-¡No soy una maldita muñeca, Jordan!- Emira estaba enojada y la modista no podía terminar de tomarle las medidas. -Sir, is impossible- dijo la exasperada mujer acostumbrada a trabajar con clientes formales y discretas. Jordan suspiró. -Debes tener vestidos elegantes en el armario en caso de que algún evento surja, y si sigues con este maldito comportamiento de niña estúpida voy a sacarte desnuda por todo este maldito lugar con una correa de perros en el cuello, ¿Lo entendiste o te lo vuelvo a explicar?- la mujer permanecía impasible puesto que no comprendía la fluidez de dicho idioma pero Emira se sentía colorada y su boca no podría abrirse un poco más porque seguramente su mandíbula se desprendería. Dicho esto ella se quedó tranquila, en parte porque no quería ser pinchada de nuevo al