Había pequeños capullos de nomeolvides, margaritas, primaveras y orquídeas silvestres. El Conde pensó que aquel collar, expresaba a la perfección, la juventud y la pureza de Lynetta. Había pequeños pendientes que hacían juego con el collar, además de dos pulseras, un broche y un anillo. −Reservaba este juego, seño− explicó el joyero−, para enseñárselo a la señora Bonaparte. El Conde no dijo que eran joyas mucho más adecuadas para Lynetta. Se limitó a contestar: −¡Me las llevo! Un brillo de placer apareció en los ojos del joyero, quien mencionó una cifra tan astronómica, que Lynetta supuso que el Conde iba a decir que era demasiado. La verdad es que él pensó que era una suma muy considerable para gastarla en un regalo. Sin embargo, eso les aseguraría tener una escolta adecuada hasta