Capítulo 8.1

2100 Words
El matrimonio entre los hijos de Los Fukuda y Los Mitoma se dio dos meses después de haberse acordado el compromiso en una casual cena entre las familias. Por la premura que tenían, ya que la relación debía formalizarse con la unión conyugal para que Masaki pueda entregar el dinero que Ritsu necesitaba para salvar a su empresa, la boda fue muy íntima y solo se invitó a la familia. Yuna, la novia, no mostraba mayor alegría, pero tampoco tristeza; llevaba su semblante amable, uno que no dejaría de lucir al ser así su alma, pero Aki, el novio, por más que se esforzaba en sonreír, la tristeza en sus ojos lo delataba, ya que ese hermoso dorado no resplandecía, sino que estaba opaco. Hanae Sato, su tía al ser la hermana menor de su padre, se percató de ello cuando se acercó a saludarlo, ya que le parecía muy extraño que ese pudiera ser el mismo joven que hace unos pocos meses atrás estuvo en su mansión para saludarla por un breve momento, ya que le había parecido ver en esa oportunidad el brillo del amor en su mirada, y que no se quedara para almorzar ni cenar le confirmó que no había llegado solo a Nagoya, imaginándose que de seguro estaba con la compañía de alguna bella muchacha de la cual se había enamorado. Hanae pensó que Yuna era esa jovencita, por eso le insistió tanto a su esposo Kiyoshi -un multimillonario empresario automotriz-, a viajar hacia Tokio para acompañar a su sobrino en su boda, pensando que esta se había acordado por amor y no por la necesidad de evitar que la Familia Mitoma lo perdiera todo. Al conversar con su cuñada Umiko, Hanae le mencionó lo que había podido notar en Aki cuando los fue a visitar, sin revelar que no estuvo más que casi una hora con su familia en esa oportunidad que viajó a la ciudad de donde Los Sato eran oriundos. La madre del joven heredero Fukuda no pudo ocultar ante su cuñada, a quien consideraba su amiga, la tristeza que sentía al ver a su hijo casarse sin amor. Al confesarle que el matrimonio de Aki con Yuna era por un acuerdo que Masaki tuvo que aceptar porque era la condición que ponía Ritsu Mitoma para permitir que su empresa se asocie con el Grupo Empresaria Fukuda y así evitar la bancarrota, Hanae acompañó las lágrimas de su cuñada con unas propias que soltó, ya que entendió que Aki debió dejar a alguien a quien amaba para poder esa tarde casarse con Yuna Mitoma. Entre Los Fukuda y las familias relacionadas a ellos por el parentesco con Umiko –Los Omura y Los Gonda-, así como por los matrimonios de las hermanas de Masaki -Los Sato y Los Hayashi-, no era un secreto la infelicidad de Aki, pero era un tema que no tocaban por respeto a Yuna, quien era una joven excepcionalmente agradable y buena con todo el mundo, algo que la hacía completamente diferente a su madre, quien solo era amable con aquellos que tuvieran más dinero que su familia. Así el tiempo pasó, y cuando se cumplió el aniversario número tres de matrimonio, Masaki le preguntó a su hijo si quería continuar casado con Yuna o divorciarse de ella para ser feliz con otra mujer. Aki había pasado esos tres años buscando a Yumei por su cuenta para no levantar sospechas, pero no la encontró, parecía que La Tierra se la había tragado. Como no tenía a la mujer que amaba cerca y no sabía si alguna vez volvería a verla, Aki se negó a divorciarse. Además, Yuna era una buena mujer que lo entendía y nunca había exigido consumar el matrimonio porque sabía que entre ellos no había amor. Sí, Aki y Yuna llevaban tres años casados y no se habían tocado para nada. En la cena familiar que ofrecieron para celebrar los tres años de matrimonio y de sociedad empresarial entre las familias, la madre de Yuna hizo un comentario relacionado a los nietos que aún no tenía por parte de su hija. La joven esposa no sabía qué decir, a lo que Aki la ayudó indicando que no tendrían hijos hasta que Yuna cumpliera los veinticinco años, ya que cuando se casaron ella apenas había cumplido los dieciocho, y él no quería que su esposa fuera una madre joven. Cuando ya todos habían dejado la casa en donde el heredero Fukuda vivía con su esposa, esta le agradeció lo que hizo por ella, pero le advirtió que había puesto una fecha de límite para la consumación del matrimonio, ya que quedaban cuatro años para que llegara el momento en que tendrían que procrear. Aki entendió lo que le dijo su esposa, pero ese era el tiempo que él quería esperar por si aparecía Yumei. Esos cuatro años pasaron y no llegó la noticia sobre el paradero de la amada de Aki, así que decidió enterrar en el pasado el recuerdo de la mujer que amó, y la foto que tenía oculta en el primer cajón de su mesa de noche la guardó en el último cajón de su escritorio en el estudio de la casa donde vivía con su esposa para no buscarla, para no querer verla con la intención de no olvidar esa sonrisa que hacía que su corazón latiera acelerado. Habían pasado siete años desde que se casara con esa amable mujer, cuya paciencia era inagotable. Como no quería hacerle daño le confesó sobre su amor por Yumei, cómo la perdió, que los últimos años mantuvo la esperanza de encontrarla, pero no fue así, y que por ello quería dejarla en el pasado para tener una buena vida al lado de quien era su esposa. Yuna lloró, pero no porque él no la amara, sino porque por una estupidez perdió a su verdadero amor. Sí, para Yuna el que tuvieran que casarse para asegurar la inversión de Los Fukuda en la empresa de su padre era estúpido, ya que para ella la amistad que unía a Ritsu con Masaki era más fuerte que un matrimonio arreglado. Yuna le pidió perdón a Aki y le dijo que ella estaba dispuesta a hacerlo feliz, pero si en el trascurso de los años Yumei llegara a aparecer, que no dudara en terminar el matrimonio e ir detrás de la mujer que en verdad amaba porque eso es lo mismo que ella haría si estuviera en su lugar. Una clase de amor nació entre Aki y Yuna: el de mejores amigos. Para ellos no era desagradable tener que intimar, pero eran conscientes que no lo hacían con deseo ni pasión, algo que aflora con el amor de pareja, uno que no había entre ellos. Sin embargo, se llevaban muy bien y mostraban ante todos los que le rodeaban el cariño que se tenían, algo que se hizo más natural después de que Aki le hablara a Yuna sobre Yumei. Mientras crecía la joven esposa estudió a pedido del esposo y así se volvió en una asesora empresarial para él. La confianza que forjaron venía con lealtad y sinceridad, por lo que ella se convirtió en una importante fuente de consejo para él, no solo en los negocios, sino en todo aspecto de la vida. El matrimonio iba bien, eran felices dentro de lo que la vida les permitía, ya que les faltaba el amor de pareja, pero había un detalle que para ellos no era importante, aunque sí lo era para la madre de Yuna: ella ya tenía treinta años, él treinta y ocho, y aún no habían tenido un hijo. Reparando en ese pormenor, decidieron que debían ir al médico porque algo podría estarles afectando y por ello no habían concebido en esos cinco años que mantenían relaciones coitales, unas que no eran muy frecuentas al no haber entre ellos deseo, pero que fueron las suficientes en esos años como para que ella hubiera quedado embarazada. Los médicos llegaron a la conclusión que el problema no era de Aki, sino de Yuna: ella era estéril. La noticia fue devastadora por todo el barullo que hizo la madre de Yuna. La mujer se arrodilló ante Aki y le pidió disculpas por haberle entregado en matrimonio a una hija que nunca le podría dar descendencia, y le comunicó que aceptaba sin reclamar nada si deseaba romper el matrimonio para casarse con otra mujer que le pudiera dar herederos. Masaki y Umiko ya iban a protestar a raíz de lo dicho por esa mujer que más parecía estar en contra de su hija, pero no fue necesario porque Aki echó de su casa a su suegra diciéndole que no se divorciaría de Yuna, que siempre sería su esposa y que no volviera a su casa porque le había faltado el respeto a la dueña y señora de esta. Yuna lloraba por el dolor que sentía al escuchar las palabras que pronunció su madre, al haber notado el asco en su mirada, como si no poder procrear fuera una ofensa. Aki la abrazó y le prometió que nadie, ni siquiera su madre, la dañaría una vez más, que él se encargaría de ello, y así fue hasta que Aki enfermó gravemente. Un fuerte dolor en la zona alta abdominal, pegado al diafragma, fue lo que hizo desmayar a Aki una mañana mientras estaba en su oficina. Yuna había salido a buscar unos documentos al Departamento de Finanzas, y al volver encontró a su esposo tirado en el suelo, inconsciente. Llamaron a una ambulancia y lo llevaron de emergencia al hospital más cercano. Los análisis decían que su corazón estaba sano y fuerte, que su estómago e hígado no mostraban alteración de ningún tipo, así como sus pulmones y riñones. Los médicos no sabían qué había causado ese dolor que él describió como una fuerte punzada, el cual debió sobrepasar el umbral de dolor de Aki al haber hecho que perdiera la consciencia. Por lo pronto, los galenos aconsejaron que empezara con una dieta especial para que la digestión sea fácil y rápida, pero no dieron ninguna indicación adicional. Diecinueve años de matrimonio habían transcurrido cuando Aki empezó a tener esos fuertes dolores que al principio diferían por varias semanas la manifestación de uno del otro, pero luego se hicieron más frecuentes. Al año de haber sufrido esa terrible punzada, Aki debió dejar de trabajar para quedarse en casa porque el dolor aparecía y desaparecía esporádicamente, con mayor frecuencia y sin que los analgésicos pudieran hacer mucho para que calmara el dolor. Yuna también dejó de asistir al grupo empresarial, ya que se quedaba en casa cuidando de su esposo, por quien sufría cada vez que los fuertes dolores llegaban y este se quejaba al no poder soportarlos. Masaki llevó a su hijo ante los mejores médicos de j***n, pero los diagnósticos que daban parecían que eran errados, ya que las medicinas que indicaban no ayudaban a mejorar el estado de Aki, más bien parecía que empeoraba. Por recomendación de una respetable médica, la Dra. Yuriko Müller, neurocirujana y neuróloga de amplia experiencia y reconocida trayectoria, quien había revisado a Aki para ver si su problema tenía relación con el sistema nervioso, Masaki llevó a su hijo a los Estados Unidos, para que los especialistas de Mayo Clinic –hospital ubicado en la ciudad de Jacksonville, en el Estado de Florida- lo revisaran, ya que, por el tipo e intensidad del dolor, la médica llegó a pensar que podía tratarse de algún tipo de cáncer. Ahí fue que el multimillonario Masaki Fukuda conoció a la joven Dra. Kazumi Shimizu cuando ella estaba terminando su primer año de especialidad. Como el paciente era japonés, el Director Médico del Mayo Clinic vio a bien que Kazumi sea la médica que tuviera a cargo el equipo que estudiaría el caso de Aki, aunque sea una residente, ya que su genialidad era evidente, y más que estar estudiando parecía que estuviera recordando conocimientos que ya tenía almacenados, por la facilidad que se le daba al tratar los temas de investigación, al diagnosticar y medicar enfermedades, así como al realizar cirugías complicadas. Las pruebas que se le hicieron al paciente no arrojaron mayores novedades que las que los médicos habían podido notar en j***n, pero una variación en una prueba de sangre hizo que la joven médica solicite el permiso del paciente y de sus familiares para entrar a su cuerpo con una cámara para hacer una exploración de su área abdominal, ya que ella presentía que se trataba de cáncer pancreático en un estadio muy avanzado.
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