Capítulo 13.1

1733 Words
El alta médica había sido firmada por Kazumi, y Shiro ya podía dejar el hospital, pero no estaba en las posibilidades de hacerlo porque no contaba con ropa limpia que ponerse. Cuando llegó, además de que los harapos que vestía fueron cortados y echados a la basura, no llevó consigo sus enseres personales, ya que su traslado hacia el nosocomio fue por una emergencia. Sin embargo, Masaki, quien había repasado cada escena de las posibles que se darían tras confesarle la verdad de su origen a Shiro, había solicitado a su chofer que vaya a la tienda de ropa masculina más cercana y compre unos pantalones, camiseta, ropa interior y calzado para un hombre con las medidas de su nieto. Así fue como el anciano marcó el número de móvil de su chofer y le pidió que subiera hasta la habitación en donde se encontraba para que le entregue las prendas recientemente adquiridas. - No debió gastar dinero, Fukuda san. Pude haber llamado al teléfono fijo del restaurante y pedirle a mi amigo Tomeo que me traiga algo de mi ropa buena, la que uso cuando invito a Kazumi chan a pasear –dijo Shiro sintiéndose un poco incómodo al no poder solucionar él mismo ese problema. El joven había estado solo por tanto tiempo que le parecía inusual que alguien se preocupara por resolver sus contratiempos por él. «Quizás eso es parte de tener una familia: otros te pueden ayudar a estar bien», pensó Shiro mirando la sonrisa en la cara de aquel anciano que resultó ser su abuelo. - El propósito del dinero es pagar por productos o servicios que se requieran. No me haré pobre por comprarte algo para que no salgas desnudo del hospital ni tampoco me haré más rico si no gasto en ese detalle para ti. El dinero se hace importante cuando sirve para encontrar soluciones que nos permitan vivir con comodidad –Shiro reflexionó sobre las palabras del anciano y concluyó que era cierto lo que decía: el dinero solo sirve para brindarnos una vida confortable. - Gracias, Fukuda san –dijo Shiro junto a una reverencia. En ese momento, viendo la humildad de su nieto, se preguntó cuánto tiempo tendría que esperar para escucharlo llamarle abuelo. Unos golpes en la puerta de la habitación los distrajo y el chofer ingresó para entregarle al anciano multimillonario las bolsas con las compras que encargó. Ver los logos de importantes y carísimas marcas de prendas de vestir en las bolsas hizo que Shiro mirara a Kazumi con algo de temor. Esa sería la primera vez que él usaría algo fino, costoso y de primer uso, ya que la mayoría de las prendas que tenía en su guardarropa, y él consideraba su “ropa buena”, eran vestimentas de diseñador, pero de segunda mano. Olvidando la vergüenza que sintió minutos atrás cuando besó a su amado amigo para calmarlo, la médica tomó las bolsas que Masaki ofrecía a su nieto y sacó las prendas que guardaban, encontrando unos pantalones negros, una camiseta azul, una casaca de cuero negra, ropa interior y un par de mocasines negros. - Parece que todo es de tu talla –dijo Kazumi sonriéndole a Shiro para que dejara de tener esa expresión de pavor que a ella no le gustaba-. ¿Qué tal si te pruebas la ropa y calzado? Algo me dice que te vas a ver mucho más guapo de lo que ya eres con estas prendas –el comentario de la médica hizo que Shiro dejara la cama y con cuidado, porque aún estaba recuperándose de la cirugía, caminara hacia el baño para vestirse. Al salir del baño ya vestido y calzado, tanto Kazumi como Masaki quedaron impactados al ver lo bien que se veía y cómo le entallaban a la perfección las prendas. - Parece que fueras un modelo a punto de iniciar una sesión fotográfica para publicitar la famosa marca de diseñador que vistes –soltó Kazumi, finalizando con un suspiro su intervención. Shiro la miró de esa manera particular que solo ofrecía a la médica, y esta se sonrojó al sentirse muy acalorada por esa expresión coqueta, provocativa que le brindaba su joven amigo. - Me extraña que con esa percha ningún cazador de talentos te haya ofrecido sacarte de la pobreza dedicándote al modelaje o la actuación –bromeó Masaki al ver lo bien que se veía su nieto vistiendo ropas finas. - Hubo una oportunidad en que me ofrecieron ser modelo, pero no era una compañía internacional seria, sino una pequeña y japonesa que utilizaban como fachada para captar gente de apariencia agradable para luego ofrecerles participar en películas pornográficas –los ojos del anciano y la médica se abrieron de par en par, sorprendidos por lo que Shiro acababa de comentarles con algo de pena. Kazumi entendió que por eso no había aceptado la propuesta del modelaje ni le había comentado más sobre ello. Masaki lamentó que su nieto, además de la desventurada temporada que pasó bajo las garras de la viuda Takahashi, haya tenido que estar expuesto a gente sin escrúpulos que le ofrecieron ganar dinero fácil por medio de la pornografía. - Bueno, ahora que has aceptado tus orígenes, si quieres ser modelo, podría llamar a algunos contactos para que te brinden esa oportunidad –comentó Masaki esperando la respuesta de Shiro. - No, gracias, prefiero hacer lo que me propuso días atrás –Shiro le sonrió tímidamente a su abuelo. A Masaki le agradó que su nieto se interesara más por hacer negocios que ser el negocio. - Bueno, ya es hora de dejar el hospital –mencionó Kazumi con curiosidad de querer saber de qué trataba la propuesta que mencionó su amigo, pero que no se atrevió a preguntar porque eso era parte de la relación que abuelo y nieto estaban forjando-. ¿A dónde iremos? –preguntó la médica al no saber si después de revelarle la verdad de su origen a Shiro, este querría ir a descansar a la pequeña habitación que tenía en el restaurante o ir a la Mansión Fukuda. - Shiro es quien nos dirá a dónde quiere ir –Masaki dejó que su nieto decida, esperanzado en que la curiosidad por conocer a su familia haya despertado en él. - ¿Podríamos ir a conocer a mi familia… -Shiro calló repentinamente al no saber si hacía bien o no en llamar al anciano multimillonario de esa manera, pero al final se animó a hacerlo, ya que lo reconocía, junto a las tres mujeres con quienes este vivía en la Mansión Fukuda, como su familia-, …ojii chan? –la mirada de Masaki se cristalizó al llenarse de lágrimas de alegría. Shiro le sonrió sintiéndose más seguro al notar que sus palabras brindaron felicidad al anciano. Ojii chan significa “abuelo” en japonés, de ahí que el anciano estuviera tan contento. - Claro que sí, nieto mío. Tu abuela muere por abrazarte y llenarte de besos, así como tu tía Nara y tu madrastra Yuna –la mirada de sorpresa de Shiro llamó la atención de Masaki-. Sí, Shiro, Yuna ha estado pendiente de tu búsqueda. Ella se casó con tu padre desconociendo la existencia de tu madre y la tuya, pero cuando se enteró estuvo dispuesta a divorciarse de tu padre para que se reúna contigo y tu madre, y así puedan ser feliz. Ella fue más una amiga para mi hijo, por ello siempre quiso que ustedes aparecieran para que Aki pudiera hacer su sueño realidad de tener una familia completa. Ella no pudo darle hijos a tu padre, por lo que ha puesto en ti el deseo de poder experimentar la maternidad, claro está si tú permites que ella te quiera como una madre –Shiro aún no podía tomar una decisión porque debía primero conocer no solo a Yuna, sino a Nara y a Umiko antes de precisar cómo sería la relación que sostendría con cada una de esas mujeres. Como ellos ya tenían la costumbre de caminar sujetando uno la mano del otro, algo que escapa de la tradición japonesa, al dejar la habitación del hospital Shiro tomó la mano de Kazumi, quien no opuso resistencia. Masaki miraba con disimulo las manos entrelazadas de esos dos enamorados no confesos y sonreía discretamente al imaginarse un futuro matrimonio de su nieto heredero de su fortuna con la destacada y renombrada médica. Tras salir del ascensor, todas las féminas repararon en la belleza de Shiro, pero sabían que era un hombre prohibido al ver cómo sujetaba con orgullo y amor la mano de la Dra. Shimizu. Los médicos, enfermeros, personal administrativo, de limpieza y seguridad que vieron esa escena se alegraron de que la agradable y siempre servicial médica haya encontrado el amor en un joven tan apuesto, al cual no reconocieron como el harapiento que llegó todo sucio y maloliente para ser atendido de emergencia. El chofer los esperaba en la entrada principal del hospital, parado a un lado de la puerta del vehículo que los trasladaría a la Mansión Fukuda. Shiro no podía creer que se subiría a un auto de lujo, blindado y con todos los accesorios que solo había visto en algún programa de televisión. El joven heredero Fukuda era tan transparente que no podía ocultar su emoción al sentir el fino cuero de los asientos del auto o al ver las bebidas y aperitivos que se guardaban en un minibar que estaba muy bien camuflado. Masaki presentó a Shiro ante el chofer de la Familia Fukuda, Sosuke Kondo, quien llevaba sirviendo a la familia por más de treinta años. El joven nieto saludó amablemente con una sonrisa al experimentado empleado, quien comentó con alegría el parecido de Shiro con su padre, el recordado Aki. Llegar a la Mansión Fukuda tomó algo de tiempo por el tráfico y porque la propiedad se encontraba a las afueras de Tokio, en un exclusivo condominio. Al cruzar el portón principal decorado con el nombre de la familia escrito en kanji –la lengua japonesa tiene tres sistemas de escritura, el kanji es uno de ellos, y proviene de China-, el auto se detuvo enfrente de la entrada principal. El primero en bajar del vehículo fue Masaki, seguido de Kazumi. Cuando Shiro salió del auto, la puerta principal se abrió de par en par y dejó ver a una muy sentimental Umiko.
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