Parte dos: Capítulo I: El Gato Y El Ratón.

1371 Words
Cuando finalmente las puertas del ascensor se abren en el piso 13. Harry sale primero y toma la mano de Hans que de alguna manera pone resistencia, quería huir sin duda alguna. —No, no, no quiero. —Lanza quejidos temerosos. —Puedo vivir vendiendo arepitas y butifarras con limón y sal en la entrada de la empresa. —abraza el brazo del más alto. —Hans Murphy compórtate como un adulto, ahora mismo. —toma al chico de los hombros y acomoda su vestimenta. —Tú puedes hacerlo, ánimo. —alza su puño al aire y Hans quejoso alza el suyo. —Nos vemos a las 4 de la tarde, quizás te pongan a trabajar tan pronto termine la inducción, escríbeme por mensajes a escondida. Te quiero. —besa su frente y este lo abraza sin querer dejarlo ir. —Han, suéltame. —Está bien. —deja de abrazarlo y se despide con una reverencia. —Loco, esto no es Corea. —Espero que me echen. —Mejor cierra tu sucia boca mocoso. —corre rápidamente al ascensor. —Recuerda, sunny side up, sunny side up. —canturrea sacando una carcajada del mal joven. —Sunny side up. —canturrea suavemente mientras su amigo desaparece en el ascensor. —Espero no colapsar ahí adentro. Tomando la respiración hondo, exhalando con suavidad como su terapeuta y psiquiatra la han enseñado, se aventura a aquel pasillo casi interminable para llegar al salón de la temida entrevista, “Faltan 20 minutos, todo va bien”, piensa y aprieta sus puños determinado e inseguro al mismo tiempo. Al pasar, sus ojos se abren con asombro y embelesamiento, al ver en carne y hueso, el umbral del tiempo, lo que cualquier artista moriría por ver un pasillo lleno de magia. Aquel pasillo, digno de los Rockefellers, se extiende majestuosamente, como un susurro eterno y manchado hermosamente del arte barroco. Sus paredes, cubiertas con una pátina de historia casi infinita, respiran el legado de maestros pasados. El aroma de la creatividad se mezcla en el aire, mientras las luces cálidas se filtran a través de las altas ventanas, acariciando las obras maestras que yacen en su interior, “Esto es un museo”, tapa su boca, temiendo chillar de la emoción. “Imposible, no puede ser, ¿es original?” Camina rápidamente por el pasillo, ignorando la presencia de aquel hombre, aquel que lo mira silenciosamente en la tenue oscuridad del pasillo a paso silencioso. Los ojos del joven se topan con aquello que lo había hecho saltar de emoción, se encuentran con la hermosura de El éxtasis de Santa Teresa de Gian Lorenzo Bernini, donde la escultura de mármol cobra vida, capturando la pasión y el éxtasis en cada curva y cada mirada. Por Dios, el arte fascina cuando se le presta especial atención y de eso Hans es testigo, no podía quitar sus ojos de aquella majestuosidad. La adorada y preciosa figura de Santa Teresa, con sus ojos entrecerrados y sus labios entreabiertos, trasciende el espacio y el tiempo, invitando a la contemplación y al éxtasis místico. —Mataría por tener esta belleza en mi casa. —suspira embelesado. Deprisa sus ojos captan aquello que explota su cabeza. —Esto es todavía menos creíble. —se acerca rápidamente y alzando su vista ve Las Meninas de Diego Velázquez, aquello despliega su esplendor.Aquella obra nos muestra a los nobles personajes de la corte española, los cuales se congregan en un fascinante juego de perspectiva y luz. La maestría de Velázquez sin duda alguna se revela en cada pincelada, cada gesto y cada mirada, creando una ilusión de realidad que se funde con el lienzo de manera tan genuina y magistral. —Esto es… —¿También vas a matar a alguien por La Sagrada Familia de Bartolomé Esteban Murillo? —¿Hay una aquí? Bueno, a ver, no, no mataría a nadie, pero se imagina tener esto en casa, porque yo por ejemplo… —se atraganta al darse cuenta de la vergüenza que acaba de pasar. —Lo siento, y-yo y-ya me iba a la sala de e-entrevista, mis disculpas, yo… Al voltear se encuentra con aquellos ojos color violeta, que carcomen lo más profundo de su conciencia y remueven en él la maquinaria en su corazón, aquel hombre majestuoso, imponente e irrefutablemente apuesto, sonríe ladino ante el silencio y ojos sorprendidos y asustados del joven de cabello castaño. La mirada de sus ojos, de un inusual y profundo color violeta, desafía cualquier intento de comprensión. Los iris brillantes parecen contener secretos como si fueran portales hacia su mundo uno el cual Hans conoce de primera mano. A medida que su mirada sube y baja del joven, el castaño, sonrojado, no puede evitar sentir un escalofrío recorriendo su espalda, como si estuviera siendo escrutado por un ser de otro mundo, “Por Azazel”, recuerda aquel nombre término entre la mafia irlandesa, “Has leído demasiado Hans”, piensa avergonzado. Sus ojos inevitablemente observa la vestimenta de aquel hombre el cual dispone de un traje n***o que se adhiere a su cuerpo con una perfección sobrenatural, como si fuera una extensión de su ser. Los hombros anchos y firmes denotan una presencia dominante y poderosa, como si en sus genes viniera adherido el tener tanta presencia como la de el mejor actor de la sala de premiaciones. Sus brazos cruzados sobre el pecho parecen formar una barrera impenetrable, revelando una determinación inquebrantable y una disciplina inflexible, “Un corazón cobijado por la dureza”, piensa el castaño y se atraganta nuevamente apenado. —L-Lo siento mucho, señor Ansgar…Ans… —Ansgar Alessandro Gabriele Jörgensen Rockefeller y no se disculpe, no puedo culpar la fascinación de alguien por el arte. Es un gesto de poca educación quitar el disfrute visual de los demás. —Entiendo, c-con su permiso debo ir a la entrevista. —con torpeza se voltea y tropieza ligeramente y se sonroja con fuerza al escuchar la suave carcajada del hombre. En su mente solo imagina una sonrisa ladina se curva en sus labios, revelando un toque de malicia y astucia. Es una sonrisa que sugiere un tono de burla, “Pues claro que sí, acabas de hacer el ridículo”, el joven se abofetea mentalmente. —Cuidado con la puerta. Repentinamente, su brazo es sostenido con suavidad alejándose de un posible golpe en la frente. Alza su vista rápidamente y observa aquella sonrisa donde sin duda se encuentra una sutil y peligrosa seducción en su gesto, capaz de cautivar y hechizar a cualquiera que se atreva a mirarlo de cerca. —Tenga más cuidado. —Lo siento. —se aleja rápidamente. —Lo lamento. —hace una reverencia y se arrepiente al instante, abriendo los ojos sorprendido y avergonzado. —Perdón. —Tranquilo, en esta empresa no se discrimina o irrespeta las costumbres culturales de nuestros empleados siempre y cuando no perjudique el ambiente laboral, no hay nada por lo cual formar problemas. —estira su mano cordialmente invitándolo a entrar. —Adelante, al parecer es usted la primera persona en llegar a esta entrevista. —suspira con elegancia. —A nadie le gusta ser entrevistado por el hijo de un Rockefeller. —¿Q-Qué? —nervioso pregunta, tratando de disimular su confusión. —¿No lo sabía?, a las 12 siempre entrevista el jefe mayor de esta compañía, a la 1 de la tarde llegan los demás suplentes para hacer la entrevista, por tanto, usted es el único valiente en venir. —Perdón, pero creo que hay una confusión. —se atraganta ligeramente y alza sus manos, “Harry, maldito idiota”, piensa sintiendo que la tierra se lo tragará en cualquier momento por su bienestar. —A mí no… —Entiendo, pero ya tengo sus documentos aquí, así que tendrá que hacer la entrevista. Después decidiré qué tan inútil o útil es para esta empresa. —Entiendo. —baja su mirada entristecido, sintiendo impotencia ante sus palabras llenas de crueldad. —De acuerdo, haré la entrevista, señor. —Señor Ansgar para usted. —voltea y encuentra aquellos ojos color café mirando el piso con el ceño fruncido, al parecer irritado. —Adelante, siéntese.
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