Emira llegó al rancho contenta con lo que traía: Tela que la amiga de su madre, Diana, dueña de una mercería le había enviado como regalo. El ambiente se veía tenso y extrañada se dio cuenta de que ni su padre ni su madre estaban. -¡Angélica!- llamó a una de ellas. La joven y delgaducha muchacha se apareció- ¿A donde fueron mis padres? -Yo...Yo...Yo no sé- dijo nerviosa. Emira la miró intrigada y la chica se acomodaba la falda- Ellos...salieron hace rato, señorita. Ni idea, yo no sé nada- afirmó antes de alejarse a toda velocidad y a Emira, curiosa, le quedó el sabor de que algo malo ocurría y no se le quitó hasta entrada la tarde. Recordó el compromiso que tenía, se bañó y vistió con un enterizo n***o tipo pantalón que dejaba su espalda escotada y se anudaba tras su cabeza. Miró por la