Parte dos: Capítulo IV: No esperes demasiado tiempo

899 Words
Al llegar al ascensor su mirada agitada se fija en las puertas cerradas con intensidad. Sus ojos reflejan una mezcla de angustia, indecisión y concentración, como si estuviera atrapado en un torbellino de pensamientos que lo consume por completo. Sus manos, en un gesto nervioso, se aprietan y sueltan repetidamente. Su cuerpo se balancea ligeramente hacia adelante y hacia atrás, mostrando el miedo que aún persiste y controlan su cuerpo, y la agitación que lo consume. Sus ojos, fijos en las puertas del ascensor, vuelcan su corazón al escuchar el sonido del mismo al abrirse. “Vamos, Hans entra, por favor”, suplica a su inconsciente dolorosamente dejando que las lágrimas se derramen una tras otras, “Por favor”, mueve sus piernas y entra finalmente. Un profundo vacío invade su pecho mientras su respiración se vuelve irregular y entrecortada sintiendo sus pulmones cerrarse repentinamente. El esfuerzo por recuperar el aliento se vuelve agónico, su pecho se eleva y cae en busca de aire junto a sus lágrimas. El aire, escaso, llena sus pulmones de manera pobre, causando que su cuerpo caiga débilmente en el piso de aquel ascensor que aún no se cerraba. “POR FAVOR, BAJA, BAJA AHORA”, ruega gritando mentalmente mientras observa con la vista cada vez más borrosa las puertas abiertas del ascensor. Una sensación de opresión lo invade, como si estuviera atrapado en una jaula sin salida. —Señor Hans. —agitado llega el ser menos deseado por el moribundo Murphy. Ansgar alarmado y furioso al mismo tiempo se acerca, rompiendo sus institutos llenos de prepotencia y toma al chico en sus brazos. cargando y apretándolo contra su pecho. —Ya basta. —gruñe al sentir que el joven trata de huir con todas sus fuerzas agitando su cuerpo desesperadamente entre la asfixia. El corazón de Hans late con fuerza, acelerando el ritmo mientras lucha por zafarse de las garras de aquel hombre que extrañamente lo abraza, furioso, pero abraza su cuerpo. La sensación de asfixia se intensifica, nublando sus pensamientos y aumentando su angustia. Cada inhalación se convierte en un desafío, cada exhalación en un suspiro entrecortado cerca de la oreja de aquel hombre que enfurecido aprieta sus dientes. ¿Qué era lo que están haciendo sentir aquel mocoso impertinente ahora mismo?, no lo sabe, no sabe que aquello le estaba causando un sentimiento que juró no volver a sentir por nadie jamás. Hans intenta desesperadamente, entre chillidos y sollozos ahogados, recuperar el control de su respiración, pero cada vez parece más difícil. Su pecho se contrae, y una sensación de ahogo lo envuelve, dificultando su capacidad de pensar con claridad. —Mierda, no te lo tomes en serio. —masculla asqueado y sin pensarlo toma aquel rostro con su mano derecha y comete aquello que se convierte en su condena, en su dolor y su castigo. Dice un dicho para prodigiosos “Los demonios son demonios por haber sido castigados por sus pecados en el pasado”. Y sí que predica la verdad. Ansgar se acerca rápidamente y sin cuestionamientos a Hans, y toma con furia sus labios encontrándose en un beso lleno de profundidad y dulzura, “Dulce”, piensa inconsciente aquel hermoso dictador. En ese momento mágico, el mundo a su alrededor se desvanece y solo existe la conexión entre ellos dos; una pelea entre la oscuridad y la luz se desata cuando Ansgar prueba aquella lengua tan sabrosa y húmeda, cuando abre sus ojos y ve aquellos ojos húmedos y sonrojados. Hans llora, llora entre el placer de besar al hombre que estabiliza sus signos vitales, aquel por el que ha derramado lágrimas llenas de dolor. El beso es suave como una caricia, cargado de ternura y pasión. Los labios de Ansgar se mueven con delicadeza sobre los de Hans, explorando cada contorno y saboreando la dulzura de sus bocas. Rendido deja que su débil cuerpo deje de luchar y cierra sus ojos dejando caer una vez más grandes gotas saladas que tocan las mejillas del contrario con suavidad. En ese instante, Hans se siente amado, a pesar de aquella mentira mental, siente amor, una mentira una muy dulce. El beso calma su corazón agitado, disipando cualquier rastro de ansiedad, angustia y dolor. La dulzura y la profundidad de sus besos húmedos y suaves, le transmiten una sensación de seguridad y consuelo, como si aquel ser tan déspota estuviera ahí para protegerlo del peligro. “Duele tanto”, llora una vez más silenciosamente captando la atención de Ansgar que siente su pecho oprimirse repentinamente causándole irritabilidad ante aquella sensación extraña y nueva. Como dice aquel dicho maldito “Los demonios son demonios por haber sido castigados por sus pecados en el pasado”, ahora el temido empresario de Belfast ¿tendrá que escribir su propia divina comedia y pasar por aquellos círculos casi infinitos? ¿Acaso será amonestado como el templario por haber pecado en palabra y omisión? Porque aquel dicho grita entre líneas: La sombra de tus acciones pasadas caerán sobre ti, recordándote las consecuencias de tus pecados y la necesidad de enfrentar las repercusiones de tus actos. Cada paso que da en tu camino hacia la redención parece llevarte más profundo en un abismo oscuro y tortuoso, donde los remordimientos y las culpas se entrelazan en una danza eterna. Huye muy lejos, huye porque la salida no está cerca.
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