Un balde de agua fría parecía acabar de ser lanzado sobre Emira. Ella acababa de firmar su acta de matrimonio y ni siquiera se había dado cuenta. El color se había fugado de sus mejillas y Jordan lo notó, aún así ella no dijo nada y mientras un mareo intenso se apoderaba de su cuerpo, cerró los puños con fuerza y miró a Eduard.
-Perfecto. ¿Donde puedo descansar?- el viejo se rió.
-Oh, en tu casa, querida, con Jordan, aquí no- se puso serio- Ahora váyanse de aquí, tengo cosas que hacer- ella se puso de pie e intentó no trastabillar cuando un pitido lejano se sintió sobre sus oídos, se sujetó de la pared con disimulo sin ser consciente de que el gigante tras ella vigilaba sus movimientos- Y no te preocupes, Emira- ella lo miró al mencionar su nombre- Tus padres estarán muy orgullosos de ti
