Capítulo 4.2

1729 Words
- Vas a tener que levantar tu pierna y ponerla sobre mi rodilla –dijo Shiro tratando de que la voz no le saliera ronca, evidenciando las ganas que tenía por tocar de más la piel de Kazumi. La médica, sin mirarlo a los ojos, levantó un poco su vestido para poder estirar su pierna y colocarla de tal manera que Shiro pudiera vendarle el tobillo. - Eres bueno recibiendo indicaciones, deberías pensar en prepararte para ser paramédico o enfermero. Me serías de mucha ayuda en el hospital –dijo Kazumi para tener algo en qué conversar, ya que la situación se le hizo algo incómoda, aunque no entendía por qué, si ellos eran amigos. - No lo sé. No me veo trabajando en un hospital. Me gusta ayudar a la gente, pero hay miles de millones de maneras de ser apoyo para los demás, aparte de trabajar en un centro de salud –dijo Shiro sonriéndole por lo emocionado que estaba de volverla a ver, de haberla ayudado y estarla tocando, aunque solo sea su maltratado pie. - ¿Has pensado en estudiar alguna carrera profesional? –preguntó Kazumi para saber qué había sido de su amigo en estos años. - La verdad que no. Ya tengo veintisiete años, así que creo que mi tiempo para dedicarme solo a estudiar una carrera universitaria ya pasó. Lo que quiero es tener el suficiente dinero para asociarme con alguna de las empresas que producen sake como un distribuidor y así dejar de ser un empleado y más bien dar trabajo a otros. Por el momento ya tengo ahorrado una buena cantidad, pero aún falta un poco más, ya que necesito un vehículo, para comenzar, y pagar los permisos de creación del negocio. - Entonces, ¿quieres ser un empresario? - Digamos que sí. Sé que para ello también se necesita estudiar, pero la vida que me tocó no fue muy buena conmigo cuando tenía la edad para estudiar como tú lo hiciste. Ya tendré la oportunidad más adelante de llevar algún curso. Listo, tu tobillo ya está vendado. - Y mi vestido ya está arreglado –dijo Kazumi retirando su largo cabello del hombro en donde llevaba el tirante sujeto al corpiño con un imperdible. - Ni se nota –soltó Shiro sonriéndole con mucho amor, algo que la hizo sonrojar, y a él esa respuesta le gustó-. ¿Me esperas unos minutos? Voy a tomar un baño y cambiar mis ropas para que vayamos al comedor del restaurante y ahí poder cenar mientras conversamos, ¿te parece? –la médica asintió con la cabeza y con una sonrisa tan bella como las que le daba cuando era una niña. Él solo suspiró y se obligó a levantarse de la silla, en donde se había sentado para ayudarla a curar sus heridas, y tomar su ropa para ir al baño. Después de veinte minutos salió Shiro del baño vistiendo un pantalón de vestir beige que combinaba con un polo cuello en V blanco, un bléiser azul y mocasines marrones. El cabello lo llevaba peinado hacia atrás, engominado, sujeto con una liga. Verlo así era casi imposible creer que él era el joven desaliñado de hace unos minutos atrás. Kazumi no pudo ocultar su asombro, ya que Shiro lucía tan atractivo que la hizo sonrojar, y eso que la médica no tuvo ningún lujurioso pensamiento, solo la belleza varonil de su amigo fue lo que la impactó e hizo avergonzar un poco. Shiro disfrutaba de ver que era capaz de llamar la atención de Kazumi como hombre. Esa ilusión fue lo que lo mantuvo vivo y luchando por esos años en que tuvo que sobrevivir y crecer para algún día volverla a ver, y saber que lo podía conseguir, le hacía feliz. Dejaron la habitación y él la llevó tomada de la mano hacia el salón comedor del restaurante. Necesitaba saber de ella, en especial si su corazón latía emocionado por alguien más. Además, le daba mucha curiosidad conocer el motivo que la llevó a caminar sola y vestida para una fiesta elegante entre los callejones de esa zona de Kabukicho. Ingresaron al comedor y eran los primeros clientes de la noche. Todos los empleados que estaban en el salón saludaban a Shiro felicitándolo por lucir tan elegante y sofisticado. Alguno de ellos lo fastidiaron diciendo que debió aceptar el trabajo como modelo que le propusieron, cosa que a Kazumi le llamó la atención y él prometió contarle esa anécdota en otra oportunidad. La anfitriona se acercó a ellos, con una enorme sonrisa ofreció una reverencia y la bienvenida al restaurante. La jovencita era la hija menor de los dueños, aún estudiaba en la escuela, solo que los fines de semana trabajaba en el negocio familiar. Ella, como todos los empleados, sabían sobre el amor que Shiro sentía por una joven que pensaron que era una fantasía, pero al verlo llegar con una guapa mujer, tan bien trajeado y arreglado, todos supieron que su acompañante era aquella amada de la que tanto hablaba. La anfitriona los llevó a una mesa que estaba en una esquina en donde se podía ver todo el salón y a la vez estaba un poco oculta del resto por tener dos columnas delante de ella, lo que hacía que sea perfecta para un par de enamorados que querían disfrutar una buena cena y darse un beso de vez en cuando. Shiro agradeció a la jovencita por darles esa mesa, y ella le susurró: «disfruta de tu chica», algo que hizo sonrojar al amigo de la médica, pero ella no se percató por andar fijándose en los detalles de la decoración del lugar. Cuando tomaron asiento, el mesero se acercó y anotó el pedido que hicieron. Y mientras esperaban que llegara la comida empezaron a hablar de lo que fue de ellos cuando perdieron contacto. - ¿Así que estudiaste una carrera de seis años en cuatro? Sorprendente, Kazumi chan –moría de orgullo por ella, por ser tan inteligente y dedicada, algo que siempre admiró de su amiga desde que era una niña. - La verdad es que no soy la primera que logra esa hazaña. Anteriormente lo hizo otra colega, quien al igual que yo ingresó con el mejor puntaje a la facultad y universidad, y ahora es un referente mundial en Neurocirugía. Ella es la Dra. Yuriko Müller, ese es su apellido de casada –precisó Kazumi y Shiro la escuchaba atentamente-. La diferencia entre ella y yo es que ella hizo sus estudios universitarios en la edad adecuada, en cambio, yo era una niña cuando ingresé a la facultad y salí siendo una adolescente, cerca de cumplir los diecisiete. - Y de ahí, ¿a dónde fuiste a estudiar? Sé que los médicos estudian muchos años para llegar a ser los grandes profesionales que son. - El Gobierno Japonés me presentó a la residencia de Cirugía Oncológica y Hematología en el Hospital Mayo Clinic, en Estados Unidos. Este nosocomio es reconocido mundialmente por sus investigaciones sobre cáncer, en especial sobre la leucemia. Al hacer dos especialidades debía de quedarme por ocho años, pero logré culminar ambas en cinco años –Shiro no podía dejar de sonreír. Kazumi era tan humilde que contaba sus hazañas académicas como si no fueran gran cosa, y eso era algo que lo enamoraba más-. Es que era apenas una adolescente que no tenía amigos ni familia en donde me encontraba, así que me la pasaba todo el día en el hospital, metida entre libros, participando en las investigaciones, así como en las cirugías y estudios que hacían a los pacientes. Regresé a Tokio hace un año y ocho meses. Luego, al ver que faltaban manos para cubrir el puesto de cirujano general en el hospital donde trabajo, decidí hacer la especialidad de Cirugía General, la cual culminé en ocho meses por la experiencia como cirujana oncológica. Ahora tengo tres especialidades, con las cuales ayudo a muchas personas, hasta he hecho cesáreas y he visto nacer a varios bebés –esto último lo comentó con mucha alegría. - No esperaba menos de ti, Kazumi chan –dijo Shiro tomando la mano de la médica con la suya. El contacto físico que él le proveía tímidamente la reconfortaba. Ellos habían cambiado, y ella era consciente de eso, pero a la vez sabía que era el mismo Shiro de hace diez años quien estaba enfrente de ella, por lo que no esquivaba las muestras de cariño que él le daba. - ¿Y qué fue de ti, Shiro kun? Recuerdo haber ido a buscarte a la nueva casa en donde te ibas a quedar, la que Reiko y tú me mostraron antes de que ella dejara Tokio, pero no te encontré –Kazumi recordó a la mujer que abrió la puerta cuando fue a preguntar por su amigo, y lo ruda que fue con ella cuando le dijo su nombre-. Una mujer adulta me abrió la puerta y se notaba que estaba bebiendo alcohol por como olía su aliento. Me presenté y ella no me dejó terminar de hablar, empezó a insultarme y me echó del lugar. Mi guardaespaldas evitó que me golpeara al sujetarle el brazo y lanzarla hacia el interior de la casa, mientras que a mí me llevó al vehículo para alejarnos de ahí –Shiro apretaba en puño la otra mano al enterarse que Takahashi san pudo haber maltratado a Kazumi. Esa mujer nunca le dijo que la niña fue a buscarlo. - Tuve algunos problemas y no pude quedarme ahí –dijo tratando que no notara el fastidio que le causaba recordar a esa mujer pervertida con la que se obligó a mantener encuentros sexuales solo para sobrevivir el primer otoño e invierno que se había quedado completamente solo en Tokio desde que su madre falleció. - Lo siento mucho, Shiro kun. En verdad, yo quise verte, saber de ti. Quería invitarte a cenar y contarte de mi experiencia en la universidad, pero esa señora no me dejó ni preguntarle dónde estabas ni mucho menos que le dejara mi dirección para que te la entregue, por si alguna vez se encontraba contigo –la tristeza y la culpa aparecieron en Kazumi y a él se le olvidó Takahashi san. Dejó la mano que acariciaba y rozó con cariño y dulzura la mejilla de su amiga, consolándola.
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