Capítulo 10.3

1650 Words
Cuatro meses demoraron en saber si efectivamente Shiro Morita vivió con la viuda Takahashi. Tras preguntarle nuevamente a los vecinos, nadie quiso hablar, pero una joven que no vivía en el barrio, sino que estaba visitando a su abuela le dijo a Murakami que ella le contaría todo, pero debían primero salir cada quien por su lado de la zona y encontrarse en cualquier otro lado de la ciudad, por lo que acordaron verse en una cafetería muy conocida y frecuentada en el barrio de Ginza. La joven, quien era un par de años menor que el hijo perdido de Aki Fukuda, le contó lo que pudo ver y oír cuando era una adolescente de quince años y vivía por ese tiempo en la casa de su abuela. - Esa viuda, la tal Takahashi san, siempre fue una mala mujer. Recuerdo haber visto al muchacho que busca llegar a esa casa junto a una mujer y su hija. Preguntando entre los chicos del barrio me enteré que la hija había obtenido una beca para estudiar en otro país, por lo que la madre vendió todo lo que tenían para migrar a Europa. Takahashi san era a quien habían recomendado darle un espacio y un plato de comida al muchacho a cambio del dinero que este ganaba en pequeños trabajos que hacía los fines de semana, ya que su prioridad era la escuela, pero después de que la mujer y su hija viajaron al extranjero, la viuda puso una condición para que el muchacho viviera en su casa: que sea su amante. - Pero me has dicho saber que Takahashi san era una mala mujer, ¿acaso quien le encargó al muchacho no sabía de esto? - Esa mujer no conocía a Takahashi san como la conocemos sus vecinos. Ella solo conocía a la viuda negra por el trabajo que tiene al ser la mama de un snack, y como es muy amable y te engaña con su sonrisa que parece sincera, de seguro la mujer confió sin saber de qué pie cojea en verdad Takahashi san. - ¿Viuda negra? –preguntó con burla Murakami. - Así le llamamos porque estamos casi seguros que ella mató a su marido y no la descubrieron por tener como amante a un policía de apellido Kubo –Murakami recordó que así llamó Takahashi san al hombre con el que estaba cuando fueron a confirmar el domicilio junto con Masaki. - Ok. Primero dime si Shiro Morita vivió con ella. - Sí. Shiro primero se fue y estuvo viviendo un tiempo en otro lado, pero cuando comenzaron las lluvias de otoño, regresó. Estuvo viviendo con esa mujer durante siete meses, el tiempo que quedaba del año escolar. Él nunca habló conmigo o con otros chicos de la cuadra porque salía muy temprano y llegaba muy tarde, pero por los ruidos que venían de esa casa por las noches, todos sabíamos que él era el amante de esa mujer. - ¿Amante o sumiso? –preguntó Murakami. - En ese momento pensamos que era su amante, pero en realidad la viuda negra obligaba al muchacho a aceptar sus proposiciones para no terminar en la calle. Eso lo supimos cuando uno de mis amigos escuchó hablar a su madre con la vecina de al lado de Takahashi san, quien escuchó que una noche el muchacho se negaba a estar con ella, que lloraba pidiéndole que lo deje en paz, que no quería tocarla ni que lo tocara, pero al final se salió con la suya porque lo amenazó con echarlo de su casa, y esa noche estaba nevando –Murakami hizo puño la mano que tenía sobre la mesa al escuchar que el comentario del anciano que encontraron en Fukuoka fue cierto. - ¿Y qué hay sobre eso de que mató a su esposo? - Dicen que ella se casó con su esposo solo porque tenía algo de dinero, no creo que haya sido mucho, sino no hubiera vivido en ese barrio pobre. Ella era muy hermosa y joven, el hombre ya entrado en años y no muy agraciado. Dicen que el agente Kubo era su amante, uno no exclusivo, pero dentro de todos, uno de sus favoritos. Al ser policía le ayudó a cambiar las pruebas, ya que, al morir su esposo envenenado, la primera sospechosa fue ella. Al final la absolvieron afirmando que el hombre fue descuidado al manipular sus alimentos y que por ello contaminó su comida con veneno para ratas que había comprado para eliminar a los roedores que estaban hurgando en su casa, pero en realidad fue ella quien lo envenenó en venganza porque había comenzado a golpearla por haberse enterado que tenía un amante, cuando en realidad tenía más de uno y el esposo ni se daba cuenta. Al revelársele la información obtenida tras la conversación con la joven, Masaki detestó a la viuda Takahashi por haber abusado de su posible nieto en un momento de necesidad que tuvo este al quedar solo en la gran capital japonesa. Cumpliendo lo que dijo, le pidió a Murakami que buscara reabrir el caso sobre la muerte del esposo de la viuda, que encontrara pruebas para inculpar a quienes habían ayudado a esa mujer a no terminar en la cárcel porque ahí es donde debía estar y él haría que termine sus días entre las rejas de una prisión. Haciendo usos de sus contactos de alto rango, se halló a los culpables de que esa mujer no terminara encerrada de por vida por el asesinato que cometió, quienes no dudaron en hablar cuando supieron que serían exculpados si decían la verdad y explicaban a detalle por qué decidieron ayudar a una criminal a evitar una dura sentencia. El agente Kubo que buscó aliados para salvar el pellejo de la viuda Takahashi, el forense que cambió los resultados de la necropsia indicando una cantidad menor de veneno que la utilizada para matar a la víctima y el encargado del depósito donde guardaban las pruebas de los casos que hizo desaparecer la bolsa con veneno que tenía las huellas de la asesina, confesaron su implicación en el caso. Kubo lo hizo porque amaba a la viuda Takahashi, el forense y el encargado del depósito porque el agente les ofreció dinero, y como las marcas de los golpes que recibió la mujer delataban lo que su esposo le hacía cuando estaban a solas, vieron que él también era culpable de violencia familiar y por eso ayudaron en el caso al pensar que lo hizo porque estaba traumatizada por el maltrato que recibía. Los abogados de Masaki pidieron que la mujer sea sometida a ciertas pruebas psicológicas para determinar si el móvil que la llevó a pensar en el crimen fue porque estaba cansada de ser violentada o porque quería vengarse de su esposo por haber dejado marcas en su rostro. Los resultados arrojaron que Takahashi san odiaba a su marido, que no mostraba ningún tipo de convalecencia mental que la llevara a ser una víctima por un trauma ejercido a través de violencia doméstica, sino más bien que ella era capaz de generar una situación de abuso hacia algún desvalido. Al encontrar todo en contra de la viuda, el juez que retomó el caso solicitó que la acusada sea detenida para que dé su manifestación. La policía la detuvo una noche que estaba encargándose del snack en donde trabajaba. Nadie hizo algo para evitar que se la llevaran, ya que se había ganado la antipatía de muchos al conocer lo que le había hecho a ese muchacho huérfano de diecisiete años que todos conocían y apreciaban por ser amable, trabajador y estar siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesitara. Un mes después de su detención se presentó en el juicio y expresó su arrepentimiento, algo que en las leyes del j***n sería suficiente para que se le perdonara a una persona su delito, ya que los ideales de honor y buena reputación son básicos para la educación en ese país, pero ella había demostrado que no estaba arrepentida, que había dolo en su intención de dañar a su esposo no para salvarse, sino para vengarse, que el sentimiento de odio era lo que la motivó y no el deseo de liberarse de su opresor. El haber sido ayudada para escapar de la máxima condena que recibiría por el asesinato de su esposo empeoraba su caso, por lo que el juez indicó para ella la pena de cadena perpetua. Cuando Takahashi san fue trasladada al reclusorio en donde pasaría sus días hasta que la muerte fuera por ella, Masaki pidió verla. Ese encuentro no tomó mucho del tiempo de ambos. El anciano solo le hizo recordar lo que le dijo en esa oportunidad en que se conocieron cuando él junto a sus hombres irrumpieron en la marginal vivienda de la reclusa: «Te pregunté por Shiro Morita, y te negaste a hablar de él, ahí fue que te hice la promesa de acabar contigo si le habías hecho daño y te afirmé que estabas a poco de ganarte mi resentimiento, algo en lo que no reparaste porque no tenías ni idea de a quién tenías enfrente de ti. Pues, ahora ya sabes quién es Masaki Fukuda y que te mereces por completo mi resentimiento». La viuda empezó a preguntar a gritos por qué el interés en Shiro Morita, quién era ese muchacho muerto de hambre para tan importante hombre de negocios que lo llevó a ensañarse en contra de ella. Ahí Masaki le confesó que Shiro era su nieto, su heredero y que lo encontraría para darle el lugar que le correspondía. La mujer enmudeció y cayó pesadamente sobre la silla que tenía cerca de ella ante la sorpresiva noticia que el anciano multimillonario compartió con ella. Dejándola sumida en su desgracia, Masaki se retiró sintiendo que estaba a poco de encontrar a su nieto perdido.
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