Capítulo 5.1

2013 Words
Llegar del apartamento de Kazumi al restaurante donde se cobijaba por la noche le tomó algo de tiempo, ya que aquellos dos lugares estaban a varias cuadras de distancia; pero eso no le preocupó ni fastidió a Shiro, ya que él regresaba feliz, ilusionado porque tendría su primera cita con su amada niña, con la que soñaba despierto desde esa noche cuando la conoció. Eran cerca de las 11 pm, por lo que el servicio de cena del restaurante ya estaba terminando. Aunque vestía apropiadamente para ingresar por el salón comedor, prefirió tomar el acceso para los empleados. Cada m*****o del equipo encargado de la cocina empezó a felicitarlo por haber encontrado a la joven de la que tanto hablaba, ya que suponían que la mujer con la que lo vieron cenar era su añorada niña, la que tanto recordaba. Él solo asintió y sonrió sonrojado. Todos aplaudieron el verlo tan feliz, ya que conocían su historia, hasta aquella parte en la que tuvo que soportar el acoso de Takahashi san, por lo que sabían que su vida no había sido nada fácil. Que empezara a acomodarse su destino para que experimente la felicidad era algo que se debía celebrar, de ahí que los cocineros le ofrecieron un vaso con sake, y cuando ya no había ni un cliente más en el local, todos vitoreaban el nombre de Shiro. Después de beber un poco y compartir unos aperitivos que los dueños del restaurante permitieron que prepararan para festejar la buena fortuna del joven al haber encontrado a su niña amada, Shiro se despidió para ir a dormir, ya que debía levantarse temprano, como siempre, para iniciar con el trabajo de repartir los periódicos. Por más que trataba de conciliar el sueño, este no llegaba. Haber encontrado a Kazumi lo había emocionado tanto que su cerebro no dejaba de pensar en ella. Aunque no podía dormir, se obligó a mantenerse relajado y con los ojos cerrados sobre la cama para que su cuerpo descanse y no lucir trasnochado cuando vaya a verla. En ese estado, empezó a imaginarse cómo sería la cita que tendría con Kazumi, y sin esperárselo, el sueño arribó y pudo sumergirse en él. Muy temprano despertó y empezó su jornada de todos los días, ya que el repartir el diario no tenía descanso. Llegó corriendo al restaurante y empezó la limpieza, pero sin parar, con mucha energía y rapidez, por lo que antes del mediodía había acabado con todo el lugar. Después de bañarse se puso unos pantalones jeans negros con una camisa verde, que combinaba muy bien con sus ojos dorados, la cual remangó, y calzó unos zapatos deportivos color n***o de bota alta. Esta vez no sujetaría su cabello, lo llevaría suelto, pero que se notara acicalado. Shiro no era vanidoso, pero sabía que era guapo, así que por ello se arreglaba para causar un agradable impacto en Kazumi, a quien quería conquistar. Ese domingo no fue el único día que salieron a comer algo y luego a caminar por alguna llamativa zona de la ciudad, ya que ambos tenían la necesidad de mantenerse cerca. Las conversaciones sobre cualquier tema fluían entre ellos, pero cuando Kazumi buscaba saber el motivo por el cual dejó la casa en donde Maeko san y Reiko lo habían encargado, Shiro cambiaba el contenido de la plática de inmediato. Esa parte de su pasado la enterró para olvidarse de ella, como si todo lo que vivió esos siete meses hubiera sido una pesadilla que al despertar ya no tenía propósito el recordarla. A dos semanas de estar saliendo y comunicándose a diario con Kazumi, su amigo Tomeo, quien trabajaba en el restaurante como lavaplatos, le preguntó sobre la médica y la relación que sostenía con ella, ya que no la volvieron a ver por las instalaciones del restaurante. - Digamos que estoy haciendo méritos para que me observe con otros ojos –dijo Shiro y sonrió nuevamente soñando que besaba a Kazumi y ella no se oponía. - Entonces, ¿aún no sabe lo que sientes por ella? –dijo Tomeo quien le ayudaba a terminar de limpiar los almacenes al haber llegado antes de su hora de ingreso. - No, pero tampoco le oculto lo que siento, ya que cada vez que puedo le digo lo bella que es y que siempre la voy a cuidar, proteger, querer. Si vieras lo coloradas que se ponen sus mejillas y como evita mi mirada al escucharme pronunciar esas palabras –mencionaba Shiro sonriendo por lo feliz que le hacía que Kazumi reaccionara de esa manera ante sus cumplidos y ofrecimientos. - ¿Y qué esperas para decirle todo lo que sientes? - Ser alguien más que un repartidor de periódicos y sake que vive en una habitación en los almacenes de un restaurante por el trabajo de limpieza que realiza a diario, sin descansar ni un solo día –Shiro no se sentía menos que Kazumi, ya que la médica lo trataba sin hacer diferencias de ningún tipo, pero era consciente que entre su amada y él sus realidades socio-económica y profesional contrastaban enormemente. Ella era una médica que se encaminaba a ser una eminencia en su especialidad, y dentro de poco ofrecería conferencias y charlas en diferentes ciudades del mundo, a miles de galenos como ella, mientras que él solo era un tipo que hacía trabajos que demandaban esfuerzo físico, más no ponía en uso su cerebro, por lo que quería crecer laboralmente. Y ahí aparecía su sueño de comprarse ese camioncito y pagar la creación de su pequeña empresa para asociarse con el dueño de una de las fábricas de sake que empezaba a crecer y confiaba en él para que se encargue por completo de la distribución del producto. - ¿Y cuánto tiempo más te tomará tener el dinero que necesitas para dar el salto hacia el negocio propio y ser el jefe en tu empresa? - Calculo que unos tres meses más de esfuerzos y trabajo. Estoy a nada de poder pagar al contado el vehículo que necesito. Después de ello voy a necesitar a alguien que labore conmigo, ahí podré cumplirle a tu hermano dándole un trabajo de medio tiempo, para que pueda seguir estudiando –el hermano menor de Tomeo estaba próximo a terminar la escuela y quería trabajar a la par de estudiar para ayudar a sus padres a costear los gastos del instituto en donde quería estudiar carpintería metálica, negocio al que se ha dedicado su familia por años y que el jovencito quería hacer crecer-. Con el tiempo, quizás hasta me asocie con tu hermano y tengamos un taller de muebles metálicos y una tienda en donde exhibirlos para la venta. - Soñar no cuesta nada, Shiro, y tú tienes esas ideas de negocios que suenan enormes. De seguro lo has tenido que heredar de alguno de tus padres –decía Tomeo recordando todas las veces que su amigo le comentaba sobre negocios que quería emprender, pero que por falta de dinero y tiempo no lo hacía-. ¿Hoy día vas a ver a tu amiga, la médica? - No. Ella tiene turno de noche y yo voy a ir a la florería de Watanabe san para hacer un trabajo de pintura. Para apurar el inicio de mi negocio estoy tomando trabajos extras que me permitan ahorrar más. Ya la veré mañana para cenar. Sus compañeros de labores en el hospital habían notado un cambio en Kazumi. Era muy frecuente ver a la médica triste cuando llegaba a trabajar, pero luego su ánimo cambiaba al enfocarse en sus labores en el nosocomio y al hablar con sus pacientes, por lo que no demoraba en mejorar su semblante y ofrecer su sonrisa a todo aquel que se topara con ella. Sin embargo, la Dra. Shimizu lucía una alegría que nunca habían percibido y que iluminaba todo espacio donde la médica ingresaba, ocasionando que, entre el personal médico, de enfermería y administrativo, empezaran a preguntarse qué había podido variar en la vida de la cirujana para que cargara con tan buen ánimo siempre. Nadie en el hospital sabía que había cambiado de domicilio y que había regresado a su vida alguien que para ella se estaba convirtiendo en una persona muy especial. La mudanza había causado que ya no escuchara a diario los comentarios hirientes que le ofrecía su hermana ni que percibiera el desinterés de sus padres por ella y por lo que sucedía en su vida. Ahora tenía a Shiro diciéndole a cada momento -cuando hablaban por teléfono para saludarse por las mañanas, o cuando se encontraban para compartir una comida o tiempo juntos, o cuando se disponían a desearse una buena noche de descanso o trabajo- lo bonita, buena, noble, tierna que era; festejando con ella los logros que iba obteniendo en su profesión al avanzar exitosamente las investigaciones sobre cáncer en las que participaba; escuchando atentamente, con mucho interés, todo lo que ella tenía para conversar. Él había llegado para alegrarle la vida, para que abriera los ojos y se viera a sí misma, descubriendo que era bella, que era una mujer interesante y llamativa, digna de ser amada. Al día siguiente de su turno nocturno Kazumi decidió descansar en el hospital un par de horas y continuar trabajando en las investigaciones que estaba realizando. Cuando vio su reloj y se percató que ya eran 5:50 pm salió corriendo de su consultorio, ya que llegaría tarde a la cita que tenía con Shiro. Los amigos habían quedado en encontrarse a las 6 pm en un parque que quedaba cerca del hospital donde trabajaba la médica, por las mesas en donde se podía jugar partidas de ajedrez o cualquier otro juego. Kazumi llegó diez minutos tarde, pero no encontró a Shiro. La médica no sabía a dónde llamarlo, ya que él siempre era quien marcaba el número de ella desde algún teléfono público, ya que para él tener un teléfono celular era un lujo que no podía costear por su propósito de ahorrar para emprender pronto su propio negocio. Sin saber si hacía bien o no, decidió esperarlo sentada mirando una partida de shogi –juego de mesa conocido como el ajedrez japonés- entre dos ancianos que eran muy buenos y se disputaban el triunfo férreamente. Media hora había pasado desde que ella llegara a ese lugar y Shiro no aparecía. Los ancianos ya estaban dejando el parque porque el viento frío ya había empezado a correr por esos días en Tokio al estar próxima la llegada del otoño. La médica empezaba a entristecer, como cuando vivía con sus padres y hermana. En eso, sin que se lo esperara, una rosa roja apareció delante de sus ojos. Ella siguió con la mirada el tallo de la flor para llegar a la mano que la sostenía, ver un brazo, reconocer la chaqueta azul que era de Shiro y al girar sobre su eje para toparse con su mirada, se encontró con sus hermosos ojos que eran acompañados por una enorme sonrisa. El cabello lo traía húmedo y en la otra mano había once rosas rojas que completaban la docena. - Siento mucho el retraso, Kazumi chan. Hoy debía acabar con la pintura en la florería de Watanabe san, y eso me tomó más tiempo del debido. Hace poco terminé de ducharme y cambiar mis ropas para llegar a nuestra cita, pero como no podía llegar con las manos vacías al estar en falta, me detuve nuevamente en la florería para comprar estas rosas para ti –dijo y entregó el ramo a la médica, quien lo tomó encantada. - Gracias, Shiro kun, son hermosas –señaló la médica sin dejar de mirarlo a los ojos, unos que empezaban a hipnotizarla cada vez que se la quedaban observando, y ante la imposibilidad de poder esquivar la mirada porque le encantaba lo que veía en ellos, ese brillo que era el amor que sentía Shiro por ella, se sonrojaba al ya comprender el mensaje que él le enviaba y porque ella comenzaba a sentir lo mismo.
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