermana mayor. Esa libertad de amar hizo que a la edad de veinticinco años Aki se enamorara de una joven asistente del área de Recursos Humanos del Grupo Empresarial Fukuda. Ella era apenas dos años menor que él, no provenía de una familia adinerada, pero era una muchacha muy inteligente, talentosa y de buen trato, cualidades que sumadas a su belleza llamaron la atención del joven heredero. Yumei Ogawa había comenzado a percatarse del interés de Aki por ella, algo que la hacía sonrojar porque el joven Fukuda era muy apuesto, con esos ojos dorados tan llamativos y fuera de lo común, rasgo heredado de su madre, ya que la Familia Omura tenía una mutación genética que era tan rara y fuerte que sin importar con quienes se mezclaban el bebé producto de esa unión heredaría los ojos dorados, de ahí que no solo Aki los tenía de ese color, sino también sus hermanas, ya que era la herencia que la madre Umiko les había entregado. Cuando Aki y Yumei iniciaron su romance, ambos convinieron en no hacerlo público, ya que temían que la gente pensara mal de ellos. De ella podrían decir que era una interesada que hizo hasta lo imposible por seducir al heredero del grupo empresarial donde trabajaba para dejar de ser una empleada más, y de él podrían afirmar que solo se acercó a la joven por su belleza, para aprovecharse de ella y robarle su virginidad, lo único que podía interesar a un joven multimillonario como él de una muchacha de clase media. Fueron diez hermosos meses en los cuales vivieron su romance, guardando recuerdos inolvidables de lo que sentía uno por el otro. Sin embargo, habría decisiones que se tomarían en un futuro muy cercano que llevaría a esta bella pareja a separarse y nunca más volverse a ver. Masaki tenía un gran amigo de toda la vida, Ritsu Mitoma, heredero de una fortuna relacionada a los negocios de bienes raíces, quien por unas malas inversiones había puesto en riesgo la estabilidad económica de su familia y descendencia. Al enterarse por lo que estaba pasando su mejor amigo, Masaki le ofreció ayuda a Ritsu, indicándole que inyectaría una gran cantidad de dinero en la empresa de Los Mitoma para que esta no quiebre. Entre los amigos era obvio que la ayuda era por el sentimiento de fraternidad que les unía, ya que ellos se querían como si fueran hermanos, pero la esposa de Ritsu no era capaz de entender sobre ello, por lo que aconsejó a su esposo que protegiera a la Familia Mitoma sugiriendo que se pacte el matrimonio entre su hija Yuna y el heredero Fukuda. A Ritsu le pareció que era innecesario, pero la insistencia de su esposa fue tal que no le quedó de otra que proponérselo a Masaki, quien se negó por la creencia que tenía de no obligar a ninguno de sus hijos a casarse con quien no conocían ni amaban. Ritsu iba a aceptar la negativa de su amigo sobre la boda entre los hijos de ambos y continuar con la sociedad empresarial entre las familias, pero su esposa le metió en la cabeza que si Masaki no aceptaba era porque de seguro veía que ellos eran menos que los Fukuda y que su hija no estaba al nivel de una mujer digna para unirse al hijo de esa familia. La inadecuada interpretación de la negativa de Masaki hizo que Ritsu apoyara a su esposa y rechazara la ayuda económica de su mejor amigo, algo que solo aceptaría si había la unión de las familias por el matrimonio de los hijos de ambos. Masaki sabía muy bien que sin ese dinero que pretendía entregarle a su mejor amigo, la empresa de este no sobreviviría y tendría que ser declarada en bancarrota, por lo que habló sobre la situación con Umiko, quien entendió la compleja dualidad en la que se debatía su esposo, ya que, por un lado, se encontraba su mejor amigo con su familia que corría el riesgo de perderlo todo, y por el otro estaba la promesa de no obligar a sus hijos a participar en matrimonios pactados. Ambos, pensando que hacían lo mejor al desconocer los sentimientos de Aki por Yumei, decidieron que llevarían a su hijo a un matrimonio pactado, pero con la opción de solicitar el divorcio a partir del tercer año de casados si él no llegara a enamorarse de Yuna, la hija de Los Mitoma. Cuando Masaki llamó a su hijo al estudio de la Mansión Fukuda para darle la noticia sobre su matrimonio con Yuna Mitoma, Aki había decidido contar a sus padres sobre Yumei y los diez meses de relación que tenía con ella, ya que la amaba y quería hacerla su esposa. La sonrisa se le fue de los labios al joven heredero Fukuda cuando escuchó lo de su matrimonio pactado. El padre se dio cuenta de la tristeza que apareció en el rostro de su hijo y le pidió que le dijera si es que en su corazón ya había alguien y por ello la desazón al escuchar el pedido que acababa de revelarle. Masaki estaba completamente resuelto a no aceptar el matrimonio de su hijo con Yuna Mitoma si este estaba enamorado, pero Aki calló sus sentimientos. Los hijos japoneses se crían con una idea muy elevada del honor, el respeto a su cultura y obediencia sobre los designios de los mayores. Masaki y Umiko no habían sido la excepción a la hora de impartir la tradición entre sus vástagos, pero siempre creyeron que sus hijos serían lo suficientemente sinceros con ellos en decirles lo que sentían, pensaban y querían, más cuando Oyuki, la hija mayor, confesó su amor por un extranjero, algo que ambos padres pensaban que había dejado un precedente sobre el respeto por sus hijos y sus sentimientos, pero Aki sabía de la situación de Los Mitoma, la amistad de años de su padre con Ritsu san y no quiso ser el causante de que esa amistad se rompa y que una familia lo perdiera todo. El joven heredero Fukuda aceptó la decisión de sus padres de pactar un compromiso para él, aunque a ese matrimonio iría con el corazón destrozado. Su madre mencionó que, al haber aceptado casarse con Yuna, debían asistir a la casa de Los Mitoma para sellar el compromiso y acordar la fecha de la boda, ya que Ritsu no quería aceptar la participación de Los Fukuda en su empresa si antes su hija no se había casado con el hijo heredero de su amigo Masaki. Al entender que el matrimonio se daría en poco tiempo, quizás en un par de meses o menos, Aki citó a Yumei en el apartamento que este había comprado a escondidas de su padre usando un testaferro. En esa propiedad los jóvenes habían empezado a explorar sus cuerpos con curiosidad y mucho amor, uniéndose en repetidas ocasiones, momentos en que confesaban lo que uno sentía por el otro y se prometían amor eterno, algo que no se daría para ellos en esta vida.
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