Parte uno: Capítulo I: El Gato Y El Ratón.

1216 Words
Entre llamados de atención, quejas y chillidos de exasperación de Harry, se vistió rápidamente, arreglando su camisa blanca apropiadamente, “¿Debería subir de peso?”, pensó sonriendo al recordar a su padre. Hans, a pesar de ser un joven tímido y en ocasiones con espíritu aventurero, hace 5 años se le dificulta salir solo a la calle debido a la ansiedad que este lo causa. La llamada ansiedad le fue diagnosticada hace 5 años producto de un accidente dentro de un centro comercial donde él y otra personas, incluyendo a su mejor amigo, se quedaron atrapados por un par de horas. Ya se puede dimensionar lo impactante que fue para un joven que solo deseo ese día con todas sus vidas regresar a la sala de cine y seguir comiendo palomitas en Seúl-Corea del sur. Dos años después de aquel acontecimiento, los padres del joven deshicieron enviarlo a estudiar al extranjero gracia a sus buenas calificaciones y el financiamiento de la universidad pública en la que estudió. Y mírenlo ahora en la gran ciudad de Belfast, la cautivadora capital de Irlanda del Norte. Con ojos curiosos y una sonrisa en el rostro, se sumerge en la vibrante atmósfera de la ciudad mientras el auto de Harry va tan rápido como puede. Sus cabellos, de color castaño claro y despeinados, caen sobre su frente, y sus ojos cafés brillan con asombro ante la belleza arquitectónica y la historia que impregnan las calles de Belfast “Es una pena que no pueda disfrutarlo tanto como desearía”, piensa con nostalgia. —Oye, despierta de tus sueños. De verdad que te pierdes demasiado en tú propiamente. —estira su cuerpo con pereza en su asiento. —No quiero entrar a trabajar. —lloriquea agotado, pues los dos últimos meses han sido extenuantes debido a la contratación de nuevas empresas y comerciantes. —Nos toca entrar, tampoco es que quiera, debemos hacerlo. —remueve su cuerpo algo incómodo y con ojos tristes. —Todo estará bien, vamos, ánimo. —sonríe reluciente, causando mayor pesar en el corazón de su amigo. —Prométeme que me contaras cada cosa que suceda- —Lo prometo mama. —Qué chistoso. —pellizca su mejilla regordeta. —Recuerda, es el piso 13, se llama Valkyria. Tu querido amor es bastante obsesivo con el orden A todo le pone nombre. —niega con su cabeza sin poder digerirlo. —Está loco. —Un poco quizás. —rompe a carcajadas junto a su amigo. —Vamos, rápido, solo faltan 30 minutos. Rápidamente, bajan del auto, dejando todo asegurado tras ellos. Se miran el uno al otro para cerciorarse, estar preparados para empezar el día. Se dan una despedida por medio de un saludo extraño e infantil —Suerte en la entrevista. —aplasta sus mejillas sonrientes. —Suerte en el trabajo, cuando salgamos vayamos a tomar algo en la cafetería de al lado. —Hecho. —cierra sus ojos y chilla con flojera. —Vamos. Al darse la vuelta, Hans observa una vez más el imponente edificio Ansgar Rockefeller, su mirada se alza hacia lo alto mientras admira la majestuosidad de su arquitectura. La estructura se eleva con orgullo en el horizonte de la ciudad, desafiando al cielo con su presencia imponente, tan imponente como los amos que ha tenido en años anteriores. Fundado en el año 1900 por el Señor Rockefeller, se ha convertido al pasar cada año en la empresa más popular y de dominio en el país, junto a SVL en rusia a manos de Petya Duscha Zaytsev Ivanov, “El clan Romanóv”, piensa con escalofríos y sauce su cabeza, “¿Todos los empresarios deben estar dentro de la mafia para llegar tan alto?”, piensa profundamente. Al acercarse un poco cada vez más junto a su Harry que habla quejoso sobre todo el trabajo que tiene para realizar hoy. Su respiración se corta al sentir el edificio Ansgar Rockefeller en sus narices; definitivamente es una obra maestra de diseño moderno y elegancia. Su fachada de cristal reluciente refleja los rayos del sol, creando un juego de luces y sombras que cautiva a Hans. Las líneas limpias y audaces definen su silueta, transmitiendo una sensación de poder y sofisticación, característica muy comentada respecto a la personalidad de los Rockefellers. —¿Estás listo? —pregunta con suavidad su amigo al verle algo ansioso. —Todo estará bien, te llevaré al piso 13. —Gracias, lamento si de pronto te regañan por mi culpa. —Descuida, el jefe sabe de tu situación y aun así sabe lo capaz que eres para trabajar como secretario en esta empresa. —Por Dios, ni siquiera he ido a prácticas. —¿Desde cuándo el niño Murphy lo necesita? —Idiota. —ríe con suavidad. —Ahora, entremos. Al ingresar al lugar sus ojos brillan y sus mejillas, se sonrojan al sentirse insignificante frente a la grandeza de este edificio en su interior, pero al mismo tiempo se siente atraído por su magnetismo. Observa detalladamente los detalles arquitectónicos, apreciando la meticulosa planificación y ejecución que ha dado lugar a esta maravilla urbana. Y por supuesto las preguntas empiezan a surgir, cuestionándose sobre los incontables eventos históricos que debieron haber ocurrido en la empresa que sus pies pisa. Se imagina a empresarios exitosos, artistas famosos y líderes visionarios caminando por sus pasillos, tomando decisiones importantes y forjando el destino de la ciudad, aquello causa palpitaciones que inundan sus oídos y lo llevan a la ensoñación completa. “Algún día tendré mi propia empresa, no importa cuán pequeña sea, este lugar me llena lo suficiente para tomar el riesgo”, piensa sin evitar sonreír con suavidad, inspirado por el Ansgar Rockefeller, aquel ejemplo monumental lo ve como un símbolo de ambición y logros, un testimonio tangible del poder del ingenio humano, y lo innegable de su innovación. Se deleita en la admiración de su grandeza y siente como la sangre le hace sentir cosquillas al pasar rápidamente por sus venas, clara señal de que su corazón se contagia de aquella grandeza y es impulsado a perseguir sus propios sueños, y metas con la misma determinación y audacia. Se apresuran a subir al ascensor rápidamente para no perder un minuto más y con paso rápido y decidido, se dirige hacia la puerta del ascensor con una expresión de urgencia. Suspiran y se relajan al estar adentro, ya que solo sus almas se encuentran ahí. —¿Estás seguro de que vendrás conmigo? —Tranquilo, la jefa no me regañará por esto. Mientras mi jefe interno le avise todo estará bien. —bosteza y observa cómo el joven, nervioso, muerde su labio mirando el piso y apretando con fuerza la maleta en su pecho. —¡Ah, qué ganas de ser los Backyardigans! —sacude su cabeza y se apoya en la baranda del ascensor, moribundo. —¿Qué?, ¿por qué? —pregunta entre carcajadas. —Ya lo sabes. No trabajo, no tengo colegio, no responsabilidades, solo salseo en el patio. —chilla y rompe carcajadas junto a Hans que por poco cae al piso debido a la debilidad y la pérdida de energía por las carcajadas. —Cállate, me voy a orinar, no quiero ir al baño en mi primera entrevista de trabajo.
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