Parte uno: Capítulo XXVI: Las lágrimas de un par de demonios de ojos violetas

1266 Words
La aeronave surca los cielos tan desesperadamente ante los ojos de la Madtsoia como las emociones abrumadora que la colocan al límite de la fatiga física y mental, “No, por favor, Harry”, piensa angustiada, sintiendo su ojos enrojecidos por las lágrimas y la rabia, dejando a Ellinore atrás, en la pista de aterrizaje, gritando desesperada. La adrenalina fluye por sus venas, y sus ojos reflejan furia en su totalidad y sobre todo: Dolor. —¡Detengan ese vuelo ahora mismo! —exige Ellinore, su voz cargada de rabia, pero con una mirada llena de tristeza; Los gritos se perdieren suavemente en el rugido ensordecedor de los motores. Era tarde, muy tarde para borrar aquellas miradas y aquellas palabras que dijo a aquel ángel de ojos azules, creyendo en la evidencia, creyendo en las palabras de su hermano —¡Ellinore! —grita agitado. Se acerca rápidamente al verla de rodillas en la pista iluminada suavemente por las señalizaciones del lugar. —Ellinore… —La llama nuevamente, sintiendo sus garganta tensa. Lo sabe, sabe que aquella mujer que es su hermana y su confidente lo que menos quiere es verle a la cara. —Elli. —La llama con suavidad. —¡No te atrevas! —se levanta de repente señalándolo acusatoriamente, escupiendo aquellas palabras entre lágrimas. —No te atrevas bastardo hijo de perra, no te atrevas a llamarme así. —Se acerca peligrosamente tomando del cuello de la camisa a su hermano, que, al igual que ella deja que las lágrimas salgan sin más. —De los más estúpidos….de los dos, yo soy la más estúpida e ignorante del año por confiar en ti y dejar ir…dejar ir la felicidad porque toda mi puta vida….¡Toda mi vida! —lo agita con fuerza. —¡Toda mi vida solo pude confiar en mi hermano, el mismo imbécil desconfiado, testarudo y sobre todo fuerte de este mundo! —solloza finalmente. —Mierda, Ansgar, maldita sea desearía que no nos hayan destrozado tanto en aquellos tiempo, desearía que esto no fuese real. Mientras tanto, Hans se encuentra en el interior del avión, con la respiración agitada y el corazón latiendo con fuerza, como un tambor desbocado. Aunque el peligro inminente se aleja a medida que la aeronave corta el aire, una inquietante sensación de insomnio lo mantiene en vilo. El zumbido constante de los motores, antes imperceptible, se convierte en un eco insistente en su mente. Cada clic de los interruptores, cada crujido de la estructura metálica del avión, se magnifica en la penumbra de la cabina, aumentando los nervios que punza en ocasiones su cabeza —No puedo creer que hayamos logrado escapar. —Hans mira a su compañero con incredulidad, cansado pero ciertamente aliviado. —Tenemos que mantener la cabeza fría de todas formas, con que salgamos a la primera parada sin que algún gorila nos atrape, perfecto. —ríe con suavidad. —No estamos a salvo aún. —Harry le devuelve la mirada con una suave sonrisa. —Tengo mucho sueño. —bosteza. —Déjame dormir, correr es agotador. —Pues tendrás que empezar a adaptar tu cuerpo, bueno los dos, somos unos espaguetis. —Podremos ser espaguetis fuertes y ya esta. —se acurruca en la sabana y apoya su frente a lado de la ventana del avión. —Te quiero. —dice con suavidad. —Yo también. —acaricia la cabeza del de cabellos negros con suavidad y suspira. Mientras Hans se debate entre el cansancio y el temor al ver su al rededor de tanto en tanto, en busca de alguien extraño que pudiera estar siguiéndolos, pensamientos dolorosos empiezan a aparecer, causándole fastidio inmediato, por lo que decide pasear por el avión en busca de distracción, “Debería ir por algo de comida o a la zona de lectura”, piensa y se levanta con cuidado de no despertar a Harry. “Vaya, esto es bastante bonito para ser público”, piensa mientras observa el espacio que aunque reducido es acogedor, “Esto parece viaje VIP”, piensa y sonríe con suavidad. La iluminación tenue resalta los contornos de los asientos y las pequeñas ventanillas, creando una atmósfera tranquila; Afortunadamente la zona está en total soledad por lo que aprovecha para tomar cualquier libro y empezar a despejar su mente. —¿Necesitas compañía? Veo que estás un poco solitario. —sonríe con amabilidad un joven de tez morena y ojos ligeramente rasgados. —Gracias, pero estoy bien solo ahora, pese a ello es una zona en la que puedes estar, por eso compraste tu boleto, ¿no? —responde sin siquiera mirarle. —Está bien. —asiente con suavidad y se sienta frente a él. —Lamento si te molesta solo que estos vuelos me ponen nervioso. —No, no, yo lo siento. —Lo mira finalmente, apenado. —Lo lamento estoy algo estresado. —acaricia su cuello. —Lo siento. —Tranquilo, no pasa nada. —Le da una afable sonrisa y ambos ríe con suavidad. —Mmm… me llamo Wichai Pakpoom. —Con nerviosismo ofrece su mano a lo que Hans rie con suavidad y recibe. —Un gusto, yo soy Hans Murphy. —sonríe con suavidad. —Puedes decirme Hans. —A mí Pakpoom. —asiente y aleja su mano finalmente. —¿Y qué te lleva a ir a Tailandia? El calor es inmundo en ocasiones, ¿sabes? —Lo sé. —ríe con suavidad. —Digamos que es una…escapadita para disfrutar de algo diferente. —asiente pensativo. —Genial, eso hice yo pero en Belfast. —Por tu nombre intuyo que eres tailandés. —deja el libro a un lado. —Sí, así es, vivo en Sawankwun, la primera parada del avión. —De hecho mi mejor amigo y yo bajaremos ahí. —relaja sus hombros. —Estupendo. —Le mira pensativo. —¿Ya tiene donde quedarse? —No, pero estamos pensando en un hotel con lo básico. —Bueno, mi abuelo y yo vivimos en un santuario, quizás puedan quedarse ahí, no van turistas en estas temporadas asi que creo que será más cómodo que estar cerca de la carretera en un hotel caluroso. —relaja su cuerpo dejando los nervios atrás. —Pakpoom, apenas y me conoces. —Tú también y ya estamos hablando tranquilamente. —alza sus cejas, causando carcajadas en el castaño. —Pero de verdad… —Está bien, al final tomarán nuestros servicios, es bueno para el negocio y para los viajeros. —alza sus hombros con suavidad y sonríe finalmente. —Tranquilo. —Bueno… —muerde su labio inferior pensativo. —De acuerdo, acepto el trato. ofrece su mano. —Excelente, cuando lleguemos comerán a montones a mi abuela le encanta cocinar como si no hubiera un mañana. —bosteza y se acurruca en el asiento. —Yo soy un barril sin fondo así que está bien. —ríe junto al muchacho. A medida que la conversación avanza, Hans y Pakpoom descubren sorprendentes similitudes en sus experiencias de vida, lo que genera confianza entre ambos, especialmente en el castaño, ¿quién pensaría que podría encontrarse a un ángel en medio del camino aunque sea para descansar? Entre risas y anécdotas, Hans también comparte historias sobre sus amigos cercanos y las experiencias vividas durante sus vida escolar, omitiendo ciertos eventos que desearía olvidar para siempre. Habla de las escapadas de fin de semana a la playa, las noches de cine en casa y las largas conversaciones sobre su futuro como empresario después de graduarse de la universidad, si es que logra hacerlo.
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