Emira iba camino a casa con un leve dolor en las piernas que la alegraba. No sabía que bailaba tan bien hasta que la elogiaron y la profesora Azucena le dijo que podía ir cuando quisiera. Pensaba volver el día siguiente cuando entrando al rancho su mente se concentró en que la camioneta de su padre estaba de nuevo estacionada. -Llegaron- dijo contenta y bajó rápidamente antes de que la Prado se apagara. Caminó dentro de la casa pero no vio a sus padres, en el despacho no estaban y preocupada fue al área de las habitaciones. La puerta de su propia recámara estaba abierta y con el ceño fruncido entró a ver qué pasaba. Vio a su padre sentado en la silla de mimbre de su peinadora, fumando un habano en su pipa mientras veía sin gesto a Angélica y a Daniela recoger mis cosas en unos bolsos.