Parte uno: Capítulo XIV: El hombre de mal humor

1214 Words
—Códice Leicester de Leonardo da Vinci. —dice entre dientes, tratando de guardar la paciencia, “Quiero besarlo”, piensa repentinamente, respingando ligeramente ante aquel pensamiento absurdo. —¿En qué estabas pensando al comprar este libro?, ¿estás loco? —cierra sus ojos tratando con todas sus fuerzas de no gritar. —…—alza sus hombros y sin decir una palabra camina hasta la sala de estar donde enfurruñado se sienta en el sofá. —Mabel, coloca música. —A sus órdenes, señor, ¿qué desea escuchar? —Princess Diana por Ice Spice & Nicki Minaj. —cruza los brazos, acurrucándose en el sofá. —Hans, estoy tratando de ser paciente contigo, ¿qué crees que estás haciendo? —Mabel, sube el volumen. —Sí, señor. —Mabel, apaga la música. —dice, sintiendo su pecho temblar, a punto de explotar. —Por favor. —Sí, señor Ansgar. —La música se apaga al instante. —Mabel, enciéndela nuevamente y sube más el volumen. —Sí, señor. —Mabel, apágala. —Sí, señor. —Mabel, enciende la música. —¡Ya basta! —enfurecido se coloca frente al castaño que asustado retrocede aún con el brillo desafiante en sus ojos. —Escúchame con atención. Entiendo que no quieras estar aquí, pero no tienes opción, Le Firenzes te tienen en la mira, intentaron secuestrarte ayer. —¿Qué? —alarmado abre sus ojos, cayendo en cuenta de la realidad. —¿Harry está bien?, ¿todos en la tienda están bien? —sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas, asustado y temblando. —Debo ir a buscarlos. —se levanta rápidamente empujando al rubio y corriendo deprisa a abrir la puerta y salir del lugar. —¡Hans, espera! —corre tras el castaño. —Mierda, tiene una crisis. —piensa preocupado de lo que el chico pudiera hacer. —¡Mabel, no dejes que baje! —grita rápidamente al escuchar el tintineo del ascensor. Al llegar encuentra al chico apretando los botones desesperadamente. —Hans, mírame, Hans… —¡No! —golpea la mano del hombre que intenta tocar su rostro. —No quiero, tú siempre me gritas y me tratas mal. —solloza cada vez más fuerte. —Siempre me dices cosas horribles y me mientes, no quiero estar aquí, quiero estar en mi casa, con Harry comiendo pollo frito, no quiero verte. —aprieta una y otra vez los botones. —Ni siquiera te acuerdas de mí, tu mentiroso, tú gritaste que nos veríamos en el patio trasero del colegio, tú lo dijiste. —El llanto se intensifica mientras la debilidad toma poco a poco su cuerpo. —¡Tú nunca llegaste, eres un maldito mentiroso, un imbécil que solo me besa a la fuerza y juega conmigo por diversión! —¿De qué…? El de ojos violetas, se queda pálido al recordar un momento de su época en la secundaria. El presente lo envuelve mientras se transporta a un día soleado en los pasillos de su escuela. La atmósfera está impregnada de un aire romántico y nostálgico, típico de los K-Dramas, que despierta en él una dulce melancolía.La emoción embarga a Ansgar mientras su mente viaja a aquellos momentos llenos de inocencia y amistad, de rebeldía y peleas en el pasillo. Recuerda las sonrisas tímidas, los susurros de complicidad y los secretos compartidos en los pasillos de la escuela de las chicas que lo miraban deseosas de ser tomadas por el rubio. Aquel dulce recuerdo, que trae consigo momentos amargos de su adolescencia en casa, se encuentra rodeado de casilleros decorados con coloridos adhesivos y notas adhesivas. Cada rincón del pasillo está lleno de pequeñas obras de arte que hablan del afecto y la atención que los estudiantes dedican a sus amigos o enamorados secretos. Sin embargo, su casillero, solitario, con las mismas cartas de siempre, “Chicas y chicos desesperados”, decía a sus amigos, destacó una en especial, una cubierta de perfume con olor a canela, aquella que junto a un pastel de chocolate y una pequeña caja de leche de soya, le esperaba en la cima de su casillero, sacándole una sonrisa cada de vez que leía la carta. “Señor Ansgar, hoy te veo realmente desanimado, así que traje el mejor pastel de la tienda. Sé… que no te gusta mucho el chocolate, ¡pero pruébalo, sé que te gustará! Atentamente H.M”. Aquella memorable nota causó en el rabia al detonar las lágrimas, huyendo rápidamente al baño antes de que aquella salieran de sus ojos. La más importante fue ese día, ese día en que su madre, Mabel Gabriele Jörgensen Rockefeller, fue asesinada por Juan Pablo De Santis, una tarde fría y nublada. Durante la mañana había revisado su casillero observando extrañado que en la parte superior no había nada de comida o postres, frunció el ceño y deprisa abrió el interior encontrando un carta amarilla, de un hermoso color amarillo que decía… Querido Señor Ansgar Espero que esta carta la encuentre bien y llena de alegría. Permítame expresarle, con palabras llenas de admiración y amor, lo especial que usted es para mí. Desde el momento en que nuestros caminos se cruzaron, su presencia ha iluminado mi vida de una manera indescriptible. Admiro la forma en que camina con gracia y confianza, con cada paso irradiando una elegancia única. Sus ojos violetas, profundos y cautivadores, me han hipnotizado desde el primer momento en que nos encontramos. Su cabello rubio, como un rayo de sol en un día nublado, siempre ha capturado mi atención. Pero más allá de su apariencia, su personalidad brilla con una calidez y bondad incomparables. Su amabilidad hacia los demás a pesar de ser tan rudo y problemático, su compasión y su forma de tratar a todos con respeto y cuidado detrás de aquellos gestos que para otros serán egoístas y maleducados, me han inspirado de innumerables maneras. Usted es un ser humano excepcional, y la forma en que se preocupa por los demás es un verdadero tesoro para mi. Sé que nunca nos hemos visto y que sonará exagerado lo que digo… pero desde lo más profundo de mi corazón, debo confesarle que mi amor por usted ha crecido a lo largo del tiempo. Cada encuentro, cada interacción, ha dejado una huella imborrable en mi alma. Su sonrisa ilumina mi día y su risa es como una melodía que resuena en mi mente. Cada pensamiento de usted trae consigo una chispa de felicidad que nunca antes había experimentado. Por eso, deseo con todo mi ser tener la oportunidad de verlo esta tarde en el patio de la escuela. El sol de la tarde iluminará nuestro encuentro, y mi corazón latirá con la esperanza de que pueda sentir lo mismo que yo siento por usted. Anhelo tener la oportunidad de expresarle personalmente lo que esta carta solo puede comenzar a describir. Si decide honrarme con su presencia, estaré esperando en el patio de la escuela a las 4 de la tarde, ¡Llevaré pastel de chocolate, ya que veo que le gustó mucho! y por supuesto, con un corazón abierto y lleno de emoción. Espero que nuestros caminos se crucen una vez más y que podamos compartir un momento inolvidable juntos. Con todo mi amor… H. M.
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