Parte dos: Capítulo XXV: Entre Sombras y Promesas Rotas

1080 Words
El anillo, ahora despojado de su dedo originalmente, yace solitario, capturando destellos de la luz del aeropuerto. La gema, una vez portadora de promesas de un futuro lleno de luz, de adrenalina y de un amor poco convencional entre un hombre y una mujer locamente enamorados, ahora refleja una tristeza llena de injusticias, de palabras de crueles y de miradas llenas de desprecio. Mientras Harry se aleja con el recibo de los boletos, una sombra se cierne sobre sus ojos. Las lágrimas, silenciosas, pero palpables, ruedan por sus mejillas como la lluvia que cae en un día gris y sin vida. —Vámonos, Hans. —ruega en un suave susurro cerca del castaño que lo observa lleno de melancolía. —Vámonos de aquí. —da respuesta junto a un sonrisa sin fuerzas. Sin embargo, y dadas las circunstancias, el dolor en ambos se oculta detrás de la máscara que les permiten avanzar con las cabezas en alto, aunque en sus corazones lleven la carga de los recuerdos más dulces y amargos de sus vidas. El anillo, ahora un testigo mudo de despedidas y nuevos comienzos, permanece en la mesa de la recepcionista, una pieza de un rompecabezas que alguna vez contó una historia diferente, de una pareja fuera de las imposiciones sociales, fuera de lo convencional en su cien por ciento. La joven rubia y recepcionista, con suavidad toma el anillo, al ver que el par termina de entrar, guardándolo rápidamente en su bolsillo, junto a un par de ojos llenos de pena. —Puesto 10 y 11. —apremia Hans, mirando el interior del avión apenas lleno y manteniéndose alerta. —Tenemos suerte de que por la tarde se hayan ido los más llenos y tengamos tiempo de tomar este. —Sí… —seca sus mejillas con suavidad. —Iré a ubicar los asientos. —dice con suavidad, suspirando posteriormente. —Estoy muy cansado. —Sí, lo sé, ve a descasar, necesito ir al baño. —dice cerca del oído del de ojos celestes. —Come algo de chocolate de la malea y coloca la caja en mi asiento, me pareció ver algunos paquetes de comida ahí. El anuncio del último llamado para el vuelo a Tailandia resuena en el aire. —Última llamada para el vuelo TK437 a Tailandia. —anuncia el altavoz. —Por fin, 5 minutos y estamos fuera. —Hans aprieta la mano de Harry con suavidad. Por fin y sin más espera, el avión cobra vida, los motores rugen, y la tierra se desvanece bajo las ruedas. En ese preciso instante, Ansgar y Ellinore irrumpen en el aeropuerto, con la desesperación marcada en sus rostros y el deseo latente de ver los rostro del par de chicos sentados esperando el avión, “Por favor, Hans, ¿dónde estás?”, piensa y se atragante nervioso el rubio de ojos violetas. —¿Harry y Hans estuvieron aquí? —exige Ansgar a la recepcionista con su tono denotando impaciencia. —Sí, acaban de tomar el último vuelo a Tailandia. — responde la recepcionista, nerviosa ante la presión. Carraspea su garganta y observa a la azabache a su lado y su mano, “El anillo”, piensa al ver el blanco brillar en su dedo índice. —El muchacho de ojos celestes dejó esto sobre el mesón, pensé en guardarlo y reportarlo de inmediato. —Con suavidad deja la argolla cerca de la mano de la joven que palidece en segundos, tratando de sacar palabra alguna sin éxito. —No, no, Harry… —sus ojos enrojecidos observan a su hermano y sin pensarlo dos veces corre fuera del aeropuerto, para entrara a la pista rompimiento toda norma y seguridad de la zona. —No puede ser posible. —niega una y otra vez, ignorando a la recepcionista ligeramente asustada. —observa a su costado el avión elevarse poco a poco y a un par de kilómetros a su hermana noquear a los guarradas de seguridad. —Carajo. —masculla. Por otra parte, el zumbido del motor era como un susurro constante y un perfecto aislador de sonidos externos que apaciguaron los gritos de Ellinore y las alarmas del aeropuerto; acompañando la melancolía de sus pensamientos, Harry supiera pesadamente, con los ojos cerrados debido a la fatiga y después de haber comido un par de bocadillos. Mientras el avión atraviesa las nubes, Hans retira su gorra con suavidad, echando una mirada suave a su al rededor y finalmente respirando aliviado. —¿Crees que finalmente estamos a salvo? —señala Harry, sin abrir los ojos, sintiendo sus labios secos resquebrajarse un poco debido a la deshidratación. —No lo sé, pero estamos juntos en esto. Eso es todo lo que importa ahora. —Hans responde suavemente para luego tomar un poco de jugo de arándanos dulce de un pequeño tarro empaquetado de la caja de la anciana de la tienda de ropa y un mordisco grande a un emparedado de jamón y queso frío. —Dudo mucho que nos alcancen a estas alturas, al menos al salir, podremos cambiarnos antes y tomar salidas menos concurridas en el aeropuerto de Tailandia. —Tengo entendido que tiene tres paradas, bajémonos en el pueblo de Sawankwun, leí en el folleto que podemos quedarnos en la parada que queramos. Es mejor que llegar a la capital. —Perfecto, todo es mejor que eso… —sonríe con suavidad, mientras da otro mordisco, esta vez a un postre de maracuyá y otro a un pan de leche relleno de crema. —Nunca imaginé que nuestras vidas tomarían este giro… por segundos pienso que esta es una mala decisión, pero me doy cuenta de que solo mi ansiedad es lo que me lleva a ese punto. —suspira, abriendo finalmente sus ojos y observando las mejillas regordetas del chico que come. —No diré nada, sigue comiendo hace un momento vi tus manos temblar, sé que estás ansioso, tranquilo. —dice con suavidad, dándole una suave sonrisa.—señalan con ojos llorosos. Hans acerca su mano y con dulzura seca sus lágrimas. —Y tu tranquilo, llora tanto como quieras, más tarde me toca a mí. —Ahora tú eres el chistoso. —ríe con suavidad, cerrando suavemente sus ojos. La conversación se desvía hacia anécdotas del pasado cuando eran niños y pasaban pegados como dos masmelos dulces, risas y confesiones de travesuras de la escuela y universidad, llevándose consigo el malestar en cada palabra y casando que el sueño les tome finalmente.
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