SR. ANSGAR ¿QUÉ ES EL AMOR?

Parte uno: Capítulo II: Amargo y dulce como la flor de loto

El aire fresco de la mañana se cuela por las ventanas abiertas de la amplia oficina en Belfast, llevando consigo el murmullo distante de la ciudad que comienza a despertar. Ellinore y Ansgar sumidos en su trabajo, ni siquiera se miran o se hacen la pregunta más simple de todas, “¿Cómo has estado hermana?”, se cuestiona internamente el rubio de ojos violetas, al observar por un par de segundo a su hermana, que con el ceño fruncido sigue tecleando en el portátil. Cada uno absorto en sus propios pensamientos, pensamientos que en los que ciertamente se incluyen de una manera particular, como si, mientras revisan documentos y preparan informes, se enviaran susurros mentales el uno al otro, ya que el orgullo, especialmente en Ellinore, no les permite comunicarse en palabras.

—Ellinore…¿podemos habl…?

Antes de que pudiera terminar aquella pregunta, la imponente mujer se levanta y sale de la oficina sin más. Aunque ya han pasado diez meses desde la última vez en que se hablaron con normalidad, pues la joven de cabellos largos y azabache, se abstiene todo el tiempo a sostener la más banal conversación con el ricitos de oro. Todo consta a diario de lo siguiente:Ellinore se mantiene concentrada en su escritorio, evitando deliberadamente el contacto visual con su hermano, hasta el más misero de los saludos le rechaza sin pudor frente a la persona que sea. Y es que desde que regresaron a Belfast para reconstruir la empresa después de la crisis, su relación se ha vuelto aún más distante y hostil, pero una especie de hostilidad completamente silenciosa. A pesar de sus esfuerzos por mantener las apariencias a la rebelde hija de los Rockefeller se le hace imposible no lanzar miradas de desprecio hacia su hermano.

—A este paso el no intentar hablarle hará que aprenda le nguaje de señas, a ver si así. —acaricia su frente y quita los lentes de su rostro, cansado y con un leve dolor en la zona. —Es una mierda.

—Cuando tengas 30 años como yo, ahí quéjate de lo mucho que te costará reconstruir una relación de hermanos.

—Nah, eres hijo único, ¿tú qué sabrás?

—Mocoso insolente, con razón ni te habla. —se deja caer sobre el sofá de cuero blanco al interior de la oficina. —Vete a casa por ahora y descansa, pareces más enojado e intimidante que de costumbre…Se dicen cosas en los pasillos.

—Lo suponía ya hace un tiempo. —estira su cuello. —Me largo, estoy cansado.

—Ve hijo, ya suficiente has hecho, no te presiones demasiado o enfermarás y la verdad eso de ser auxiliar en enfermería es muy duro ¿sabes?

—Hablador. —sale sin más de la oficina, sacudiendo su chaleco francés. —Nos vemos. —musita.

Sí, el mafioso más temido de Belfast, el dueño de franquicias enteras y quien mantiene, de alguna manera el orden empresarial en el país, no puede siquiera hablar con su hermana, lucha por romper el muro de silencio que separa a los dos, pero la muchachita no le da ni la más mínima señal de acercamiento, todo lo contrario. Sabe que su relación con Ellinore ha sufrido debido a sus decisiones en el pasado que en gran medida son responsabilidad de su ser, pero a pesar de todo, está decidido a hacer las paces. Sin embargo, cada intento de acercarse a su hermana parece terminar en un callejón sin salida, dejándolo aún más frustrado y desesperado por encontrar una solución.

Por otra parte, Midas no se queda atrás, el fiel guardaespaldas de la familia desde literalmente los 14 años, observa la dinámica entre los hermanos con preocupación cada día más. Ha sido testigo de la creciente distancia entre ellos y ha intentado en varias ocasiones mediar en la situación, sin éxito. A pesar de sus esfuerzos, parece que hay una barrera insuperable entre Ellinore y Ansgar que ningún esfuerzo puede derribar, “Si su madre estuviera aquí”, piensa con nostalgia a la mujer a quien apodaba Gran madre, sin duda una mujer llena de bondad y corazón de oro que le ofreció a Midas una familia y la calidez que nunca pudo sentir al haber vivido con una madre violenta y opresora en el pasado.

—Gran Madre, no sabes cuanto deseo que esté aquí, con nosotros. —suspira mirando a través del gran ventanal de la oficina.

Mientras tanto, en la privacidad de lo que terminó por convertirse en su hogar, Ansgar encuentra consuelo en los recuerdos junto a Hans. Cada noche, después de un largo día de trabajo, se sienta junto al ventanal de su habitación, observando el cielo nocturno con la esperanza de encontrar alguna señal del joven Murphy, “¿Dónde carajos estás Hans?”

—Mi Hans. —musita con suavidad.

La luz de la luna se refleja en sus ojos mientras recuerda los momentos vividos con Hans, deseando poder volver a sentir su presencia a su lado. Deseando volver sis suaves labios tocarlo, deseando ver aquellos hermosos ojos cafés, tan dulce y llenos de ternura, deseando la calidez de su delicado pecho refugiarlo. La ausencia de Hans en su vida lo consume de apoco, no en cuerpo o apariencias, pero en su interior siente que aquel hombre déspota e incontrolable del pasado vuelve cada vez un poco más, detestando aquella parte tan parecida a la de su padre, un hombre lleno de dolor y odio por la perdida de una mujer que era y seguirá siendo el ángel más precioso de la familia Rockefeller. Hans, en efecto, se fue dejando un vacío que Ansgar no puede llenar sino de durezas, de escombros y cólera.

—Mierda, no puedo con esto. —jadea ligeramente, extasiado y deseoso.

Normalmente, a medida que la noche avanza y la soledad se vuelve abrumadora, se ve obligado a enfrentarse a sus propios deseos y fantasías más íntimas, al punto en que las mismas les causan erecciones prominentes de las cuales debe hacerse cargo por sí solo. Con el recuerdo de Hans fresco en su mente, sucumbe a la tentación de su propia lujuria, buscando alivio en la masturbación constante. Cuando el éxtasis se desvanece, Ansgar se queda solo sumido en sus pensamientos, con el corazón lleno de anhelo por el hombre que ha capturado su alma.

—Mabel, por favor coloca…I'm Gettin' Sentimental Over You por Tommy Dorsey.

—Sí, señor.