Capítulo VIII: Necesito tu amor

1158 Words
Por otro lado, tenemos a la temida Madtsoia preocupada, ¿preocupada?, sí, eso, preocupada y temerosa de ver a un pequeño conejillo blanco. Ellinore respira hondo antes de tocar la puerta de la casa de Harry, “Siento que me ahogo”, piensa y sonríe nerviosa, “Carajo, pero qué mierda le hice”, piensa y se golpea la cabeza. La oscuridad de la noche se cernía sobre el techo rojizo de aquella casa, pero la luz cálida de una lámpara en el porche iluminaba el camino hacia un pequeño patio en el que rara vez se metía la azabache a observar al chico en silencio y entonces un ruido suave de la puerta cerrarse se escucha en los oídos de la azabache, “Acaba de entrar”, se atraganta y frota sus manos. La brisa fresca movía las hojas de los árboles cercanos, creando una sinfonía suave mientras la joven aguardaba llena de incertidumbre en el lugar. Harry, por su parte, estaba solo en casa, había escuchado el timbre, pero debía terminar de alimentar a los pollos y gallinas del patio antes de volver, si no lo atacarían los muy desalmados. Su abuela se había ido a visitar a una vecina, dejándolo solo con sus pensamientos llenos de vergüenza y al mismo tiempo de deseo por volver a los brazos de aquella loca mujer, pero aquella persecución lo había asustado demasiado, “No soy una animal de caza”, piensa irritado y cierra tras él la puerta con prisa. —¡Un momento, ya voy! —grita deprisa al darse cuenta de que alguien había tocado la puerta hace varios minutos. Sacude su cabello y pijama al estar lleno de hierba y virutas de maíz blanco. —Perdón, estaba dando de comer a unos pollos… —abre la puerta mientras termina de sacudir su ropa. —Pregunta antes de abrir, podría ser un loco buscando gente para matar. —irritada niega con su cabeza haciendo caso omiso a la reacción del chico al alejarse instintivamente con suavidad. —Debes tener más cuidado Harry. Tú… de verdad… —cierra su boca de inmediato y vuele a su compostura en son de disculpas. —Lo siento, solo… —Vete de mi casa. —Con el rostro profundamente sonrojado trata de cerrar la puerta. —No, tenemos que hablar Harry, por favor. —Entra sin más y cierra la puerta tras ella. Ellinore mira a su alrededor, observando la sencillez y calidez de la casa de Harry. Las paredes decoradas con fotos familiares, el aroma a comida casera que flota en el aire, y el ligero desorden que denota una vida cotidiana y común, fuera de las riquezas que a ella la rodena. A pesar de la tensión en el ambiente, se siente extrañamente en casa. —Harry, entiendo que estés molesto. Y tienes razón, debí haber preguntado antes de entrar. Pero necesitamos hablar, por favor. —dice Ellinore, intentando calmar la situación. —Habla rápido, y luego te largas. —murmura Harry, cruzando los brazos sobre el pecho. Ellinore asiente y se aclara la garganta. Sabe que a pesar de sus deseos por besarlo ahí y ahora solo incurrirá en una falta más y por ente el total rechazo del chico a una oportunamente, la segunda de todas. —Lo siento, Harry. No debería haber ido tan lejos, lo siento, es decir, no puedo negar que eso me excitó mucho… —ríe ligeramente y luego borra su risa al recordar la cuerda que aprieta su cuello. —Lo que quiero decir es que lo siento, te asusté mucho, fui una maldita perra loca, no pude controlarme. Pero eso no justifica mi comportamiento. No quería asustarte ni hacerte daño. Solo… no lo sé, yo… Harry siente como su rostro arde en un intenso rubor. La mezcla de emociones le hace bajar la mirada al suelo al atrapar los ojos feroces de la azabache que se atraganta llena de placer, “No ahora, no lo ataques”, piensa con fuerzas para no devorar al chico sobre el mesón de la cocina. —Oh… Harry, sé que esto es extraño y abrumador para ti. Pero también noté algo cuando te perseguía…¿sabes? —dice Ellinore, rompiendo la quietud y sonriendo ladina—. Tus latidos estaban acelerados, como si… como si estuvieras emocionado… como si te gustara que esta maldita loca… —se acerca con suavidad hasta queda frente a él, con el pecho cerca de su rostro, tratando de mantener el control como nunca antes. —…que esta loca traté de atraparte y devorarte dulcemente como te gusta. —No sé de qué estás hablando —murmura él, sintiéndose atrapado entre la vergüenza y la sorpresa de sus propios sentimientos lujuriosos y oscuros. —V-vete ahora, y-ya… ¡Ah! —jadea con fuerza al ser atrapado repentinamente por la cintura. —Harry, entiende que la mujer que está enamorada de ti, es una loca empedernida… —toma su barbilla con suavidad para atrapar aquellos ojos suaves y débiles. —Qué lindo conejito. —dice con voz suave pero firme. —Pero… esto es demasiado extraño, Ellinore. No entiendo por qué siento esto, por qué… esto no es normal, esto…¡Ah!, basta déjame. —murmura Harry, tembloroso, sudoroso y entre suaves gemidos al sentir sus glúteos ser acariciados. —Carajo. —masculla y se aleja de golpe, sosteniendo su cabeza para mantener el control. —Me estoy volviendo loca. —cierra sus ojos y respira hondo. Harry se aparta lentamente, sus ojos reflejando una mezcla de agitación y excitación. La intensidad del momento parece haberlo dejado sin aliento. Sus manos tiemblan ligeramente mientras se pasa los dedos por el cabello revuelto y como si aquel dios danzante en su interior lo poseyera, dice aquellas palabras que lo sentencia de por vida. —Quiero más. —cierra la boca junto a un respingo. —¡Harry! —sintiéndose enloquecer, se acerca peligrosamente al chico. —¡No, espera, espera! —grita agitado y atrapa aquellos ojos llenos de lujuria y deseos, cortando su respiración. —Mi abuela… mañana, mañana tampoco estará. —Se atraganta al ver el brillo en los ojos de la mujer. —N-necesitas calmarte primero. —cierra sus piernas al sentir un extraño cosquilleo. —Entonces mañana te haré el amor. —se acerca más al chico pegándolo a su cuerpo con brusquedad, ganando jadeos y gemidos del mismo. —No puedes negarte Harry Connor Williams. —Sí. —¿Sí, qué? —Sí, señora. —muerde su labios inconscientemente y se remueve sintiendo calor, mucha calor. —Ahora vete, vete. —vuelve a la realidad y corre a su habitación terriblemente sonrojado. —Carajo. —suelta un fuerte gruñido lleno de frustración y placer. —Voy a tener que hacer algo en la noche para calmarme. —sonríe victoriosa y socarrona, y se retira de la casa de su pequeño conejo blanco.
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