Capítulo XIII :Me lo contó un pajarito

1356 Words
Entre sabanas blancas y con aroma a maracuyá algo dulce, pero agradable, se encuentra Hans, durmiendo con una suave sonrisa al escuchar Grandfather's Clock interpretado hermosamente por Evelyn Knight. Su rostro muestra los vestigios del atentado del día anterior, con cicatrices y cortes delicadamente tratados en su cuello y mejillas, a pesar de aquella dulce sonrisa somnolienta que adorna su rostro. La habitación que lo envuelve está impregnada de una tranquilidad serena, como si el tiempo se hubiera detenido en ese espacio, se sentía diferente. Los susurros de Ansgar y Harry llegan como ecos distantes, apenas audibles en la lejanía. —Señor Ansgar, ¿está seguro de que me vaya ahora? —pregunta en voz baja mientras observa al chico que sonríe aún dormido, “Qué manía la que tienes”, piensa enternecido al verlo. El rubio, por otra parte, frunce el ceño al ver sonreír a Harry repentinamente. —Déjelo que se despierte por su cuenta. —No soy idiota Harry. —Señor Ansgar, tenga claro algo. —se acerca y lo fulmina con la mirada. —Yo no le tengo miedo y por muy temeroso que Hans le parezca, tampoco le tiene miedo… si supiera lo que realmente… —¿Qué? —Nada, tendrá que averiguarlo por su cuenta. —Es usted bastante irritable, ¿sabía? —sonríe ligeramente. —Y usted es demasiado engreído. —hace una mueca y camina hasta la entrada. —Ahora mire bien cómo explicarle la situación a Hans. —rasca su nuca. —Por otra parte… gracias por la seguridad en la casa de mi abuela, temía que… —Está bien, debo hacerlo por mi culpa están metidos en esto. —suspira con suavidad. —Espero no sea un problema que mi gente lo lleve y lo traiga a la empresa, al menos mientras todo este problema desaparece. —C-Claro. —sus orejas se sonrojan sintiendo su orgullo adolorido. —P-Podría decirle a su hermana que se vaya por favor. —cierra sus ojos avergonzado. —Claro. —rompe en suaves carcajadas. —¡Ellinore, carajo, lárgate y deja de acosarlo! —¡Aguafiestas solo voy a acompañarlo a casa! —¡Sí, claro y yo soy Eminem remasterizado, largo de aquí, chicos sáquenla! —¡Bastardo! Entre carcajadas observa al joven Harry que acomoda sus gafas abochornado. —Ustedes son tan maleducados. Deje de gritar, despertará en cualquier momento. —suspira. —Es hora de irme, tenga cuidado con Hans o yo mismo destrozaré su cara. —Prometo que tendré cuidado. Pero dudo que pueda ganarme en una lucha mano a mano. —Fanfarrón. —niega con su cabeza y sale de la habitación, observando lado a lado. —Gracias y adiós. —camina deprisa hasta el ascensor. Mientras tanto Hans se despierta lentamente, su mirada se pierde en el techo, tratando de reconectar con la realidad que lo rodea. Cada inhalación profunda llena sus pulmones de aire fresco, como un recordatorio de que aún está vivo. Los pensamientos fluyen en su mente como corrientes interminables, llevándolo de vuelta a los momentos vividos en aquella plaza entre el terror y cierta desesperanza. A medida que la conciencia se apodera de él, sus sentidos se agudizan, captando los susurros lejanos que se desvanecen en el aire. Con pereza se levanta, aun perdido, desubicado. Toca su cuerpo y observa sus piernas blancas y delgadas con ligeros moretones y un pantaloncillo azul hasta más arriba de la mitad de sus muslos; toca su rostro y bosteza mirando la gran ciudad a través del gran ventanal de la habitación. —Mmm… La habitación es más grande. —mira fulminante el lugar, causando una suave sonrisa llena de confusión en el rubio que lo observa atento a que este no se caiga. —Casa… grande… ventana… —balbucea mientras camina despacio y tras él el rubio, silencioso le observa y deja caminar a sus anchas. —Quiero comida. —Mabel. —llama a la inteligencia artificial con una voz suave y profunda, espantando al chico que cae sobre la cama de espaldas, agitado mirando a su alrededor. —¿Pero qué está pasando? —se aleja rápidamente de la cama y observa al de ojos violetas. Se atraganta al ver aquel porte tan simple y cotidiano, debía admitirlo, se ve malditamente sexy y eso le hacía enojar más. —Quiero irme. —sintiendo sus manos temblorosas da pasos rápidos hasta la entrada, que sin seguro y abierta se encuentra. —Si deseas puedes irte, pero, Harry me dijo que debe comer primero y tomar su medicina. —suspira, calmo, realmente calmado, lo suficiente como para espantar Hans. —Debe cambiar las vendas de sus heridas, el doctor llegará pronto para hacerlo, por favor, no quiero pelear solo… haga esto por su bien. —Está… bien. —aprieta sus puños lleno de indecisión, lleno de un sentimiento extraño, “¿Por qué simplemente no puedo huir?” —Todo está preparado en el baño, puede ducharse ahora si desea. —coloca sus manos hacia atrás, “Ansgar contrólate, no seas tan enfermo”, piensa con todas sus fuerzas al ver el cuerpo expuesto de aquel chico de mejillas regordetas. “No puede ser, no aquí”, siente su cuerpo caliente, alarmado e irritado por ello. —Por lo pronto iré a la otra oficina a desayunar. —suspira y acaricia su cabello. —Mabel escucha sus órdenes. —Lo que usted diga señor. —Avísame cuando haya terminado de comer. —Sí, señor. —Estaré en la otra oficina. —sin mirarlo ni un segundo abre la puerta y se retira dejando al castaño sorprendido, con el pecho oprimido y al mismo tiempo irritado. —Tampoco es que quiero hablar contigo imbécil. —masculla y con fuerza cierra la puerta, causando un pequeño estruendo que exalta al hombre. —Ese mocoso. —suspira y masculla ligeramente rabioso. Con una expresión de molestia en su rostro, se encuentra sentado en la sala de estar, completamente solo. Frente a él, sobre una pequeña mesa, descansa un plato repleto de pollo frito picante y con semillas de sésamo. Sin embargo, en lugar de disfrutar de su comida, el castaño estaba sumido en sus pensamientos, susurrando palabras incomprensibles mientras masticaba su comida, “Cara de mico”, piensa irritado, sonrojado cada vez más sus orejas, “Que te atropelle una vaca”, lanza la pata de pollo sobre el plato para tomar otra, irritado. Aun con la boca medio llena de pollo, balbuceaba entre mordisco y mordisco, como si estuviera manteniendo una extraña conversación consigo mismo, “Ricitos de oro de mierda”, piensa y lanza un suspiro lleno de frustración. Las palabras escapan de su boca en murmullos ininteligibles, formando frases entrecortadas y sin sentido. Sus ojos, con un brillo de frustración, se desvían hacia el pollo frito mientras intenta encontrar respuestas a sus propios pensamientos en cada bocado. —Señor, Hans, ¿Necesita algo más? —Cómprame el libro más caro de Belfast. —dice con malicia mientras termina el último bocado de pollo. —A sus órdenes, señor. —Sí, iré a bañarme. Orgulloso se retira al baño para ducharse rápidamente. “Mi jabón de pato sigue aqui”, piensa abochornado al percatarse de que aquel jabón con forma de pato estaba intacto, nadie lo había usado. Estrega su rostro enojado y dando patadas y puños al aire hasta chillar a causa del enojo. —Imbécil. —dice irritado al aire. —¿Por qué no usaste el jabón de pato? —se pregunta con un suave puchero y lágrimas en los ojos. —¿Por qué estoy tan sensible? —enjuaga apurado el jabón de su cuerpo y sale de la ducha. Seca su cuerpo con cuidado de no lastimarse y coloca la ropa abrigada que el rubio ha dejado sobre una butaca dentro del baño. —Yo puedo buscar ropa por mi cuenta. —refunfuña mientras se coloca la ropa. Al salir se encuentra con ojos furiosos del ricitos de oro que tanto estaba maldiciendo, sentado en una de las sillas de la mesa, impaciente.
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