CAPÍTULO ONCE Volusia estaba delante de sus muchos consejeros en las calles de la capital del Imperio, mirando fijamente atónita al espejo que tenía en la mano. Examinaba su nuevo rostro desde cada ángulo -una mitad todavía era hermosa y la otra mitad estaba desfigurada, derretida- y sintió repugnancia. El hecho de que todavía perdurara aquella mitad de su belleza hacía que todo fuera, de algún modo, peor. Se dio cuenta de que hubiera sido más fácil si se le hubiera desfigurado toda la cara -entonces ella no recordaría nada de su anterior apariencia. Volusia recordaba su deslumbrante buena imagen, la raíz de su poder, que la había llevado a través de todos los acontecimientos de su vida, que le había permitido manipular a hombres y mujeres por igual, hacer que los hombres se arrodillaran