April.
Los días siguientes no son los mejores. Paso la mitad del día en la escuela y dos veces a la semana ensayando en el teatro por las tardes, no me quejo de eso porque esa parte me gusta, pero de pronto no me siento... yo misma. No hablo con Issa porque se ha quedado a dormir con su novio Alex, lo cual por mí está bien porque no me atreví (y no lo haré) a contarle lo que pasó con Dave; Issa cree que entre nosotras no hay secretos, pero no es así… mis sentimientos por Dave son algo que desconoce, eso y algo más que nadie sabe.
También está Spencer que se esfuerza mucho por hacerme feliz y lo consigue en su momento, pero nada se siente igual, me siento culpable por engañarlo, pero qué se supone que le diga ¿Tenemos que terminar porque te engañé con mi hermanastro? Sí, no creo que esa sea una buena idea. Además, no quiero terminar con él justo ahora porque eventualmente Dave se va a enterar y no quiero que piense que fue por él. Creo que estoy haciendo algo terrible, creo que soy una terrible persona.
Y toda la maldita culpa la tiene David Eduardo Martínez Peña, Dave. Si tan sólo pudiera sacarlo de mi cabeza las cosas serían más fáciles.
—Hola.
Alzo la mirada, fuera de mis pensamientos, y me encuentro con Spence sonriendo tiernamente hacia mí. Le devuelvo la sonrisa y acepto el beso que me da. Se sienta junto a mí en la banca y toma mi mano.
— ¿Llevabas mucho tiempo esperando?
—Unos diez minutos, pero siempre llegó antes de lo acordado.
Me encojo de hombros.
—Lo sé, a veces me sorprende la puntualidad que tienes. Y luego me siento mal porque yo siempre llego tarde a nuestras citas.
Es cierto, aunque nunca llega tan impuntual para que me moleste; si fuera así no habría tenido una segunda cita con él. Quizá sería más fácil si lo esperara en mi departamento, pero sólo llevamos unas semanas saliendo y me niego a darle mi dirección, creo que eso hace las cosas más serias, es mi regla. Claro que Issa se pasa las reglas por donde quiere, pues le dio la dirección a Alex desde el primer momento, por suerte resultó bien para ellos.
—Sólo por unos minutos, pero… luego te regalaré un reloj —bromeo.
—Lo que siempre he querido. —Me besa en la mejilla, su cabello rojizo roza mi frente y me hace costillas, él está sonrojado cuando se levanta y me extiende la mano para caminar juntos. Quizá podría ser su inocencia lo que más me gusta—. Sé que habíamos dicho que iríamos a comer…
— ¿Pero…?
Caminamos por el parque como cualquier otra persona por Central Park y eso hace que olvide mis problemas por un rato.
—Pero Sebas me acaba de marcar hace quince minutos y quieren ensayar en media hora.
—Hoy es jueves ¿No se supone que ensayan los miércoles? —pregunto; me detengo a la mitad y suelto su mano, molesta porque quiera cambiar los planes el mismo día, pues si iba a dejarme plantada bien pude aprovechar mi tiempo en otras cosas—. No puedes simplemente dejarme tirada aquí y ya.
—Lo sé, lo sé. Y lo siento —se disculpa con ternura—. Pero les dije que no podía. —No dejo de mirarlo porque no le creo—. En serio. Les dije que estaría contigo y luego dijeron que te podía llevar… sé que no te gusta ir por Dave, pero…
— ¿Qué tiene que ver Dave? ¿Por qué me importaría?
Puede que mi reacción sea algo exagerada y fuera de lugar, pero escuchar su nombre me descontrola por completo.
—Porque tú y él apenas se soportan y no pueden estar en la misma habitación sin pelar, por eso —responde de manera normal; supongo que eso es lo que todo el mundo piensa—. Pero él no va a estar ahí, tiene clases hasta tarde. Anda, acompáñame al ensayo. Podemos pedir pizza y comemos todos.
Mi expresión no es agradeble.
—Odio pedir pizza porque es una caja innecesaria. —No responde y puedo decir que está buscando alguna manera de complacerme en mi capricho. Suspiro y accedo—. Iremos por algunos ingredientes y haré la comida. Puedo usar la cocina de Sebas ¿no?
—Sí, claro que sí. No habrá ningún problema porque además Kitty-Kat te adora, le gusta que haya chicas en el grupo.
Sí, soy parte del grupo, pero eso sólo complica las cosas para mí.
Sonrío y dejo que Spence sonría aún más, comienza a caminar preguntándome qué es lo que necesito para cocinar y que puedo pedir lo que quiera.
Es bastante dulce, no es el típico chico baterista de una banda que es rudo y tiene el ego por el aire. Spencer es lindo en muchos sentidos y me cuida como si fuera de cristal (lo cual odio), es tímido hasta para tener muestras de cariño en público, dice chistes que no son nada graciosos y no puede odiar a nadie. Ciertamente, somos muy distintos, por eso creí que sería una buena idea estar con él, que lo que yo necesitaba era alguien con quien nunca hubiera salido antes, para poder cambiar de rumbo.
El lugar de ensayo de los chicos es la casa de Sebas y Kat, que en realidad es una especie de bodega bien arreglada donde viven y ensayan. Es lindo aun cuando siempre hay algún tipo de desastre. Entramos y los únicos que están preparando todo son Mateo y Sebas.
—April, hola —me saluda el grandulón, Sebas.
—Hola. Trajimos ingredientes para una pizza. ¿Puedo usar tu cocina?
—Claro, toda tuya. La verdad no sé dónde están las cosas porque no la usamos mucho.
—Me las arreglaré. —Los dejo y empiezo a caminar hacia la cocina, pero los veo perfectamente y también los escucho.
—Buena idea, Spence —dice Mat con toda la intención de que lo oiga—, explotar a April.
Le enseño un dedo no tan amistoso y Mat se ríe.
—Le pondré veneno para ratas a tu pedazo, quizá así te sigas riendo.
—Tan linda como siempre.
No le hago caso, pero puedo adivinar que se está riendo de mí por alguno de esos comentarios que suelta sólo con el afán de molestarme. Mat y yo nos llevamos bien y soporto sus comentarios porque sé que no es un idiota de verdad, sólo se esfuerza por llevarme al límite, además agradezco que ensayara conmigo para la audición de la obra musical donde estoy ahora; en realidad, es buen amigo y aunque no apostaba por él en cuanto a una relación con mi prima Issa cuando él quería salir con ella, no quita el hecho de que es mi amigo. Aunque no tan íntimo porque está demasiado unido a Dave; ellos dos se conocieron desde niños, cuando Dave aún vivía en México.
—Muy bien, ya llegué. —Wayne, el otro integrante de Red Crossroads, la banda, azota la puerta y lanza su mochila al sofá—. ¿Quién fue el idiota que programó un ensayo de emergencia?
— ¿Quién fue el idiota que ayer no supo cambiar de tonos altos a tonos bajos? Ah, sí. Tú. —Mat le lanza un cable—. Mañana tenemos una presentación importante frente a un público que no hemos visto y frente a otras bandas, no podemos fallar. Por eso tenemos que ensayar hoy.
—Habrá pizza casera al terminar —digo.
—Ya es algo, gracias. —Se encoge de hombros, le da un golpe a Mat y se pone a ayudarlos.
Spence no está con ellos ayudando, sino que viene a mi lado, se lava las manos y está listo para mí.
— ¿No tienes que ayudarles?
—Yo había quedado contigo primero. —Es justo y verdadero—. No irás mañana a vernos tocar, ¿cierto? Es día de presentación y concurso.
—Lo siento. —En realidad, no lo siento, porque sé que su presentación es en New Jersey y estoy segura de que Dave estará con ellos y lo último que quiero es verlo—. Recuerda que los viernes y sábados tengo función en el teatro. Pero graba cuando toquen.
—Tocaré especialmente para ti.
Apuesto lo que sea a que quiere besarme, pero la dirección de sus ojos se desvía al resto de los chicos para ver si observan, cuando está seguro de que no lo hacen, se atreve a besarme, pero es un tiempo corto. Y yo… no siento nada.
Aprovecho sus manos ayudantes tanto como puedo hasta que ellos están listos para ensayar y los escucho desde la cocina, picando ingredientes y dejando todo listo para meterlo al horno por cuarenta minutos. Luego me voy al sofá a verlos y escuchar lo maravillosos que son.
Spencer tiene más confianza que la primera vez que lo vi tocar, aunque ciertamente mi atención no estuvo todo el tiempo en él esa noche, pero sé que poco a poco se ha ido adaptando a la banda y le gusta lo que hace. Wayne ya tenía confianza, pero ahora está en el límite para ser insoportable, por suerte tenemos a Mat que lo pone en su lugar cuando empieza a decir cosas estúpidas. Creo que Mat es el más preparado de los cuatro, sus canciones son grandiosas y, aunque fue el último en integrarse a la banda, su talento y su forma de ser han hecho que los chicos lo escuchen como a un líder. Sebas era el líder original, pero es tan bueno que no tiene problema en reconocer que algunas veces la voz de Mat es la que tiene la razón; en realidad, Sebas es como una especie de oso de peluche gigante y con el cabello largo.
A la mitad del ensayo llega Kat, la novia de Sebas, y se sienta a mi lado, me comparte de sus dulces y ambas intercambiamos comentarios sobre lo buenos que son, pero los combinamos con burlas crueles para no levantarles la moral tanto.
—Bueno, creo que lo tenemos —dice Sebas después de una hora y media de tocar—. Mañana vamos a romper el escenario.
Mat y él chocan los puños con expresión de triunfo.
— ¿Ya pueden comer? Porque la pizza está lista.
—Sírvenos, mujer.
—Tú vas a sacar la pizza y poner la mesa. —Le apunto a Mat con el dedo y con la mirada le digo que va muy en serio—. Y apúrate.
Mateo se ríe, pero hace lo que le digo. Kat y yo sacamos los platos porque no confiamos en que pueda hacer todo él; en realidad, no es capaz de ponerse solo los guantes de cocina para sacar la pizza del horno. Es una lástima que no se haya quemado.
Spence llega conmigo y me abraza por los hombros.
—Gracias por cocinar y estar aquí.
—Hey, hey, hombre... contrólate un poco, hay mucha gente presente —se burla Mat.
— ¿Alguno puede golpearlo, por favor? —digo.
Mat saca su celular y me pone un dedo frente a mi cara, como si fuera muy importante la llamada que recibe, pero sólo quiere callarme.
—Dame un segundo, enseguida te atiendo, April. —Mat sí contesta una llamada y el resto aprovechamos para sentarnos a la mesa. Sé con quién habla y no puedo evitar escuchar su conversación—. Sí, güey, estábamos ensayando… mmm no, pero si quieres ven. Hay pizza… sí… estamos todos… ya sabes… cómo quieras, nos vemos mañana.
Es obvio que Dave supo que yo estaba incluida en ese todos y sólo me quiere evadir, estoy segura. Sí eso es lo que quiere, pues bien, es lo que haremos. Claro que nunca lo hubiera buscado por mi cuenta y, en realidad, no tenía ganas de cruzarme con él, pero si Dave se está esforzando tanto por no verme… mejor para mí.
No me quedaré llorando por lo que fue o no fue, tendré que verlo en algún momento inevitablemente, pero por mi parte no haré ninguna mención sobre lo qué pasó. Lo borraré de mis recuerdos y mandaré al diablo a Dave.
Sólo que… esa noche, cuando llego a mi departamento y estoy sola, no tengo todo bajo control como finjo tenerlo y mi escape de siempre me espera con una gran cantidad de comida chatarra que devoro en minutos, dos dedos dentro de mi boca y una cabeza metida en el retrete del baño. Esa soy yo.