Atlas odia las confrontaciones.
La primera vez que testigo de una discusión tenía cuatro años y su madre fue la protagonista. Ella estaba dando saltos en su clase de gimnasia cuando Georgina Zolliger entró, acomodándose la bolsa, furiosa, a paso decidido buscando a su hija. Su esposo estaba corriendo detrás de ella, su padre vestía el uniforme del trabajo y veía a su mujer como si hubiese enloquecido.
—Georgina, hagamos esto en casa.
—¿Te ha poseído un demonio?—pregunta la mujer y va por la niña. Atlas sigue saltando mientras su madre sostiene del brazo a la niña que cree que es su hija.
—Suelta a la niña, no es la tuya. —Le pide su esposo enojado. —Gio, Atlas tiene derecho a divertirse.
—Atlas con costo sabe caminar.
El entrenador se acerca a los dos y les exige a Georgina soltar a la niña porque no es la suya y parece aterrada. La pequeña corre hacia Atlas y le comenta a su amiga que su mamá está loca. El entrenador les pide una explicación a los Zollinger por interrumpir el entrenamiento.
—Atlas no tiene mi autorización para hacer esto. —Grita la mujer al entrenador.
—A Tily le encanta esto.
—¿Qué pasa si se cae, se quiebra y se infecta? ¿Después, si requiere cirugía? ¿Qué pasa si atlas tiene una caída y se daña el cerebro? ¿Qué pasa con Fio?
—¿Qué pasa con Atlas?—pregunta su padre. —¿Su vida gira en torno a la de Fiorella o cómo va a ser Georgina?
—La vida de Atlas mantiene la de Fiorella, por ahora, este ejercicio puede resultarle extenuante.
—¿A qué hora va a divertirse la niña?—pregunta Christopher.
—¿Esto es divertido para mí, para Fio, Drake o Gina? ¿Sabes cómo nos sentimos cuando su hermana hay que reanimarla o cuando a Tily hay que sacarle sangre y grita aterrada? Yo lo único que quiero es que estén bien todos mis hijos, Cristopher. Si la felicidad de Tily es quedará acefálica no voy a permitirlo.
—No sé de qué hablan, pero Atlas es extraordinaria. Podría ser clasificada a nacionales y ganar este año. —Les informa. —Tome asiento, señora Zollinger. Vea lo que su hija hace.
—Ese no es el punto, Atlas, puede salir herida, no me parece.
El entrenador le indica que el piso está compuesto por una especie de protector, pro eso rebotan y si pueden lesionarse, pero nada de lo que ellas hacen suele resultar mortal porque lo hacen supervisadas. La mujer le ve con ganas de asesinarle y el hombre se va a avisarles a las chicas que Tily hará una presentación rápida para su madre.
—¿Drake puede ir a hockey y Atlas no puede venir aquí?
—Es su mayor sueño, su futuro. Atlas puede leer o escribir cuentos como ya hace, que dibuje y sueñe en otras cosas. Apoyémosla en eso.
El entrenador puso la música y Atlas comenzó su rutina de suelo. Su padre le observó orgulloso, sabía lo mucho que se esforzaba su pequeña por bailar y aplaudió y sonrió ante la mirada ansiosa de aprobación de su hija.
—Le gusta y se ha esforzado.
—Es un riesgo que no podemos tomar.
—Atlas, va a vivir su vida—responde Christopher.
—Soy su madre y me opongo.
—¿Responde, Drake puede hacer patinaje sobre hielo con un palo y niños agresivos y Tily no?
—Atlas es la donadora de su hermana, por eso no puede, ¿Es lo que quieres que te recuerde? ¿Necesitamos al bebé B para mantener al A. Estamos pidiendo un milagro a un Dios que no conocemos, tenemos una hija con drepanocitosis, talasemia y leucemia, es todo lo que puede estar mal con un niño genéticamente y vas a dejar a su hermana bailar y saltar?
Christopher sabía cuán lejos llegaría el amor de Georgina por sus hijos. Sabía qué habían pasado años intentando ser los papás de Fiorella. Tomaron todos los tés, comieron todos los afrodisiacos, se midieron todos los niveles hormonales y tuvieron demasiado sexo, hasta que finalmente la vida les premió con el regalo de ser padres de una hermosa princesa, nombrada en honor a su abuela materna, quien falleció muy temprano en la vida de su madre.
Decidieron aprovechar su suerte e intentar un embarazo de inmediato, y la vida se los concedió, tuvieron a Gina con solo diez meses de diferencia, hermanas y amigas, creciendo juntas, divirtiéndose y amándose, fue durante el embarazo de Drake cuando aparecieron las enfermedades genéricas de su hija mayor. No habían sido detectadas nunca, pero Fio, tenía drepanocitosis y el dolor a veces era insoportable. Dos años más tarde, encontraron la talasemia, y la razón por la que no mejoraba su hemoglobina, pero estaba estable. El día del cumpleñaos número 4 de su hijo, Fio se desmayó y para la noche habían encontrado una leucemia.
—Atlas es mi hija, Gio, si tengo que pelear lo haré. Tomaré mis cosas y me iré con ella y los otros dos niños.
—¿De qué estás hablando?
—Somos padres de cuatro, no de uno. Te amo, te adoro más que a nada en el mundo. Yo quiero a mis hijos por igual y eso quiere decir que si Fio necesita cualquier cosa se la daré, esperaré en las listas de espera y entenderé si llega el momento. Tily, va a venir a bailar y Drake jugará hockey. Gina será la más brillante de su generación y Fio podrá elegir hacer algo más que estar entre hospitales. A los cuatro voy a apoyarles en sus sueños, sea cual sea.
Christopher fue corriendo hacia ella y la llenó de besos, la pequeña sonrió y a los lejos saludó a su mamá.
Georgina se obligó a sonreír y aplaudió a su hija, Atlas corrió hacia ella y la mujer se inclinó para ponerse a su altura, le peino las cejas con el dedo mientras le decía lo increíble que era.
—No sabía jamás que alguien podía saltar tan alto y esos giros. Atly, eres la más brillante bailarina que jamás haya visto. ¡Wow qué locura! Mamá intentará venir más seguido.
—¿Te gustó?
—Me encanta, eres perfecta. Seguro les vas a ganar a todas—la mujer le llena de besos por el rostro y da uno último sobre su nariz. —Te amo. ¿A qué hora terminan estos? —pregunta su hija parece triste. — ¿Vamos por una hamburguesa, solo los tres? —propone.
Su hermana empeoró seis meses más tarde y todos estuvieron de acuerdo en posponer las clases de baile y enfocarse en clases de composición de música, Atlas, fingía que le gustaba.
Cómo consecuencia de las múltiples discusiones de sus padre por el futuro de sus hijas en el cual Atlas siempre era protagonista, ella aprendió a evadir discusiones. Ella podría decir que la única regla que tenía con Ralph es que n se discute, ni se pelea, o se habla de cosas que pueden terminar en ira.
Ella ignoró a Michael porque sabe que es un imbécil y Ralph porque creía que tenía razón, no siempre tomaba las mejores decisiones para él y para Atlas, y que ella no pareciese darse cuenta le convenía si quería recuperarla.
Atlas terminó su maleta y salí poder la habitación para dejar a Ralph con la suya, llamó a Drake, su hermano, quería darle la noticia ella misma aunque estuviese regada por todas partes. Le sorprendía que su hermano le estuviese ignorando.
Sobre todo la tercera vez que llamó y solo escuchó la contestadora.
—Hola, no sé si Ralph habló contigo. Me lo ha pedido y he dicho que sí y he pensado… que… no sé por qué no viniste, pero… si papás está molesto y no quiere saber de mí y de Ralph. Tú eres la única persona que siempre ha estado conmigo y me gustaría que me entregaras. ¿si estás de cuerdo? Sino yo… el abuelo Westborn estará feliz de hacerlo, solo… quería preguntar…—la máquina le interrumpió y Atlas eligió borrar el mensaje.
La joven se encontró con Elise.
—¿Qué pasa, estás disgustada? —pregunta su amiga, la puerta de su habitación se abre y Ralph sale de ahí.
—Discute conmigo—exige.
—¿Perdón?
—Insúltame o algo —Frank, el esposo de Elise aquí va subiendo con sus hijas le mira a Ralph y asiente antes de abrir la puerta de su habitación y dejar a las niñas, luego regresa por su esposa quien está interesada en el chisme, pero él insiste en que es mejor dejarles en privado. —Elise rueda los ojos y su hija grita que es hora de hacer caca, como a la niña le gusta que le sostengan la mano, finalmente les deja a solas.
Atlas empuja a Ralph hacia su habitación.
—¿Te volviste loco?
—No, quiero que peleemos, nos hace bueno. La gente casada se pelea y la que no se divorcia.
—¿Según quién?
—Según yo y un artículo de Kamille, y el internet. Las peleas maritales son buenas, saludables
—No me gusta discutir.
—Ya, pero a mí me gusta saber qué opinas.
—¿Quieres que peleemos porque juegas con mis emociones? ¿Por qué soy adicta a ti o porque no tengo personalidad? ¿Quieres pelear porque somos codependiente? ¿Y estamos esperándonos en la vida, fracasamos y tú sales con alguien más alta y guapa que yo, cabrón? ¿Cuéntame, por qué quieres discutir?
—Bueno, es un buen inicio. Dale con fuerza, suelta lo que te moleste.
— Todas esas cosas me han llamado Ralph y son denigrantes hacia mí, pero discutirlo es enfrentar que eres un megalomaniaco y yo una perdedora por crecerte una y otra vez.
—¿Eso es lo que piensas? —pregunta Ralph dolido, no por la parte de que su ego es más grande que el universo, sino porque Atlas siente que pierde.
—Es lo que todos dicen. ¿Ves que pelear es hiriente y horrible?
—No, porque puedo ponerle huevos. Sí, te he hecho daño en el pasado no fue intencional. Atlas, cuando te fuiste a la universidad me dolió. Cuando terminamos porque queráis lanzar tu carrera en las entrevistas de chismes fue mi culpa y cuando terminamos porque soy un imbécil patológico fue mi culpa, y me dolió, las tres veces lloré, me sentí cansado, avergonzado y entendí que era difícil para ambos y que teníamos sueños muy grandes que no cabían en el cajón. Renunciar en ese momento no era lo mejor para nosotros.
—Lo sé, porque ya lo vivimos y ya pasó—responde Atlas de mal humor.
—No he hecho nunca nada con el fin de lastimarte—responde Ralph y la rodea de la cintura —tampoco te resiento nada.
—Bien pro ti.
—¿Tú me resientes algo?
—Esta conversación —Ralph, le besa en los labios y ella le mira enojada.
—Ahora, el internet dice que si peleamos tenemos derecho a sexo de reconciliación. Así que usa bien tu enojo —pide Ralph mientras la lleva a la cama.
—Me has herido en formas que no te imaginas, siempre levantas la mierda a mi alrededor y te vas, mis amigos, mi familia, mi trabajo y tú me llenas de información que solo está en tu cabeza y tienes razón. Y me dejas. Es terrible, me dejas sola. Y no se trata de si lloro o no es que no aprendo que tienes un pie fuera y mi cabeza y mi corazón están llenos de ilusiones de mierda. —Ralph le peina el pelo.
—Lo siento.
—Vale—responde Atlas y le besa en el cuello, Ralph sonríe de medio lado y ella introduce su mano bajo su bóxer. Le acaricia, de arriba abajo, le besa y finalmente le presiona con fuerza. —cuando decidas irte procura no levantar ningún fantasma, polvo o mierda. ¿Entendido?
—Vale. —Atlas le presiona los huevos con más fuerza y Ralph se queja. —Sofía da dos toques a la puerta y entra en la habitación, los ve acotados y no necesita más información antes de huír, su hermano y Atlas se quejan y ella finalmente le suelta los huevos. Ralph con todo el dolor que siente, se abrocha los pantalones y abre la puerta, su hermana se cubre los ojos antes de informar.
—Papá dice que si puedes llevarnos a mí y a mamá. Queremos salir en treinta minutos. Ya nos estamos despidiendo para ir a mi prefiesta.
—Sí, andamos en la camioneta. Ya bajo a subir todo.