Parte dos: Capítulo XVI: Atracción en Código Binario

1098 Words
—De hecho, vengo para ofrecer mi ayuda. —dice y muerde su lengua sintiendo el sabor salado de su sangre y maldiciendo una y otra vez al castaño que se yergue y voltea despreocupado. —Gracias, pero tenemos el equipo idóneo para este trabajo. Además, usted es en quien menos confiamos, ¿acaso su padre no es Juan Pablo De Santis? —Sí, lo es, aunque mi tío también y es un bastardo rebelde. —Igual que usted, aunque claro tú estás peor. —¿Quién putas te crees para tomar decisiones aquí? —escupe sintiendo la ira crecer en su interior. —Tú… —¿Yo? Ah, parece que tu inestabilidad mental no te deja comprender, repito, soy el prometido del señor Ansgar Rockefeller, por tanto, tengo el derecho a intervenir en los negocios, a diferencia de usted que solo es un… —Le mira de arriba abajo. —...aparecido y aparte acosador s****l, ¿no le da pena ver a un hombre comprometido y ofrecerse como una asquerosa zorra? —pregunta con calma como si estuviese hablando Dios a los cerdos de gerasa sin preocupaciones. Hans está cambiando, de tal manera en que aquel de ojos violetas, ahora estático por el vocabulario confiando y duro del joven, le mira con admiración y al mismo tiempo sorpresa, y encanto. La sala se sume en un silencio incómodo después de la arremetida verborrea de Hans. El aire se carga de hostilidad y tensión, “Maldito hijo de puta”, piensa a sus adentro Luciano, con las venas en su frente a punto de explotar. Mientras el castaño y el pelirrojo se enfrentan en un juego de miradas casi asesinas. Ansgar, queda atrapado entre la incomodidad y la incredulidad, observa el intercambio con una expresión que oscila entre la sorpresa y la molestia, “Desde cuando a ese hijo de puta lo dejan entrara a mi empresa”, piensa enfurecido y llamando a Azazel nuevamente. —¡Lo que escuchaste, lárgate de mi maldita empresa. ¿Quién te dejó entrar?! —grita enfurecido causando un respingo en todos los presentes. —Entre como parte de la asociación de seguridad. Hace parte del pacto de paz entre clanes. —Eso solo lo ves tú y qué curiosos que de todos estos años decides venir cuando nos atacan. —ríe con suavidad. —Me enteré de que te habían disparado. —sintiendo la ansiedad crecer, vulnerable dice aquellas palabras junto a una sonrisa nerviosa. —Nunca te pedí tu hipócrita preocupación, Piero. Nunca y mucho menos después de todo lo que hiciste, ¿acaso crees que no sé de quién mató a esa chica? Maldito enfermo ¡Lárgate de aquí! —Sigues creyendo en mentiras. —vuelve a su compostura pata no explotar. —Claro, con evidencia como no lo voy a hacer. Hans, por otro lado, ha pasado de ser el bromista seguro de sí mismo a enfrentar a un Luciano que revela una astucia y determinación que Hans no había anticipado, trataba de conmover a Ansgar, a su hombre, sí, suyo o al menos eso piensa. La atmósfera se enrarece aún más cuando Luciano menciona el beso que le dio a Ansgar, un dato que aparentemente solo Hans desconocía por completo y que incluso el lobo blanco no recordaba. —Ese beso del que ni siquiera me acuerdo, estábamos en secundaria y borrachos. Borracho se besa a cualquiera. —escupe con burla. Causando que Hans sonría con suavidad al ver el rostro enfurecido de Piero. —¿Prometido? —murmura Piero, de repente y con incredulidad, ignorando la humillación. —Te sorprende, ¿verdad? —El castaño dice con arrogancia, disfrutando de la cara de Luciano y la mirada de “Quiero comerte”, del señor Ansgar. —No te preocupes… Lo cuido muy bien. —dice Hans para caminar hacia un trabajador que le llama mediante señas. —Ahora que más vas a decir, niña de casa, ¿qué le haces la cena? —pregunta burlón. —Sí. —le mira con obviedad. —Y también me lo follo muy bien. ¿A eso te refieres con la cena?, bueno, por la mañana o todo el día me lo cojo, ¿algún problema? —alza sus hombros con suavidad y con una mirada inocentes mira a su alrededor. —Ya está muy tarde, guardias, sáquenlo de aquí. —Basta, Luciano. —dice ligeramente el rubio, abrumado, realmente avasallado por tal revelación del ángel, ahora salvaje. —Vete. —dice contundente, aplastando la poca dignidad del pelirrojo que intenta hablar. —Ahora. —Como desees, mi amor. —Le dedica una última mirada de desafío a Hans antes de dar media vuelta, moviendo los dedos de su mano derecha, ansioso y lleno de ira. —Nos vemos….Señor Hans. —¿Ah? Perdón, me cuesta escuchar a persona con baja autoestima. —toca su oreja y finge sordera, luego suspira y sigue leyendo los documentos. Hans, sin inmutarse por la furia en los ojos de Luciano, se sumerge de nuevo en los papeles, como si el odio del tigre no congelara sus huesos, pero de eso que muestra, de esa fortaleza, esta lleno de miedo, “No voltees”, piensa con todas sus fuerzas el castaño, “No te caigas”, piensa con firmeza una vez más. Ansgar, por su parte, mira con desdén al pelirrojo mientras se aleja, pero una chispa de deseo carnal se refleja en sus ojos al volver la vista al castaño. La tensión persiste en el aire mientras Piero, humillado y enojado, es escoltado fuera de la edificación por los guardias que aguantas sus pataletas y quejas. —¿No puedes dejar de jugar con fuego? — Ansgar finalmente rompe el silencio con una sonrisa pícara suave. —Vaya, vaya… —dice con suavidad sin dejar de verlo fascinado. — Quién diría que el señor Hans, el chico con gafas que me miraba como un dulce borreguito por los pasillos es tan salvaje. —Solo estoy protegiendo lo que es mío. —Hans responde con una sonrisa autosuficiente para luego atragantarse al sentir el miedo en el medio de su garganta, sin levantar la mirada de los documentos el calor llega a su rostro, y cuellos, delatándolo al instante. —Hans Murphy. — gruñe y con la fuerza de no sé donde y el dolor palpable en su abdomen, se levanta gruñendo levemente y jadeando de deseo. —A-Ansgar, e-espera, y-yo solo… — temblando se voltea siendo atrapado por las manos de un lobo blanco hambriento y siendo arrastrado.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD