Capítulo 10.4

1892 Words
Por recomendación de Murakami, Masaki buscó reunirse con el jefe yakuza Aihara. El anciano multimillonario nunca pensó que llegaría el día en que tendría que sostener algún trato o acuerdo con un reconocido delincuente, pero por encontrar a su nieto haría lo que sea. Haciéndose el importante, Aihara demoró varias semanas para indicar el día y la hora en que recibiría a Masaki en su oficina en Kabukicho, ya que, al ser su reino, ahí era donde estaba seguro. Acompañado de Murakami y sus hombres de seguridad armados llegó al barrio rojo puntual. El jefe yakuza se sorprendió al ver al multimillonario Fukuda, ya que aparentaba menos edad de la que tenía, así como detectaba el fuego en su mirada, uno que parecía no haberse agotado con el paso de los años. Tras las presentaciones, Aihara fue directo y preguntó por el motivo que llevó al exitoso hombre de negocios a solicitar una entrevista con él, cuando entre ellos no había tratos comerciales ni nada que los relacione. Masaki le explicó que llevaba años buscando a un muchacho a quien no podía describir físicamente al no tener ninguna referencia de cómo lucía, pero que había un detalle que no era fácil de dejar pasar si se miraba sus ojos: estos eran del color del oro. - ¿Qué obtendré si encuentro a ese muchacho? –preguntó Aihara. - Una cantidad de dinero que ha sido ganado limpiamente y que en tu vida has visto –lo ofrecido por el anciano multimillonario hizo reír al jefe yakuza, ya que en su vida había visto miles de millones de yenes, claro que todo ese dinero había sido ganado por medio de negocios sucios. - Quiero algo más valioso para mí que el dinero –dijo Aihara mirando seriamente al poderoso Masaki Fukuda-. Quiero que consigas que mi hijo sea aceptado en la Universidad de Tokio para que pueda estudiar la carrera de Administración de Negocios –el pedido del jefe yakuza sorprendió a Masaki, pero este ocultó bien su emoción. Al ser un reconocido delincuente, la prestigiosa universidad no quería aceptar el ingreso de su hijo para realizar los estudios de pre grado, pero si el muchacho tuviera un padrino como Masaki Fukuda, ninguna institución educativa se negaría a darle a su hijo la oportunidad de continuar con su educación. - ¿Eso es todo? - Sí. Yo te ayudo a encontrar a ese muchacho perdido y tú me ayudas a darle a mi hijo la educación que él sueña tener. - Te daré algo más, para que seas más consciente de mi interés y premura en hallar a ese muchacho de ojos dorados: pagaré la educación completa de tu hijo, no solo los cuatro años de universidad, sino que asumiré todos los costos de un MBA para él –Aihara sonrió porque se estaba entendiendo con el anciano multimillonario, y al estar satisfecho del trato que estaban cerrando, el jefe yakuza hizo una reverencia para así aceptar su propuesta. Después de que Masaki lograra que el hijo de Aihara sea aceptado en la Universidad de Tokio y empezara sus clases, el jefe yakuza dispuso a un buen número de sus hombres a recorrer el barrio rojo buscando a ese joven de ojos dorados. Todos temían al rey de Kabukicho, pero también apreciaban a Shiro, y como no sabían cuáles eran las intenciones de Aihara, estuvieron callando la locación del ahora joven de veintisiete años, ya que habían pasado cinco años desde que empezara la búsqueda del hijo perdido de Aki Fukuda. Aihara no sabía qué hacer para encontrar al muchacho de ojos dorados, ya que Masaki había cumplido con su palabra y él aún no hacía su parte. Habían pasado dos semanas de estar buscándolo y nada. Entonces el jefe yakuza decidió buscarlo por las calles aledañas al barrio rojo, donde no eran sus dominios, pero la gente conocía de su reputación, así que aún podía ejercer algo de presión entre ellos. Sus hombres llevaban dos días buscando por las inmediaciones cuando temprano por la mañana Tomeo chocó con uno de ellos al no darse cuenta de por dónde iba al correr desesperado para conseguir un taxi e ir al hospital en donde trabajaba la Dra. Kazumi Shimizu para salvar a su amigo Shiro de la muerte, ya que para el asistente de cocina el joven que limpiaba el restaurante por un lugar donde dormir y asearse estaba agonizando, o eso le pareció. Los hombres de Aihara notaron su extrema preocupación y por eso le ayudaron a parar un taxi y que se vaya lo más pronto posible a donde debía ir. Cuando Tomeo llegó al lado de Kazumi en la ambulancia con los paramédicos, ese grupo yakuza que lo ayudó estaba cerca del restaurante y vio todo el ajetreo que se armó por ingresar para trasladar a un convaleciente varón que notaron que era más alto que el promedio al sobresalir sus pies de la camilla. Al partir la ambulancia los hombres de Aihara reconocieron a Tomeo, quien lloraba en silencio con las manos unidas pegadas a su frente, ofreciendo una oración mientras el vehículo de ayuda médica se alejaba. - Oye, tú, eres a quien ayudamos hace un par de horas a tomar un taxi porque tenías una urgencia –dijo uno de los hombres de Aihara, el líder de ese grupo. - Sí. Gracias, en verdad, muchas gracias por la ayuda que me brindaron –decía Tomeo mientras les ofrecía una reverencia de 90° grados a cada uno de los hombres que tenía enfrente. - ¿Y por qué tanto alboroto? ¿Había alguien enfermo? - Sí, mi amigo Shiro, el joven que es guardián del restaurante y también el encargado de limpieza –los hombres se miraron entre ellos, ya que el sujeto que se llevaron en la ambulancia tenía el mismo nombre del muchacho que estaban buscando. - Y dime algo más, ¿por casualidad tu amigo se apellida Morita? –la sonrisa de Tomeo desapareció al preocuparse por su amigo, ya que no entendía por qué esos hombres estaban preguntando por él. - Señores, ustedes me han ayudado, no lo niego, pero ¿para qué estarían buscando a ese tal Shiro Morita? –quiso saber el asistente de cocina. Los yakuza se miraron entre ellos y con simples miradas convinieron decir la verdad a Tomeo, quien les pareció que era un tipo en quien podían confiar. - Shiro Morita, un joven de unos veintisiete años y con ojos dorados, está siendo buscado por un anciano multimillonario hace varios años atrás. Ese joven es pariente del anciano, y este quiere encontrarlo para darle su lugar en su familia –los ojos de Tomeo se abrieron de par en par. - Señores, si por encontrar a tal joven les van a premiar, pues esa será su recompensa por haberme ayudado porque mi amigo se llama Shiro Morita, tiene veintisiete años y sus ojos son tan dorados como la miel, el oro o el sol –los hombres de Aihara empezaron a expresar alegría porque al haber encontrado a quien su jefe les había encargado hallar, este les entregaría una cuantiosa suma extra de dinero, además de tener mayores consideraciones con ellos. Tomeo les dijo a los yakuza el nombre del hospital al que se lo llevó la ambulancia, y estos partieron corriendo a dar la buena nueva a su jefe. Aihara los felicitó, pero luego los regañó porque no habían comprobado que lo comentado por el asistente de cocina fuera verdad, pero había algo, un presentimiento que le hacía pensar que el anciano multimillonario Fukuda no perdería mucho si iba a ese hospital y comprobaba por sí mismo si ese joven era su nieto. Sin perder tiempo Aihara marcó el número privado de Masaki, este contestó de inmediato y recibió la noticia aún en pijamas y sobre su cama, al lado de su amada Umiko. El anciano empezó a moverse lo más rápido que podía para abandonar su mansión e ir en busca del que podría ser su nieto perdido. Antes de abordar su auto dejó un beso en la frente de su esposa y le comentó que de hoy no pasaba el que conociera al hijo perdido de Aki, a su nieto. Umiko derramó unas cuantas lágrimas mientras dejaba besos en las mejillas de su amado esposo y le pidió que vaya por el joven, pero con cuidado, ya que ella temía que la emoción por encontrar a quien estuvo perdido por veintisiete años afectara la salud de Masaki. Cuando el anciano multimillonario llegó al Hospital Internacional San Lucas no consultó por Shiro, sino pidió hablar con el Director del nosocomio. Al comunicarle al galeno encargado en llevar las riendas de dicha reconocida institución médica que Masaki Fukuda quería hablar con él, dio la orden de que lo hicieran pasar de inmediato a su oficina, ya que el Grupo Empresarial Fukuda era uno de los benefactores de las campañas sociales del hospital. Al consultarle el galeno en qué lo podría ayudar a horas tan tempranas de la mañana, Masaki le explicó que una ambulancia había trasladado a un joven desde las cercanías del barrio rojo, cuya condición desconocía, pero sabía que era de gravedad. El Director de inmediato relacionó el comentario del anciano multimillonario con el caso que la Dra. Shimizu había ingresado y estaba haciéndose cargo por completo, ya que había pagado todos los gastos médicos y hasta se había encargado ella misma de la cirugía que requería el joven. De inmediato el Director del hospital pidió que le informaran el número de la habitación en que estaba hospitalizado el joven cuyo caso estaba siendo atendido por la Dra. Shimizu, apellido que llamó la atención de Masaki. El mismo Director guio al anciano multimillonario hacia la habitación donde ya estaba acomodado el paciente después de haber salido de la sala de recuperación tras haber sido intervenido quirúrgicamente por una apendicitis. El galeno ya iba a abrir la puerta y hacerlo pasar, pero Masaki le pidió que lo dejara solo, ya que él necesitaba unos minutos a solas antes de ingresar a ese cuarto de hospital. Sin preguntar motivos ni razones, el Director ofreció una sutil reverencia y dejó a solas al anciano multimillonario como este había pedido. Respirando profundamente varias veces para controlar sus emociones, las cuales amenazaban con desbordarse al estar a solo segundos de descubrir si el joven que estaba detrás de esa puerta era su nieto perdido, giró la perilla de la puerta, abriéndose esta sin complicaciones, dejando ver una tierna escena: la Dra. Kazumi Shimizu, a quien reconoció de inmediato, acariciaba con dulzura y amor los cabellos y rostro de ese joven que aún dormía. «¿Será que la Dra. Shimizu está enamorada de este joven que puede ser mi nieto? –se preguntaba Masaki admirando la escena-. Si es así, y él corresponde a sus sentimientos, no dudaré en aceptar y bendecir esa relación. Esta joven médica es de las mejores, identificó la enfermedad de mi hijo Aki y estuvo a punto de salvarle la vida si no fuera porque él se dejó morir al saber sobre el fallecimiento de Yumei Ogawa y el desamparo en el que quedó su hijo. Para mi familia sería un gran honor que ella se nos una al casarse con Shiro, mi nieto perdido».
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