Capítulo 4.1

1691 Words
Ninguno de los amigos quería dejar el abrazo. Kazumi se sentía muy segura, como nunca se había percibido, y Shiro amaba el poder ser fuente de tranquilidad para ella, así como por diez años el recuerdo de la bonita niña de sonrisa pura lo fue para él. Tras unos buenos minutos con sus cuerpos pegados, con sus brazos sujetando el uno al otro, la médica cayó en la cuenta que por más amigo que considerara a Shiro, él ya no era un adolescente y ella una niña. Ambos habían crecido, madurado sus cuerpos, y que estén sentados sobre el pavimento de la calle, abrazados, no era muy apropiado, además que en cualquier momento alguien más podría llegar e intentar atacarlos nuevamente, así que se obligó a alejarse del pecho de su amigo. - Ha pasado mucho tiempo, Shiro kun –soltó Kazumi para con esas palabras buscar la dorada mirada de su amigo. En japonés se usan ciertas palabras para determinar el respeto o aproximación que se tiene a la persona que nos dirigimos. Si a quien conoces le quieres decir señor, señora, señorita o joven, usas “san” después del nombre o apellido; si es una mujer joven o un niño a quien quieres hablar con cariño, usas el “chan”, y si es un joven a quien le tienes confianza o cariño, usas el “kun”, como Kazumi lo hizo con Shiro. - Diez años. Ya no eres más una bonita e inteligente niña –la mirada que él le daba era algo nuevo para ella. Nunca antes la habían contemplado de esa manera. Le gustaba la sensación que despertaba en ella ser fijamente observada, pero también la ponía un poco nerviosa al no saber qué le quería decía con esa intensa mirada su amigo. - Ahora soy una médica, Shiro kun –a él le encantaba escucharla pronunciar su hombre. Le daban ganas de cerrar los ojos y deleitarse con ese hermoso sonido que era su voz, una que no había cambiado mucho. - Qué orgulloso me siento de ti, Kazumi chan. Siempre fuiste tan atenta y servicial, además de inteligente y hábil. No dudo que debes ser una médica muy buena y amable con los pacientes –Shiro se forzaba a razonar correctamente mientras seguían sentados en medio de la calle. Había esperado mucho tiempo para volverla a ver, y ahora que la tenía enfrente, se tenía que morder la lengua para no empezar a decirle todo lo que guardaba en su corazón para ella, ya que no quería asustarla, más aún después del cobarde ataque que había sufrido. - Gracias. Y tú, además de cálido y dulce, ahora eres valiente y colaborador. Eres todo un héroe, Shiro kun –él bajó la mirada y sonrió muy emocionado, tratando de ocultar su expresión de felicidad al escuchar todos los halagos que le entregaba. La respiración la tenía muy agitada, sentía que el corazón se le saldría del pecho por como estaba latiendo. Ese era el efecto que solo Kazumi podía producir en él. Al bajar la mirada reaccionó al recordar que debían pararse e ir a un lugar más seguro para ella. - Vamos, Kazumi chan –y la ayudó a levantarse-. Es mejor que nos vayamos a otro lugar donde podamos conversar –dijo esperando poder hacerlo y que no deba irse pronto-, ¿o acaso debes ir a trabajar o tienes un compromiso? –preguntó al notar el vestido que lucía, deseando que pudiera quedarse con él. - Mi turno en el hospital ya terminó –en eso ella recordó las últimas palabras que le lanzó Suki, echándola de la recepción de su boda y diciéndole que no era su hermana. Eso la puso triste, y él lo notó de inmediato. - ¿Sucede algo, Kazumi chan? –preguntó Shiro preocupado y esperando no ser inoportuno. - Shiro kun, no tengo que trabajar, pero tampoco quiero ir a estar sola en mi apartamento, ¿tienes tiempo para conversar un rato? –preguntó con tristeza-. Recuerdo que platicar contigo me animaba mucho, y ahora necesito que me brindes tu calor y dulzura, querido amigo. El amigo, que ahora era un apuesto hombre de veintisiete años, que estaba aún más alto de lo que recordaba al haber llegado al 1.86 m, altura que sobrepasaba por mucho la estatura promedio de los japoneses; que lucía un cuerpo delgado, pero bien definido, con músculos marcados; con un porte varonil que dejó atrás al muchacho de diecisiete años que no volvió a ver solo porque no pudo dar con su paradero al no ubicarlo en la última dirección en donde supuestamente viviría. Shiro ya era todo un hombre, uno muy atractivo, aunque tuviera un aspecto muy desaliñado por la ropa y calzado gastados que llevaba y por no peinar su cabello de una manera más prolija. Él no respondió con palabras al pedido de Kazumi, solo la tomó de la mano y la condujo por los negocios de comida y bares que aún estaban cerrados hacia una calle más amplia, en la cual había un restaurante de mejor aspecto que estaba a punto de ofrecer sus servicios de cena al dar las 6 pm. - Ahí vivo –dijo Shiro señalando la puerta del restaurante-. Ven, entremos para que te asees y revises si tienes más heridas, además del codo raspado; luego podemos salir al salón y cenar –agregó el joven salvador de la médica jalándola suavemente para que lo siga. Como la puerta principal por donde ingresaban los clientes estaba cerrada, caminaron por un pasaje lateral que tenía la propiedad y entraron por una puerta que era para el tránsito de los empleados. El personal de cocina, que ya estaba trabajando para tener listo los ingredientes que necesitarían para preparar los diferentes potajes que indicaba el menú, lo saludaron y le sonrieron pícaramente al verlo ingresar con una señorita muy linda, tomados de las manos. Shiro no negó ni afirmó nada, solo les guiñó un ojo y sonrió feliz. Salieron de la cocina hacia un pasadizo con varias puertas en su recorrido, eran los diferentes almacenes en donde guardaban los productos que utilizaban en el restaurante. Al final del camino cruzaron una puerta de doble hoja para ingresar a una habitación en donde había más sillas, manteles, menaje, así como los descartables que utilizaban cuando los clientes pedían algún platillo para llevar. Shiro caminó guiando a Kazumi hacia una puerta cerrada con llave que abrió. - Pasa, por favor. Este es el baño que utilizo, está limpio y puedes usar la toalla doblada sobre el anaquel, está recién lavada –dijo Shiro mostrando el cuarto de baño, el cual tenía buen aspecto-. Voy por algodón, desinfectante y unas gasas para curar el raspón en tu codo. Revísate, por si tienes alguna otra herida. Yo te estaré esperando aquí. Kazumi ingresó al tocador y Shiro cerró la puerta. La médica se topó con la imagen de su rostro al girar y encontrarse con el espejo. Al ver que estaba su cara sucia por la mezcla de lágrimas, mocos y polvo, procedió a lavársela. Lo bueno de no usar maquillaje era el no tener que retocarlo, que podía asear su rostro sin complicaciones de que se corra el rímel en sus ojos o la base facial que utilizó para tapar alguna imperfección de su piel. Al levantar sus brazos vio que el codo izquierdo estaba herido con un gran raspón. Luego subió su vestido para ver cómo estaban sus rodillas. La derecha estaba golpeada, pero no sangraba, como sí lo hacía el codo. El tobillo izquierdo le dolía un poco, habría que ponerse una venda para ayudar a esa articulación mientras andaba, ya que no era de mayor gravedad al no haberse inflamado. Con toallas húmedas trató de limpiar su vestido, el cual era de un bonito tono verde, como el de las hojas en primavera, pero el problema era que tenía una de las tiras que se sostenía a los hombros rota. La médica abrió la puerta del baño y encontró a Shiro sentado sobre una de las tantas sillas que guardaban ahí, con los codos apoyados sobre los muslos, entrelazando los dedos de sus manos. Cuando el joven se percató de su querida amiga, de un salto se levantó y caminó apurado hacia ella. A Kazumi le era extraño que alguien le prestara tanta atención fuera del hospital, acostumbrada al maltrato que le daba su familia, pero a la vez le gustaba la sensación de ser alguien importante para otro ser humano, algo que había olvidado cómo se sentía al haber estado alejada de él por diez años. - La puerta de al lado es mi habitación. Ahí tengo lo que necesitamos para curar tu codo –Kazumi lo miró algo apenada, ya que nunca antes había ingresado a la habitación de un hombre estando este sano y ella sin compañía de un enfermero o pariente del paciente-. No te preocupes, Kazumi chan, yo te respeto. Solo vamos a ingresar juntos para curar tu herida. Mis intenciones son puras y buenas contigo –soltó Shiro al notar la incomodidad en la médica. Ella solo asintió con la cabeza y caminó hacia la puerta de la habitación, la cual era pequeña, con una cama pegada a un rincón, un velador al lado de esta, un pequeño ropero, una mesa y una silla. El espacio estaba limpio y bien organizado. - También necesito una venda para mi tobillo y un imperdible para sujetar la tira de mi vestido que se rompió –Shiro salió de inmediato para traer lo que la médica le pidió. Ella se sentó tímidamente sobre la cama. Vio la foto de una hermosa mujer sonriendo y reconoció a la madre de Shiro, ya que cuando era una niña este le enseñó varias veces la foto de la amada progenitora que falleció. Al llegar el joven con la venda y el imperdible, Kazumi le indicó cómo ayudarla a limpiar el codo y poner un parche de gasa sobre la herida, así como le pidió que le ayudara con el vendaje del tobillo.
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