Parte dos: Capítulo I: ¿Qué tan lejos huirás de mí, señor, H. M?

1043 Words
—Así es. —llegan al gran portón y se detienen. —Sé lo mucho que te gusta Harry, no tienes porqué fingir que no es así. —mira conmovido al castaño. —No es como que tenga oportunidad, ya lo he intentado varias veces y el ha sido muy amable en rechazame. —suspira y deja que el viento sobre su rostro con suavidad, cerrando los ojos con suavidad. —No me molesta y tampoco me hace sentir miserable, solo que… me pregunto ¿quién será la persona que lo hace pensar tanto y sonreír solo cuando lo hace? —Eso es algo que… —suspira y frunce el ceño algo sorprendido. —No puedo decirte nada al respecto, sabes que es mi mejor amigo, así que quizás un día pueda contártelo. —sonríe con suavidad. —Vamos a comer camarones. —¡Vamos! —chilla y corre como aquel niño entusiasmado por ir al parque. Dejando atrás por un momento las preocupaciones y sumergiéndose en el placer simple de la compañía, y cómo no, la naturaleza que les rodea a cada paso, y la promesa de una buena comida. Con pasos ligeros y risas en el aire, se encaminan hacia la próxima parada, hacia un pequeño puesto de camarones fríos con frutas y picantes, la especialidad de la zona. —Pienso comerme al menos dos platos y medio de esa belleza. —señala, exagerado, los platos de camarón frío. —Está loco. —niega con la cabeza el castaño. —Ve a hacer pedido, iré a buscar el pato por el otro senderito. El par de chicos se separan finalmente y el de ojos cafés y mejillas regordetas camina con ánimo y parsimonia sobre el sendero serpenteante observando a su paso el hermoso jardín donde las flores exóticas bailan con la brisa y el aroma a sal y mar se mezcla con el dulce perfume floral. El sol se filtra entre las ramas de los árboles, creando destellos dorados en el camino mientras se acerca cada vez más al pequeño puesto de mariscos. —Sí, es increíble. —el joven responde ante sus pensamientos internos, su rostro iluminado por una sonrisa. —Es como si el universo estuviera conspirando para hacer de este día algo especial. —musita y suspira. —Y realmente lo es, finalmente podré estar tan alto… tan alto como ese maldito idiota. —suspira liberando frustración. —Debería llamar a Harry por un rato. —observa a su alrededor. —Pakpom tardará un poco. —marca al número del pequeño ángel. —Ahora no me molestes. —lanza un bufido desde el otro lado de la línea. —¿Ahora no puedo hablar con mi mejor amigo? —pregunta dramático y rompiendo a carcajadas al final. —Ojalá te rieras así y no por la maldad. —Y me dicen a mí que soy dramático. —suspira mientras toma dos bolsas de mango con sal y pimienta del puesto de camarones fritos, agradeciendo con un suave gesto a la mujer que atiende. —Oye… —Lo sé. —El de ojos celestes se estira en la cama y acaricia su cabello. —Pero no puedo darte más que la misma respuesta de siempre. —¿Tú aún…? —Sí, Hans, aún lo estoy, estoy enamorado de ella, pero primero es mi dignidad, eso no es negociable… pese a ello no pienso negármelo a mí mismo y fingir que ya no siento nada, y si bien soy el más interesante en no sentirme así, sencillamente aún no estoy preparado. Me esfuerzo bastante, pero hago todo lo que puedo… —suspira. —Y tú debería permitírtelo también. —Yo… Los pensamientos a los que él mismo catalogó como, “Pensamientos inútiles” o también como “Pensamientos insulsos”, llegaron a su mente; Aquellos pensamientos son todo menos inútiles, son aquellos recuerdos más preciados, llenos de pasión y ciertamente adrenalina, los que causan que su garganta se sequé nuevamente, y solo dejen en el sentimientos llenos de dolor y rabia, llenos de total discordia, pues, qué mejor que olvidarlo, solo sesga su mente y nubla su vista, eso no lo quiere, no más. —Harry, cuantas veces debo repetir que no estoy enamorado de ese imbécil. —Se llama Ansgar y lo sabes, no tienes porque buscar minimizarlo para sentirte menos adolorido. —Piensa lo que quiera. —dice y toma la bolsa con lo pedido a la pequeña tienda de camarones fritos. —Tomaré el pedido y esperaré a Pakpom, nos vemos en casa. —Hans, espera… —Nos vemos. —Cuelga inmediatamente. Los pensamientos revoloteaban en la mente de Hans como un enjambre de abejas inquietas a tal punto en que se tropezó un par de veces con algunas personas en su camino. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué Harry seguía aferrado a un amor que solo le causaba dolor? ¿Acaso su dignidad valía más que su felicidad? Se generaban preguntas una tras otra al no entender la entereza con la que es capaz de decir tales cosas, al menos su corazón ahora tan osco ante la posibilidad de exponerse y desnudarse a otros sin más, se la hace imposible después de todo lo que pasó; Como un torrente que amenazaba con inundar su mente ya saturada se apresura a la heladería frente a él, sacudiendo la cabeza para dejar ir las reflexiones por el caño. ¿Debería seguir luchando por lo que quería o debería aceptar la realidad y dejar ir toda la oscuridad en su ser? —Por favor deme tres tarros de helado, uno de fresa, otro de melocotón y otro de banana con chocolate blanco. —Enseguida. —El joven carismático sonríe con coquetería a lo que Hans lanza un bufido y niega con la cabeza. —¡Hans! —Pakpom grita a lo lejos sonriente y llega corriendo a su lado. —Oye, ¿vas a reventar de comida hoy? —Sí, hoy siento que la comida sabrá especialmente deliciosa. Por cierto, ¿cuántos patos compraste? —La cantidad normal que un ser humano normal consume. —lo mira sospechosamente. —Glotón. —Metiche. —Cachetón. —Jirafa. —ríe y golpe su brazo un par de veces.
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