Parte uno: Capítulo XVI: Atracción en Código Binario

1181 Words
La mañana teñida de rojo por los recientes ataques cibernéticos en la empresa y la furia reflejada en los ojos del magnate multimillonario, que más que generar compasión destilaba miedo por lo que los empleados no se atrevían a verle a los ojos, excepto uno que desafío toda ley y orden, Hans. El sonido apresurado de pasos resuenan en los pasillos mientras Hans y Ansgar, escuchaban las hipótesis dos expertos en ciberseguridad quienes habían estado evaluando para generar un diagnóstico a lo sucedido, por otra parte, Ansgar empezaba a sentir tanta frustración que los espasmos en su abdomen volvieron a salir, causándole la salida de gruñidos y asustando al par de jóvenes frente a el, Hans percatándose de ello acaricia suavemente el cuello del magnate que automáticamente cierra sus ojos y descansa en su mano suavemente, suspirando con suavidad. Mientras tanto, en la sala consiguiente, un equipo de trabajo especializado, se encuentra enloquecido arreglando el sistema que se había paralizado debido al intento de extracción de información. —Ansgar, parece que la cosa está más seria de lo que imaginaba. Tenemos que actuar rápido. —pensativo frunce el ceño y segundos después estos se iluminan. —¿Y si colocamos un señuelo en el sistema? —Es buena idea. —responde uno de los expertos mirando a su compañero que asiente rápidamente. —Podría ayudarnos al menos ubicar la zona desde la cual están tratando de entrara al sistema. —Lo es, de hecho, Hans, por favor pásame la laptop por un momentos. —pide el de ojos violetas con suavidad. El castaño rápidamente le pasa la misma algo confundido. —Hice 3 cursos en ciberseguridad y también la creación de material digital falsificado, tengo algunos copias con códigos integrados que se disparan en alarmas y los cuales podrían ver desde este punto. —dice y señala la sala con brevedad. —Si es funcional, está a su disposición. —cierra las carpetas y hace entre a los muchachos que rápidamente dan las gracias. —Muchas gracias, chicos. —Hans hace una reverencia sin darse cuenta a los que Ansgar sonríe y ríe con suavidad. El dúo dinámico se retira a para seguir su labor y Hans, agotado se sienta sobre la mesa frente al rubio. —Parece un ataque coordinado. Tenemos que identificar el punto de entrada y se acabó, con eso arrastramos al asado y encontramos la ubicación. —chasque la lengua y mira al castaño pensativo. —¿Qué pasa? —Bueno, digamos que funciona, bien, de todas formas les dará tiempo de escapar, no son idiotas. —Igual los identificaremos. —¿Y cómo? —Huellas, ADN… Cariño, tengo todo un equipo de expertos para esto. —dice sonriendo con suavidad y arrogancia. —Cuidado con el sargento Horatio Caine. —sonríe burlón. —Has visto demasiadas serie policiacas. —Soy un mafioso cariño debo verlas y ponerlas en práctica. Mafioso, pero siempre limpio y con un paso adelante cariño. —Le guiña un ojo, seductor. —Arrogante. —coloca sus ojos en blanco. —Hans, no me hagas enojar. —¿Ahora qué hice? —se levanta y camina hacia la salida. —Esos ojos en blanco, Hans. —Llorón. —A ti es quien voy a hacer llorar muy pronto en la cama. —dice sin más, causando sonrojo en el de ojos cafés que mira alarmado a su alrededor. —No digas eso en público, ¿estás loco? —Un poco. —alza sus hombros con parsimonia y manipulando la silla de ruedas le sigue detrás al castaño que trata de huir silenciosamente. —Hey, es de mala educación dejar discapacitados por detrás. —Voy a la o-otra sala. —camina con rapidez entra a la sala número 3 del área informática. —Este niño me vuelve loco. —ríe con suavidad. La tensión en la sala 3 aumenta a medida que Hans y Ansgar trabajan juntos en la estrategia para atrapar a los responsables de los ataques cibernéticos. Mientras revisan el sistema, Hans se percata de que Ansgar, a pesar de su aparente tranquilidad, sigue experimentando los molestos espasmos abdominales, tocando de tanto en tanto la zona y tratado de disimular todo lo posible, “Qué tonto es, de verdad cree que no lo noto”, sonríen con suavidad y niega con su cabeza. Con gestos suaves, Hans continúa reconfortándolo, consciente de que la situación exige demasiado energía que actualmente el rubio carece en cierta medida. . —Deberías ir a descansar, ellos pueden seguir con esto. —toma las manos del obre que respira hondamente, relajando su cuellos ante el toque de las manos suaves del castaño. —Ellos se hará cargo de todo, o estaré al tanto. Has estado desde hace una hora tocándote la herida. —Lo sé, solo dame un minuto y prometo que le entrego esto al mono con gafas que está por allá. —señala con la cabeza a un chico alta y delgado que trabaja en la reparación de cables dañados por el corto circuito de algunas máquinas. —Grosero, no es un mono es un chico y te esta arreglando una máquina. Deja esto ya. —Toma la Laptop y la coloca lejos del rubia que baja su cabeza rendido. —Dios, quiero que esta cosa sane rápido. —Lo sé, pero para que eso pase debes descansar, La secretaria me dijo que canceló la reunión de hoy y la programaremos de manera virtual por el momento el día de mañana. —Estupendo. —toma la mano del chico que se sienta a su lado. —¿Qué haría sin ti? —Trata de mono a un empleado. —ríe al ver el rostro serio del rubio. Sin embargo, la breve calma y las risas entre la pareja se ve interrumpida cuando Luciano Piero, el mismísimo Tigre de Tasmania entra en la sala. Luciano, conocido por su reputación como un seductor empedernido y enfermo mental o al menos eso ha escuchado Hans en los pasillos de la empresa, además del hecho de que está obsesionado con el hombre con el que duerme cada noche, Ansgar. —Señor Ansgar. —sonríe el pelirrojo con suavidad y sonriendo con aquellos ojos gatunos perversos. —Vete de mi casa. —Ay, pero qué cruel eres. —rechista infantil. —Veo que estás acompañado. —Sí… —Sí. —interrumpe el castaño. —Un gusto, Hans. —se presenta con dureza. —Ya lo sé. —hace una mueca. —Es bueno, se evitan problemas con los ignorantes. —suspira con suavidad alzando sus hombros con obviedad. El de ojos violetas se atraganta sorprendido y le mira. —Además… —alza la mirada y dice lo impensable. —Soy su prometido, me imagino que también lo sabe, ¿no? —pregunta con sutileza y retador. Con calma y sutil provocación rodea la silla de ruedas del rubio y se inclina para besar suavemente los labios del mismo, que, estupefacto se queda sin palabras. —Amor, debemos ir a descansar. —acaricia la barbilla del rubio que asiente atontado.
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