Emira bebió durante la comida, deliciosa y exótica que nunca había degustado, pero fue el vino el que le hizo daño. Y de qué manera. Era la tercera copa cuando perdió la noción de todo. No fue hasta estar acostada en una mullida cama que se dio cuenta de que no todo estaba en pausa, sus oídos escuchaban música a lo lejos, su cuerpo se sentía pegajoso e inocentemente pensó que quizás se había lanzado vino encima y un amable Jordan la llevó a acostar. Cerró los ojos cuando un intenso cosquilleo se apoderó de su vientre, atontada se sintió en un sueño, revolviendose para que la agradable sensación se mantuviera. Ella suspiró y abrió las piernas, estirandolas y arqueandose en un gozo absoluto cuando el cosquilleo se posicionó justo en su… Emira batalló consigo misma pero consiguió abrir los