Capítulo 5.2

2200 Words
- No tanto como lo eres tú, Kazumi chan –soltó Shiro dando un paso hacia adelante, olvidándose que estaban en un lugar público, al querer tocar su mejilla para luego colocar su mano en la nuca de la médica y así impedirle huir ante el beso que quería darle. Sin embargo, se contuvo y solo le sonrió, ya que aún no era el momento para que Kazumi supiera todo lo que sentía por ella, que su corazón le pertenecía y que sería muy feliz si ella le concedía la posibilidad de compartir la vida juntos. - Siempre me ofreces tan bonitas palabras que ya estoy comenzando a creer que todo lo que me dices es cierto –soltó Kazumi aún cautivada por los ojos dorados de Shiro. - Y así debe ser. Yo solo digo la verdad, no soy un mentiroso, Kazumi chan. Eres la mujer más bella de Tokio; no, de j***n; no, de Asia; no, del mundo, pero qué digo, ¡eres la mujer más bella de todo el universo! –la médica se sonrojó tanto que escondió la cara detrás del ramo de rosas rojas al colocarlo delante de su rostro. Shiro rio feliz, y al escucharlo tan contento, ella fue bajando de a pocos el ramo que encubría su timidez para verlo en ese estado de gozo que comenzaba a adorar-. Hoy te voy a llevar a que pruebes la comida que preparan en los yatai –puestos ambulantes de comida callejera- que se han colocado en el lado sur del parque. - ¿Y por qué se han acomodado en esa zona? - Están esperando que llegue el tiempo del festival de otoño, momento en que el templo cercano a este parque se llena de visitantes para agradecer por los logros obtenidos –al comienzo del otoño en diferentes ciudades de j***n se realizan festivales que, antiguamente, se hacían con la finalidad de agradecer por la buena cosecha; ahora se sigue la tradición por ser un rasgo llamativo de su cultura y para agradecer en general por los éxitos alcanzados. Como siempre lo hacían, caminaron de la mano hacia la zona en que se habían acomodado los yatai. Kazumi supo que estaban cerca cuando percibió el olor de los diferentes potajes que se prepara en ese tipo de negocios ambulantes de comida, unos que en su mayoría son frituras que tienen como base alguna proteína –pollo, pescado o algún fruto del mar- o verdura que se sumerge en tempura -que es una mezcla de huevo, harina y agua helada que provee a la fritura de una fina y crujiente masa que cambia el sabor de los alimentos-. Anduvieron degustando algo diferente en cada puesto de comida y solo pararon cuando ambos sintieron que no había más espacio en sus estómagos para probar ni un bocado más. Al estar cansada por no haber recuperado el sueño que perdió por el turno nocturno que atendió, más el estar su hambre saciada, a Kazumi se le empezaron a cerrar los ojos. Shiro tomó el ramo de rosas y rodeó la cintura de la médica con su otro brazo para evitar que tropezara por lo somnolienta que estaba. Se dirigieron al edificio de estacionamiento en donde la médica había dejado su auto al salir del hospital y enrumbaron al penthouse de ella. Al quedar completamente dormida mientras él manejaba, cuando llegaron a su destino Shiro la cargó en sus brazos y la llevó hacia la vivienda. Ya en el apartamento, el joven la trasladó hacia su habitación y muy delicadamente la posó sobre la cama. Él solo retiró el calzado de los pies de ella y la abrigó con el cubrecama. Por unos segundos se quedó admirando el rostro de Kazumi dormida, uno que le antojó hermoso a más no poder y que deseó poder ver todas las mañanas al despertar junto a ella. Con sumo cuidado dejó un beso sobre la frente de la médica y se retiró del lugar para dejarla descansar. A la mañana siguiente, el sonido de una llamada ingresando a su teléfono móvil la despertó. Cuando vio que era un número de teléfono público contestó de inmediato porque sabía que era Shiro. Escuchar la varonil voz de ese amigo que empezaba a ganar cada día más espacio en su corazón y pensamiento la despabiló por completo para que prestara atención a lo que le decía. Como ese día tenía solo que atender cuatro horas de consultas ambulatorias ya concertadas por la tarde, acordaron volverse a ver para cenar juntos y, a pedido de Kazumi, ir al cine. Shiro colgó la llamada dejándole una frase que a ella la haría soñar con un futuro al lado del amigo que volvió a su vida: «Estaré contando los minutos para volver a ver tu hermosa sonrisa». Aún echada sobre la cama, Kazumi empezó a reflexionar sobre la posibilidad de que Shiro y ella llegaran a ser más que amigos. Comenzó a enumerar razones para emparejarse con él. La primera que señaló fue que lo conocía de varios años atrás, que nunca dejó de pensar en él, aunque no lo volviera a ver. De ahí llegó la idea de amistad, una que había superado el tiempo que estuvieron separados. Otro punto importante era que él sí apreciaba lo que ella hacía y pensaba, elogiando cada logro que obtenía, prestándose a celebrar junto a ella cada hazaña que le reconocía la Dirección del Hospital, la sociedad médica japonesa o el Gobierno de su país. El que siempre se divirtiera a su lado era otro punto a considerar, ya que le gustaba que la hiciera reír y sentir que era única. Algo que la sonrojó e hizo que se mordiera el labio inferior fue el reparar en la belleza física de Shiro. Él era muy atractivo, y eso era un punto que también se debía indicar en el listado que hacía mentalmente. Al último, pero no menos importante, señaló el interés que él mostraba por ella. Aunque su amigo no había sido directo en confesarle si había algún sentimiento de amor naciendo en él por ella, los detalles que le entregaba, las palabras que le ofrecía, las miradas que le prodigaba y las sonrisas que le daba no podían ser más que señales del interés de Shiro por ella. Como era inevitable ver los aspectos negativos que harían que una relación entre ellos no llegara a buen puerto, Kazumi solo encontró como único punto desalentador el que Shiro no haya seguido con sus estudios después de terminar la escuela y que no esté desarrollándose dentro de un ámbito profesional como ella lo hacía en el suyo. Él trabajaba, y mucho, pero, si comparaba los trabajos de este con el de ella, lo que hacía él no era gran cosa. Ahí empezó a buscar una solución para ese único inconveniente, ya que el que sea un pobre huérfano que ha crecido en los alrededores del barrio rojo de Kabukicho para ella no era algo que lo marcara e imposibilitara de ser su compañero de vida. Kazumi concluyó que Shiro, considerando que quería emprender un negocio, debía estudiar Administración de Negocios en la universidad para que así pueda tener un futuro profesional que podría encaminar al éxito con esfuerzo y dedicación. Al ser una mujer independiente que ganaba su propio dinero no tendría ningún problema para ayudarle a pagar sus estudios y cuidar de él mientras consigue los grados de educación superior necesarios para que alcance la licenciatura, y, por qué no, el de maestría si se lo proponía ambiciosamente. Hasta podría invertir en un negocio que él gestionaría y lo haría crecer. En eso, el recuerdo de sus padres y hermana llegó, y se imaginó a ellos rechazando a Shiro por su paupérrimo origen, algo que para ella no era razón fundamental para que sea imposible que nazca el amor entre ellos. «¿Por qué me preocupa si mis padres y hermana aceptan o no a Shiro si ellos ya no forman parte de mi vida? Ellos ya no están más a mi lado, por algo vivo sola, así que no debo reparar en sus opiniones. Mi vida no se cruza con la de ellos, así que para cuando se enteren de mi unión con Shiro, él ya será todo un administrador de negocios», pensó Kazumi y se sonrojó al darse cuenta que ya empezaba a imaginarse una vida al lado de su amigo. Soñando despierta, Kazumi empezó a recrear en su mente el momento cuando él le confesara su amor y le pidiera unir sus vidas; los detalles de la boda tradicional sintoísta que tendrían; la noche de bodas y luna de miel que disfrutarían y serían muy románticas; la vida que compartirían en ese apartamento; la noticia de que pronto serían padres, viendo cómo él llenaba de caricias su vientre mientras dejaba besos en su rostro. La médica se sentía que estaba volando entre las nubes al imaginarse una vida al lado de Shiro, pero descendió de golpe al llegar a su mente la idea de que, para que se haga realidad todo lo imaginado con mucha ilusión, primero debían confesar el amor que sentía uno por el otro. «¿Y si Shiro no es capaz de superar la timidez y declararse? Eso haría que todo lo que deseo para nosotros no llegue. ¿Y si soy yo quien introduce la conversación sobre nuestros sentimientos? ¿Y si me declaro? Sé que lo usual es que lo haga el chico, pero yo soy una mujer moderna, independiente y fuerte que vive sola, gana su propio dinero y no le debe a nadie ningún tipo de explicación, así que, está decidido: esta noche Shiro sabrá sobre los sentimientos que él despierta en mí, y si son correspondidos, le propondré que se mude conmigo e inicie sus estudios lo antes posible». Completamente decidida a hacer realidad sus sueños de una vida al lado de Shiro, Kazumi se dirigió al punto de reunión que habían señalado después de terminar su turno de consultas ambulatorias. Para esa ocasión acordaron verse en la boletería del cine que había en el centro comercial cercano al apartamento de la médica, algo que le era propicio para después de la función invitarlo a pasar a su vivienda y ahí confesarse. Ella iba muy nerviosa hacia el punto de encuentro, pero el caminar le ayudaba a soltar el temor de un posible rechazo y pensar positivamente. Al llegar a donde habían acordado encontrarse tomó asiento en una de las bancas cerca de la boletería. Como había llegado unos minutos antes de la hora acordada por la ansiedad que sentía al mantenerse firme en su propósito de empezar una relación con Shiro esa misma noche, esperaba mirando de un lado a otro buscando que llegara su amigo a quien quería como su compañero de vida. La hora que acordaron encontrarse llegó, el tiempo continuó corriendo y Shiro no apareció. Pensó que pudo habérsele hecho tarde como el día anterior, que arribó con casi una hora de retraso, por lo que siguió esperándolo, pero él no llegaría. Después de haberlo esperado por tres horas y que la gente que ingresó a la sala a ver la película que eligieron salía de ella al terminar la proyección del filme, se dio por vencida y decidió volver a casa. Durante el camino hacia su apartamento su mente iba en blanco. Se obligó a no pensar, a no sacar conclusiones hasta llegar a su penthouse porque sabía que si empezaba a darle vueltas a lo que le acababa de ocurrir comenzaría a llorar enfrente de todos los transeúntes que en ese momento caminaban por las calles del barrio de Ginza. Al cruzar la puerta de su vivienda solo atinó a dejar salir todas las lágrimas que se habían acumulado cuando en la puerta del edificio donde vivía llegó a su mente la idea de que había sido plantada. Toda la inseguridad y las palabras hirientes que alguna vez le dijo Suki, las amigas de esta y Naoki sobre lo nada agraciada que era llegaron para atormentarla más e intensificar el dolor que sentía al pensar que Shiro no llegó porque la estaba rechazando. «De seguro pensar sobre un futuro juntos fue demasiado y con esto la divinidad me quiere alertar de que deje a un lado esas ilusiones porque entre él y yo no habrá nada que tenga que ver con un amor de pareja. Qué tonta he sido al pensar que un hombre guapo y agradable como él podría interesarse en mí». Con ese pensamiento triste y desesperanzador Kazumi se acostó e intentó conciliar el sueño, pero este no aparecía al estar la médica ahogada en un llanto que empezó a ser cada vez más fuerte y desgarrador. Al final se cansó de tanto llorar y cayó rendida sobre la almohada. La expresión de tristeza era notoria en ese rostro que Shiro deseó ver cada mañana al despertar, pero que en ese momento solo rogaba por volverlo a ver, ya que el agudo dolor que sentía y lo paralizaba le hacía entender que se encontraba en una peligrosa situación y que quizás no habría un mañana para él.
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