Parte uno: Capítulo XXV: Entre Sombras y Promesas Rotas

1001 Words
La entrada al aeropuerto se transforma en un bailoteo encubierto, con cada paso cuidadosamente planificado para esconderse de las miradas curiosas. Harry y Hans, envueltos en gruesas capas de ropa para camuflar sus identidades, caminan por los bulliciosos pasillos de la recepción. La latente ansiedad que corre por sus venas impregna la atmósfera en cuestión de segundos, al menos eso ellos creen al atraer algunas miradas y cómo si los ojos de los fugitivos brillan con anticipación del riesgo, incluso cuando sus movimientos suaves y tranquilos, aparentemente, atenúan de por sí una pizca de miedo. Definitivamente, las multitudes son estructuras humanas en constante movimiento y que además de sos ser masas dinámicas, logran, en ocasiones, proporcionar una cortina humo para quienes desean esconderse sin realmente querer hacerlo de manera explícita, ante los demás. Las luces parpadeantes de la pantalla y los carteles brillantes hacen poco para revelar esos rostros desconocidos, convirtiéndolos en sombras fugaces que rodean al par de jóvenes ciertamente asustados y al mismo tiempo llenos de valor. —Si logramos llegar ahí y comprar los boletos, podemos largarnos de una vez al interior en vez de esperar. —advierte el de ojos castaños al ver el último vuelo a Tailandia aun con 15 puestos disponibles. —Deprisa, ve y comprarlos. —De acuerdo, no caminas tan cerca de mí, ve uno o dos pasos atrás para evitar llamar la atención a pulso. Con una palpable sensación de ansiedad que contrasta con la decisión de seguir el ritmo de lo planeado, Harry se apresura, no sin antes apretar la manos de Hans para reconfortar ante la mirada triste que logró atrapar minutos atrás. A pesar de la incertidumbre que los rodea, el castaño respira hondo y con suavidad, alejando las ideas hirientes y calcinaste de su mente; Entonces la llama llena de fortaleza da forma a sus siluetas, al semidios en su interior, volviendo todo aquello en siluetas invisibles a los ojos escrutadores que quieran osar conocer un poco más, causando que se pierda el interés al instante. La penumbra del aeropuerto se convierte en su aliado, cada sombra de las personas al pasar y cada rincón se vuelven en posibles escondites que seguramente los ojos de quienes los siguen se fijaron. Cada detalle, desde el sutil roce de las prendas que ocultan sus facciones hasta la sincronización perfecta de sus movimientos, contribuye a esta actuación en público, “Somos un par de chicos viajeros, es todo”, se repite Hans una y otra vez a sus adentros. Con la mirada afilada como la de un halcón, escudriña con minuciosidad los alrededores sin ser atrapado por otros ojos, atento a cualquier señal de peligro. Mientras tanto, Harry, rápido y decidido, avanza con pasos calculados hacia la recepcionista. La expresión concentrada de Hans se refleja en sus ojos mientras observa cada movimiento de su compañero, “Mierda, no”, observa a las afueras de los ventanales cristalinos a un batallón de hombres caminar con cuidado observando los alrededores, vestidos de n***o claramente se da a saber quienes son. —¿Dos boletos para el vuelo a Tailandia? Rápido. —murmura Harry, con la voz apenas audible. Los dedos de Harry, diestros y furtivos, danzan con elegancia sobre el mostrador, solicitando dos boletos en un susurro apenas audible repetidas veces, como si estuviera compartiendo un secreto con la recepcionista que además lo observa con ligera preocupación. La interacción se convierte en una coreografía silenciosa de gestos rápidos y palabras apenas audibles, diseñada para pasar desapercibida entre el bullicio constante del aeropuerto. Ambos se miran y la joven rubia solo asiente con suavidad como si dijera, “Estás a salvo”, lo que causa en su garganta un nudo y en sus ojos un par de lágrimas se formen. —Listo, disfruten su vuelo. —sonríe la recepcionista con naturalidad. En un movimientos apenas percibido e incluso visto por la recepcionista, que de inmediato se voltea, fingiendo no saber, Harry deposita con delicadeza su anillo de compromiso en la mesa de la recepcionista. Sus manos, temblorosas, pero con suave tacto a la superficie, realizan el gesto con precisión para evitar que este se caiga y el sonido los coloque en la mira. La joya, una manifestación tangible de promesas rotas, encuentra un nuevo hogar en el frío mostrador. El tintineo suave del diamante blanco contra la superficie es casi un eco melancólico de los suspiros y lágrimas que se limpiaron en aquella vieja mansión en el campo. El anillo, ahora despojado de su dedo originalmente, yace solitario, capturando destellos de la luz del aeropuerto. La gema, una vez portadora de promesas de un futuro lleno de luz, de adrenalina y de un amor poco convencional entre un hombre y una mujer locamente enamorados, ahora refleja una tristeza llena de injusticias, de palabras de crueles y de miradas llenas de desprecio. Mientras Harry se aleja con el recibo de los boletos, una sombra se cierne sobre sus ojos. Las lágrimas, silenciosas, pero palpables, ruedan por sus mejillas como la lluvia que cae en un día gris y sin vida. —Vámonos, Hans. —ruega en un suave susurro cerca del castaño que lo observa lleno de melancolía. —Vámonos de aquí. —da respuesta junto a un sonrisa sin fuerzas. Sin embargo, y dadas las circunstancias, el dolor en ambos se oculta detrás de la máscara que les permiten avanzar con las cabezas en alto, aunque en sus corazones lleven la carga de los recuerdos más dulces y amargos de sus vidas. El anillo, ahora un testigo mudo de despedidas y nuevos comienzos, permanece en la mesa de la recepcionista, una pieza de un rompecabezas que alguna vez contó una historia diferente, de una pareja fuera de las imposiciones sociales, fuera de lo convencional en su cien por ciento. La joven rubia y recepcionista, con suavidad toma el anillo, al ver que el par termina de entrar, guardándolo rápidamente en su bolsillo, junto a un par de ojos llenos de pena.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD