Patricio.
—Pato amigo, el quince te cambio la mañana por la tarde.
—No puedo cambiar. —sigo acomodando mi escritorio porque ya salgo.
—Pero necesito cambiar amigo, tengo acto con mi hijo, cámbiame y después te cubro dos días.
—No puedo sino te cambio.
—Dale amigo, cámbiame, quiero ir al acto de mi hijo.
—No puedo cambiarte, tengo acto de mi hija también y no puedo, no trabajo justo ese día y no pienso venir, busca a otro.
—Si no tienes hijos.
—Si tengo, dos hijas tengo y tienen acto también. —agarro mi celular y una carpeta con unos papeles que debo revisar pero ya me voy—. No puedo cambiarte, busca con otro compañero. —pone caras donde habia venido como imponiéndome que le cambie—. A parte para un poco porque me debes un montón de días.
—Ya sé.
—Bueno, ve haciéndote a la idea qu
