Parte uno: Capítulo V: La primera vez que te besé

1380 Words
El mediodía había llegado y Hans aún seguía dormido. el agotamiento emocional y físico que fue intensificado por la boca feroz de Ansgar lo había dejado exhausto. Aún está durmiendo, pero puede sentir el movimiento en la habitación. Claramente, su amigo Harry se dispuso a cuidarlo toda la tarde, ya que Hangar enfurecido había gritado de que se encargara del pedazo de basura que estaba en su habitación y que buscaran la forma de aliviar su malestar lo antes posible para sacarlo de su edificio. —¿En qué piensas? —¿Cómo sabías que estaba despierto? Con pereza, observa el brillo tenue de la luz del sol que se filtra a través de las cortinas, acariciando suavemente la figura de Hans y creando una atmósfera de calma y sosiego. La habitación, en silencio absoluto, parece envolverlo en un abrazo protector, como si estuviera a salvo de cualquier peligro. —Soy tu mejor amigo desde siempre. Creo que sé muchas cosas de ti Hans. Como por ejemplo el hecho de que ese bastardo te beso y ahora estás emocionalmente perturbado. —suspira y acaricia su cabello sentándose a su lado en la cama. Observa aquellos ojos cafés, sonrojados y sonríe con pesar. —Debí llegar antes. —Está bien. Tampoco esperaba que eso pasara. —sonríe con pesar. —Quiero irme a casa, de verdad, ahora más que nunca quiero irme de aquí. ¿No hay manera de sacarme?, ¿no puedes sedarme y sacarme de aquí? —Te volviste resistente a los sedantes. En menos de diez minutos despiertas, no es viable y no sabes cuánto lamento esto, pero no queda más opción que el que vivas este infierno por al menos seis meses, solo seis meses y todo estará bien. —Estás loco. —se yergue angustiado y observa a sus lados. —Son seis años estando en este lugar, no puedo hacer. —Hans. —toma su rostro. —Debes tener fortaleza, esto solo es un obstáculo más. —Es tan fácil decirlo cuando no estás… —Buenas tardes. Aquella irrepetible voz resuena en los oídos de los jóvenes que asustadizos se separan. Ansgar entra a la habitación con una presencia imponente y una tranquilidad magnética, como si aquel beso hubiera sido una noche más en el hotel con algún acompañante de lindas caderas, “Claramente no le importó”, piensa sintiendo una punzada en su pecho, la cual desaparece al agitar ligeramente su cabeza, evitando a toda cosa la mirada de aquel animal. Su figura alta y esbelta se mueve con una gracia enérgica mientras se quita la chaqueta del traje n***o del cual dispone, lanzándolo sobre el sofá cansado y suspirando con fuerza, ignorando a los presentes. —¿Alguna novedad? —pregunta sin expresión alguna. —No, ya está estable. Ya le expliqué que debe quedarse aquí durante un par de meses mientras se estabiliza. —suspira y lanza una mirada de disculpa al joven que asiente comprensivo y triste. —Ya hablé con el terapeuta, dijo que estará llamándolo cada ocho días para sus sesiones terapéuticas y demás ejercicios. —¿De cuántos meses estamos hablando? —Seis meses aproximadamente… —Para esa gracias envíalo a un hospital psiquiátrico, mi maldita casa no es albergue para nadie. Harry voltea rápidamente para ver los ojos húmedos de Hans, que con todas sus fuerzas trata de soportar. Harry, furioso se acerca al magnate aun con las manos sudorosas por el miedo. —Le pido un poco de respeto. El no pidió estar aquí, esto sucedió y no fue por su culpa y usted lo sabe. —¿Cómo te…? —Nada, es la verdad, si esos maníacos no hubieran atacado el lugar, esto no estuviera pasando. ¡Nadie estaría incómodo como ahora! ¿De verdad cree que a él le gusta estar aquí? —agitado observa al rubio anonadado. —Pues no, no le agrada y le aseguro que su incomodidad es mucho mayor teniendo que dormir a partir de ahora en este lugar. —se acerca rápidamente a Hans y susurra algo que el rubio no logra comprender. —Hasta luego señor Rockefeller, debo ir a buscar más ropa para Hans, no crea que vamos a utilizar su dinero, ya con estar aquí es demasiado peso para nuestros hombros. Hans. —lo observa con dulzura y calma. —Te traeré tu comida favorita mañana en la noche. Trata de comerte el Budín de chocolate, te hará sentir mejor. No olvides tomar tu medicina. —sale deprisa, sintiendo sus piernas flaquear. —Nos vemos, Budín. Un silencio incómodo se apodera del ambiente, envolviéndolo todo en una densa capa de tensión y expectativa. No hay palabras que floten en el aire, solo un vacío que parece amplificarse con cada segundo que pasa. Hans sin saber qué hacer se levanta y se sienta débilmente en la orilla de la cama, toma el Budín y empieza a comer con cuidado y silenciosamente, atento de no manchar el piso. —No mande a instalar esa mesa mientras dormías para que te sientes en mi cama y trates de ensuciarla. —dice con voz fría y castigadora. —Lo siento. —dice el castaño, apenas audible. Se levanta con todas sus fuerzas y camina hasta sentarse dando la espalda al rubio ofendido. “Encima de la espalda mientras come, qué grosero”, piensa y se carcajea furioso. —Ahora quién me llama. —atiende el teléfono que vibra en sus pantalones, insistente. —¿Sí?, de acuerdo, gracias. —suspira con frustración. —El baño está al fondo, además aquí no hay cocina, por tanto, deberás pedir comida y para que eso suceda tendrás que hablarme de lo contrario te morirás de hambre. —lanza el teléfono sobre la mesa y mira fijamente al joven que se detiene. —Este es tu teléfono nuevo, solo puedes contactarte con tu amigo y conmigo. Protocolos de seguridad mientras se esclarecen los hechos respecto al ataque. —Entiendo. —asiente con suavidad sin mirarlo ni un segundo. —¡Vaya!, eso es un progreso. La próxima dame las gracias. —se aleja entre risas. —Llegará la cena a las 7 de la noche. Mientras tanto distráete con alguna mierda de las que te trajo tu amigo y no me des más dolores de cabeza. —sale de prisa. —Estaré aquí a las 8 para supervisar que mi casa no esté destrozada y tú no estés muerto. —azota la puerta tras él. Salta sobre su asiento con los ojos enrojecidos y vidriosos, los cuales reflejan el peso de sus emociones no expresadas. Por todos los cielos, cómo deseaba gritarle aquel hombre hasta quedarse sin voz. Sin embargo, las lágrimas ruedan por sus mejillas en silencio, como pequeños ríos de tristeza que marcan su rostro. Sus manos, apretadas con fuerza, revelan la tensión y el dolor que siente en su interior. Los nudillos se tornan blancos, testigos mudos de la angustia que le embarga profundamente. —Ese… ese fue mi primer beso, maldito imbécil. —dice suavemente sintiendo como las lágrimas se acumulan nuevamente en sus ojos, lleno de impotencia. —Te odio tanto. —suspira, sintiendo la incredulidad en aquella última frase llena de tanto amor y a la vez, remordimiento. Hans sentía que se volvería loco en cualquier momento en aquel lugar. Camino de un lado a otro, reviso sin dejar huella, cada cosa de la gigante habitación. En definitiva pudo confirmar que aquella recámara es mil veces más grande que su humilde apartamento y que las cosas en ella valen lo que tendría que ahorrar en 6 meses para pagarlas. La pereza lo llevó a pensar y finalmente decide leer Orgullo y prejuicio de Jane Austen. Al principio fue aburrido debido al silencio y la soledad, pero mientras avanza en cada página, se sumerge en la lectura. Sus ojos siguen atentos las líneas del libro, y de vez en cuando, sus labios balbucean frases del texto, dando vida a los personajes que habitan en sus páginas. “Qué torpe es Darcy, no lo puedo superar”, piensa sonriendo y riendo con suavidad, embelesado en la lectura sin percatarse de la presencia de una sombra con nombre y apellido que lo observa a su costado, lejano.
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