Había sufrido una tensión insoportable la noche anterior, al tenerla tan cerca de él. Quería besarla, quería abrazarla y más que nada, hacerle el amor. De manera sorprendente, se sintió de pronto escandalizado consigo mismo. Nunca en su vida había seducido a una jovencita, mucho menos a una que pertenecía a su misma clase. Con mucha gentileza, se acostó en un lado de la cama. Se había quedado con la bata larga puesta, como la primera noche, y se había cubierto con la manta. Cuando se quedó dormido, se estaba preguntando, como la noche anterior, qué iba a hacer respecto a Elaine. Sólo cuando se hubiera liberado de ella podría decirle a Lynetta que la amaba. *** El Conde y Lynetta emprendieron la marcha muy temprano a la mañana siguiente. El Coronel Real los acompañó a su carruaje y l