Parte dos: Capítulo XII :Parece Noviembre

1022 Words
—Oye, creo que se quedó una bolsa de pimientos donde el anciano. ¿Puedes ir a buscarlo? —Está bien. —se levanta rápidamente acomodando su abrigo. —Vuelvo enseguida por mi pastel. —¡Aquí te esperamos! —Ya vuelvo. —Ve con cuidado, Ardilla. Hans se desliza por la puerta, sintiendo el mordisco helado del viento en su rostro. Sus mejillas se ruborizan, tiñéndose de un tono rosado que contrasta con el frío grisáceo de la mañana. Rápidamente, ajusta su abrigo, abrochándolo hasta el cuello para protegerse del aire gélido que se cuela entre las rendijas. Sus ojos escudriñan el bullicio del mercado, buscando con ansias aquel puesto de pimientos “Dios, ¿en qué momento se llenó esto?”, piensa ligeramente ansioso por la cantidad de personas que lo rodean. El trajín de los vendedores y los clientes se despliega ante él, un mosaico de colores y aromas que se entrelazan en el aire. El aroma tentador de las especias y las hierbas flota a su alrededor, añadiendo una capa de calidez en contraste con la frescura del ambiente, “Huele a fresas frescas”, piensa y sonríe ligeramente hasta llegar, por fin, al puesto deseado. —Hola, disculpe, mi amigo y yo dejamos una bolsa aquí. —Eso es cierto jovencito. —alza la bolsa con cuidado. —Toma, por poco me la robo. —Gracias. —ríe y asiente en agradecimiento. —Hasta luego. —se voltea rápidamente y tropieza con fuerza con el pecho de alguien que esperaba seguramente parado tras él. —Mmm… ah… —lanza quejidos suaves al sentir su nariz adolorida. —Perdón, no lo vi, lo sien…to… Aún aturdido por el tropiezo se encuentra con la figura imponente de Ansgar y la mirada intensa de aquel hombre. El silencio pesa entre ellos, lleno de incertidumbre y una mezcla compleja de emociones que flota en el aire. Hans se siente vulnerable, sin saber qué decir o cómo reaccionar frente a la mirada intensa y penetrante de Ansgar. Los ojos de Ansgar son un abismo de emociones contenidas, un océano turbulento que Hans no logra descifrar. En su mirada hay una chispa de intimidación, una advertencia velada de que no se dejará pasar por alto, de que no lo dejaría escapar esta vez aunque fuera diferente. Aunque la tensión es palpable, Hans también percibe un destello de algo más profundo, algo que trasciende el miedo. —Ah… yo… —Compermiso. —acaricia su cabello ahora largo y rubio, haciéndose a un lado del chico. —Claro, lo siento… —confundido y sorprendido al mismo tiempo se retira, dando paso al rubio que en todo momento ignora su presencia. El castaño aprieta sus puños sintiéndose evidentemente irritado, “Basta”, sacude su cabeza con suavidad sin mirar atrás, “Es mejor así, él dañará tu corazón nuevamente… como siempre”, aprieta la bolsa en sus manos. —¡Hans! Tan pronto su nombre sale de los labios de alguien, ese alguien a quien no logra reconocer debido al impacto de una explosión ensordecedora que rasga el aire, sacudiendo el suelo bajo los pies de Hans. En un instante, el mundo se desdibuja en caos y confusión. La onda expansiva lo golpea con fuerza, desequilibrándolo y dejándolo aturdido. El estruendo retumba en sus oídos, eclipsando cualquier otro sonido a su alrededor, las lágrimas empiezan a deslizarse por sus mejillas al igual que los débiles sollozos que lanza al aire con dificultad, “Tengo miedo”, piensa aterrorizado e inmóvil en el lugar, sin fuerzas. El humo y los escombros se alzan en el horizonte, creando una cortina de oscuridad y desolación. Las llamas danzan amenazantes, engullendo lo que encuentran a su paso. La gente a su alrededor corre en todas direcciones, sus voces llenas de pánico se desvanecen en el aire mientras intentan encontrar una vía de escape. Poco a poco pierde la poca lucidez que persiste en su mente, dejándose llevar por la oscuridad. —Hans, ¡Hans! —Ansgar desesperado palmea la mejilla del joven inconsciente. —Carajo. —observa su alrededor. —¡Markus, Markus! —¡Dios, cállate! —el de ojos verdes se acerca deprisa junto a un total de 17 hombres tras él. —¡Ayuden a los heridos y saquen a todos estos imbéciles de aquí! —El batallón asiente y se pone en marcha. —¡Tenemos que salir de aquí! —¡¿En serio no me digas?! —sin esfuerzo alguno toma al chico en sus brazos, resguardándolo en su pecho. —¡¿Dónde está el amigo del chico?! —¡Tranquilo, la tienda solo sufrió unos cuantos temblores, nada grave ahora lárgate de aquí con el mocoso! Ansgar carga con ternura a Hans, sintiendo el peso de su cuerpo inerte. El rostro de Hans muestra el impacto de la explosión, sus ojos cerrados y sus labios pálidos, causando que el rubio sienta ira, una ira creciente asociada a él, asociada a su bienestar. Sostiene con firmeza al chico y avanza con paso decidido, llevando a Hans hacia un auto n***o que espera a pocos metros de distancia. El vehículo se convierte en un refugio oscuro en medio del caos, una vía de escape que los aleja de aquel lugar desgarrado por la explosión. Con cuidado coloca al castaño en el asiento trasero del automóvil, acomodándolo con suavidad para asegurarse de que no se caiga del asiento. El interior del vehículo, sumido en una penumbra silenciosa es interrumpida por la suave luz que se filtra a través de las ventanas antibalas, para finalizar cerrando la puerta del auto con un leve suspiro, consciente de la gravedad de la situación. Sus ojos reflejan una mezcla de preocupación e impotencia. Por supuesto que lo había estado viendo desde el momento en que llegó al mercado, pero un impulso, algo en él le impidió tomar al chico y arrastrarlo, al en su conciencia no se lo permitía y sabía que debía obedecer para evitar que el desprecio del chico siguiera creciendo, sí, le preocupa, le preocupa los sentimientos de ese niño llorón.
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