Tres días atrás, 12:00 am…
—Besa la cruz, Absalón.
—Si, Batushka —dijo Absalón con reverencia el término afectuoso que los fieles reservaban para sus guías espirituales presionando sus labios contra el frío metal de la cruz con reverencia, sintiendo el peso familiar del símbolo sagrado contra su boca.
Las campanas de la iglesia ortodoxa ucraniana en Miami marcaban las doce de la noche en el sótano secreto donde Absalón se encontraba. El pelinegro de 37 años, era un hombre muy supersticioso y creyente, con una fuerte atracción por la adivinación, los rituales y cierta fascinación por el ocultismo. Seguía las enseñanzas heterodoxas de Mikhail, su guía espiritual, quien era un sacerdote que se alejaba de la ortodoxia tradicional.
Aquel hombre de 68 años, con su rostro arrugado y severo inspiraba temor, y era la única persona a quien Absalón respetaba desde pequeño, ya que, lo consideraba hasta más importante que su padre. Vestía una túnica pesada verde oscuro con incrustaciones de piedras preciosas, un gran crucifijo de plata, y sobre su cabeza llevaba un klobuk, el característico gorro n£gro de los sacerdotes ortodoxos.
Mikhail había estado presente en la vida de Absalón desde su nacimiento. Fue él quien lo bautizó y le dio el nombre de Absalón, que significaba "paz con Dios”.
—Estoy aquí para la purificación, Batushka, y por su llamado —dijo Absalón cabizbajo.
—Sí, nuestro Señor me ha revelado algo. Pero primero, quítate la camisa y los zapatos, hijo mío para comenzar con el ritual—pronunció el sacerdote heterodoxo con voz grave—¿A cuántos vas a matar?
Absalón cabizbajo le respondió:
—A quince personas —Su voz estaba teñida de una calma aterradora—. Son dos ex policías trabajadores de mi padre que lo ayudaron a escapar. Los mataré a ellos... y a su familia.
—Está bien, así los demás policias y politicos, sabrán que no pueden meterse contigo—murmuró Mikhail mientras sus pasos se perdían en la penumbra —. Buscaré las hierbas.
Luego, el sacerdote se acercó a Absalón con pasos lentos, y su crucifijo de plata oscilaba como un péndulo. De su túnica sacó un saco de cuero con hierbas extrañas. Tras echarlas en el incensario y trazar símbolos en el aire, comenzó sus conjuros:
—Krev a kosti, síla předků —murmuró en antiguo eslavo: sangre y huesos, fuerza de los ancestros.
Un humo verde envolvió a Absalón, quien con profunda devoción permanecía arrodillado y sin camisa, cabizbajo, con los brazos abiertos y los ojos cerrados, mientras Mikhail continuaba su canto:
—Očisti duši, posilni tělo —su voz resonaba con poder― purifica el alma, fortalece el cuerpo.
Más tarde aquel día…
Después de aquella “Purificación” El incienso flotaba en el aire del sótano como una neblina sagrada. El ritual había concluido y Mikhail, el sacerdote de prácticas heterodoxas se irguió ante Absalón con la autoridad que solo los años de servicio "divino" podían conferir. Sus ojos oscuros y misteriosos estaban clavados en él.
—Escucha, Absalón. Nuestro Señor me ha revelado algo—dijo con voz misteriosa.
Absalón permanecía de rodillas, con su cuerpo fornido y tatuado contrastando con su postura humilde.
—Soy todo oídos, “Batushka” —respondió con devoción inquebrantable.
El sacerdote se tomó un momento antes de pronunciar las palabras que sacudirían el mundo de Absalón:
—Debes encontrar una “druzhyna” —pronunció con deliberada lentitud—, una esposa, preferiblemente virgen para que te vaya bien. Debes casarte y embarazarla. No importa la rąza, el color, o la nacionalidad que sea. Lo único, es que debe ser virgen... —hizo una pausa— Y mayor de edad por supuesto, para que... no te metas en más problemas, tú sabes.
El rostro de Absalón cambió dramáticamente y alzó su mirada de ojos azules penetrantes ante el sacerdote. Con lo libertino que era, la idea del matrimonio le provocaba un rechazo visceral. Nunca había creído en el amor ni permitido que una mujer ocupara un lugar permanente en su vida, prefiriendo siempre los encuentros casuales. A pesar de su fe ciega en su "Batushka", esta orden desafiaba todas sus convicciones.
—¿Una druzhyna? ¿Casarme? ¿Con una virgen? —las palabras escaparon como veneno de sus labios.
—Así es —confirmó el sacerdote con firmeza inquebrantable—. Si deseas encontrar a tu padre, deberás desposar a una doncella pura. Es un mandato divino, y debe ser virgen, no una mujer de la calle como las que siempre te acuestas —hizo una pausa ceremonial—
—. Traerás ante mí las sábanas con la prueba de su pureza, para realizar el ritual sagrado para tu suerte. Es la voluntad... del Señor.
Absalón, incómodo sacando su lado rebelde y arrogante, por primera vez en su vida se atrevió a desafiar a su líder espiritual:
—¡Pero... Batushka! —protestó Absalón con una mezcla de frustración y respeto— ¡Tú sabes que yo no creo en el matrimonio, ni en la estupidez del amor! Además... ¿una virgen a estas alturas? Já.
En ese momento, Mikhail al ver que se le reveló, se llenó de ira y espetó:
—¿Vas a desobedecerme? ¡Todo lo que te digo viene de parte de Dios! —el eco de su voz hizo temblar las velas— ¿Y quién te dijo a ti que para casarte necesitas amor? Solo búscate una mujer virgen y cásate con ella. Debes ser su primer compañero s£xual para obtener esa buena energía.
»De lo contrario, no encontrarás a tu padre y, te irá mal maldita sea y hasta te matará. ¡No me hagas enojar, Absalón! —Le dio un pequeño golpe con el gran crucifijo en la cabeza, un gesto que mezclaba disciplina y afecto paternal.
Absalón, fiel creyente de todas las palabras de Mikhail, se encontró derrotado por primera vez en mucho tiempo. Bajó la cabeza en señal de sumisión, apretando su mandíbula reflejando la lucha interna que experimentaba.
—Está bien. Buscaré... a una virgen y... me casaré con ella, Batushka.
Horas más tarde aquel día…
Mientras su lujoso automóvil surcaba las calles nocturnas, Absalón masajeaba sus sienes con movimientos circulares. Leví y Franko, sus leales súbditos, lo observaban preocupados desde los asientos delanteros. Era inusual verlo así después de un servicio espiritual: estresado y malhumorado en lugar de calmado. Entonces, él con los ojos cerrados y la cabeza reclinada en el asiento trasero, Absalón rompió el silencio:
—Les tengo una misión.
—¿Que será jefe?—dijeron los gemelos al unísono como de costumbre.
—Deben buscarme una maldita virgen para casarme con ella—anunció finalmente Absalón.
Los gemelos, idénticos hasta en sus expresiones de asombro, intercambiaron miradas sigilosas. Franko, el más hablador, le dijo:
—¿Una... virgen, señor?
—Sí —la respuesta de Absalón vino acompañada de un suspiro cargado de preocupación y fastidio mientras abría sus ojos y su mirada se perdió en la ventana—Me lo dijo mi sacerdote. La perra debe ser... mayor de 18 años. Es para suerte. —Sus dedos tamborilearon nerviosamente sobre su pierna— Si... me caso con una, tal vez consiga a mi padre y pueda matarlo.
Los gemelos se miraron con disimulo otra vez, ya que, esto era muy extraño, pues conocían de los gustos de Absalón por 13 años y sabían que a él le encantaban las mujeres experimentadas y liberales. A su vez, como cosa rara, Absalón nunca en su vida había estado con una virgen. Más bien, perdió su virginidad con tres prostitutas a una edad temprana. Sin embargo, ellos muy encomendados en su trabajo le respondieron al unísono:
—Está bien, señor.
—Vayan a un pueblo o no sé. Pero necesito desvirgar a una maldita y casarme con ella. Necesito buena suerte.
—Si señor, se la buscaremos—respondieron, Leví y Franco al mismo tiempo.
Tiempo actual, piscina del Hotel Ritz-Carlton, Miami, 2:00 am...
—Claro que no me gusta exhibirme, fue un accidente —protestó Sally con indignación, con su voz temblando ligeramente mientras el agua goteaba por su piel bronceada. Sus brazos seguían cruzados protectoramente sobre su pecho, una postura que la hacía parecer más vulnerable ante la mirada depredadora de Absalón.
«No está tan mal, la maldita.Tiene... las tetas grandes»
Luego, él con sarcasmo cruel respondió:
—Sí, claro —el humo de su habano formaba halos alrededor de su rostro sensualmente peligroso.
La morena nerviosa le respondió con suplica e irritación:
—¿Puedes darme mi sujetador por favor? y... ¿dejarme sola? —estaba consciente de su posición desventajosa.
Absalón se irguió en toda su altura imponente, con su figura proyectando una sombra amenazante sobre el agua. Sus ojos azules brillaron con malicia mientras una sonrisa cruel se dibujaba en sus labios.
—No me gusta tu actitud, pequeña perra —declaró con voz gélida. Tomó el sujetador mojado entre sus dedos largos y lo lanzó con un movimiento deliberadamente casual cayendo algo lejos—. Pues ve por él.
La hermosa morena abrió su boca en una expresión de genuina sorpresa e indignación. Sus ojos oscuros centellearon con furia mientras observaba su costosa prenda volar por el aire.
—¡Oye! ¿Qué te pasa? —exclamó, olvidando momentáneamente su vulnerabilidad ante la rabia—Ese traje de baño me costó 5000 dólares y solo había tres en el país.
—Pues qué mal —respondió él con indiferencia estudiada, disfrutando cada segundo de su tormento—. Se veía bien barato. Te robaron.
Continuará...