Capítulo XXIII: El Lienzo en Blanco del Exilio

1413 Words
Después de dos horas largas y agotadoras, donde uno de ellos dormía y el otro permanecía en vigilancia cada 15 minutos para conservar energías, Harry menciona a Hans que deberían escapar a la casa de granja que se divisa a un par de kilómetros de la mansión, con el objetivo de evitar sorpresas más adelante. Mientras caminan entre la maleza, los dos amigos logran divisar la granja abandonada en la distancia. Con el automóvil oculto entre la maleza, podrían generar una pequeña distracción y la falsa suposición de que el par de jóvenes aún se encuentran en la mansión, lo que proporcionaría tiempo para que ambos lleguen hasta la carretera principal de la zona. A medida que avanzan, llevan consigo el peso de la fatiga, siendo evidente en cada paso que dan. Por otro lado, la herida de Hans palpita de tanto en tanto, aunque con la seguridad de que la bala está fuera y la herida misma está sanando lentamente. Después de un tenso diálogo entre Harry y Hans, en el que discuten la necesidad de escapar rápidamente, el ambiente se carga de tensión. Hans mira a Harry con ojos serios, consciente de la gravedad de la situación. —Harry, no podemos perder más tiempo. Necesitamos irnos ahora, somos nosotros, un par de inexpertos en la lucha a mano armada contra un montón de soldados salvajes. —El castaño responde agitado y sudoroso se deja caer sobre la paja al costado de la puerta trasera de la casa. —Deberíamos salir ahora, para tener tiempo… —Sí, la verdad necesitamos cambiarnos de ropa, la maleta no tenía nada poco llamativo que digamos. —Se sienta con pereza sobre le piso polvoriento, cansado. —Y quiero comer algo además de granola. —seca el sudor de su frente. —Sí… —atrapa los ojos celestes del contrario y respira profundamente. —Cuando salgamos por esa puerta estaremos oficialmente huyendo más que antes, al menos hasta alcanza el avión. —frota sus manos. —¿Estás listo? —Sí, ya tuve suficiente. —sus ojos celestes se humedecen ligeramente junto a una suave sonrisa, para luego levantarse y hacer caso omiso a sus emociones. —Vámonos de aquí. Hans rompe el silencio, y juntos, con pasos decididos, se encaminan hacia la carretera principal. El ruido de sus zapatos resonando en entre las hiervas finas crea una melodía desesperada. Cada paso los aleja más de su antigua vida y los acerca a un horizonte incierto, dejando atrás a aquello que atesoraban con tanta calidez hasta que quemaron sus corazones dolorosamente. La carretera se extiende ante ellos como un lienzo en blanco, listo para ser llenado con las huellas de su nueva travesía. En ese momento, la decisión de huir se convierte en un acto simbólico de liberación, un viaje hacia la redención y la posibilidad de escribir un nuevo capítulo en sus vidas, ¿o acaso no es cierto que el pasado sigue hasta al hombre más santo de la tierra? Por otra parte, el lobo blanco, enfurecido y ansioso, sí, el hombre más terco e impulsivo de Belfast, Ansgar, enfrascado en la tensión de la situación que cada vez le deja un sabor amargo en la boca, observa con atención los monitores mientras los expertos en tecnología desentrañan la verdad detrás de la traición de Harry y Hans, el par que ahora huye con todas sus fuerzas. Después de angustiantes 20 minutos, la realidad emerge, inevitablemente pues, recordemos que ante la verdad y los hechos, el sentimientos y la ceguedad que el mismo causa, son y sí, solo es irrelevante: Los jóvenes no son los verdaderos traidores; han sido víctimas de una astuta incriminación por parte de Zazas y su loco, pero muy enfermo acosador, Luciano Piero. El peso de la culpa se refleja en la expresión de Ansgar, quien, de inmediato, reacciona con una mezcla de angustia, ansiedad, causando fuertes puntadas en su cabeza, sin poder creerlo. —¡Detengan todo! —ordena Ansgar, casi sin aliento, a sus hombres, con ojos casi enloquecidos, llenos de temor, ¿temor a qué?, ¿A enfrentar al hombre que desprecio y humillo horas atrás? Sí, la respuesta es más que obvia. — ¡Detengan la maldita caza! —¿Pero qué es esto? —mira palidecida, apretando sus puños, las pantallas que revelan toda la verdad y aumentan el dolor en el pecho de la fémina. —¡Maldito hijo de puta! Con rabia y ardiendo en la misma, Ellinore cierra su puño con fuerza y lo lanza hacia Ansgar, el líder más temido de la mafia irlandesa. El puñetazo resuena en la habitación, rompiendo la tensa calma que los rodea. Los ojos de Ansgar se abren desmesuradamente por la sorpresa, pero en un parpadeo, la expresión en su rostro cambia de estupor a puro instinto y furia. El lobo blanco reacciona con una velocidad asombrosa que termina por hacer caer al suelo con fuera a su hermana, devolviendo los golpes con destreza, causando además que la cabeza de Ellinore se tambalee hacia atrás, pero en lugar de ceder, responde con una mueca de dolor convertida en rabia y fuertes gruñidos provenientes de su garganta. La confrontación se desata como un vendaval de golpes, una danza caótica de puños y patadas en la que ambos hermanos sumidos en la rabia a causa de una profunda tristeza, aquella que los hace dañarse y proveniente de la herida más dulce y amarga de sus vidas se sumen sin piedad. Los muebles crujen y se vuelcan, la habitación se llena de la furiosa sinfonía de sangre, golpes y gruñidos. Los secuaces presentes observan con mezcla de temor la palea entre los hermano, una vista después de años, después de la muerte de la madre de los mismos. En medio del caos, Midas emerge de las sombras con la naturalidad se su autoridad imperturbable. Con una mirada fría, avanza hacia la pelea, ignorando el alboroto que se desata a su alrededor y se interpone entre los dos combatientes, utilizando su imponente presencia para detener la ira de dos semidioses cegados por el rencor. —¡Ya es suficiente! —exclama Midas, manteniendo a raya a los hermanos. —Dejen de comportarse como un par de niños de mierda. Necesitamos enfocarnos en encontrar a Harry y a Hans. Ahora, más que nunca, debemos actuar con inteligencia y no chillar como imbéciles por algo en lo que todos hemos sido víctimas. Jax, entra deprisa a la oficina. Llamando la atención de los presentes. —Críos de mierda. —niega con la cabeza, al ver sus rostros sangrando. —Encontramos el auto cerca de una mansión. Parece que están, ya le di la orden a que entre en la propiedad e inspecciones. —¿Una mansión? ¿Qué demonios estarán haciendo allí? —murmura Ellinore. — —No lo sé, pero claramente estaban huyendo, aún siguen ahí a pesar de que enviaron la información desde unos de los portátiles de la empresa. —¿Qué? —pregunta apenas audible Ansgar. —¿Ellos…? ¿Por qué huyen si de todas formas…? —Sí, ellos enviaron toda la evidencia con el riesgo de ser localizados, lo que me indica que… realmente o ya están fuera del país o están a punto de salir, así es mejor que dejen sus malditas pataletas y salgan a buscarlos, háganse responsables de todo lo que dijeron. —suspira y baja la mirada. —Saben que no podemos hacer nada al respecto, si se resisten tienen derecho a irse, no tenemos razones para traerlos por obligación a este edificio. —carraspea su garganta ante el silencio que se hace largo e incómodo. —¿Vamos ahora? —mira a los hermanos que asienten con suavidad, con la mirada perdida mientras limpian la sangre de sus bocas y narices. —Bien, vámonos, ahora. —con rapidez y fuerte caminar la Madtsoia sale sin mirar a su hermano. Con un nuevo sentido de determinación, el equipo se pone en marcha, con la esperanza de encontrar Harry y Hans. El par de fugitivos accidentales, alertados por la noticia de que la verdad finalmente ha salido a la luz por medio de mensaje en sus teléfonos por medio de mensajes, uno tras otros, lanza sus teléfonos tan lejos como pueden y salen corriendo. —Vámonos de aquí, ahora. —agitado y sin dejar de correr, el de cabellos castaño, mira al de ojos celestes extasiado y con el corazón al mil porciento.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD