Parte uno: Capítulo XVII: Sinfonías de peligro y placer

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A pesar del escándalo en la sala principal, Piero, enfurecido y herido en su orgullo, se retira con su grupo, dejando tras de sí un rastro de tensión en el aire. Si bien es un asunto de importancia, eso al magnate le valía tan poco como la vida del joven psicopático y berrinchudo de Luciano Piero, al menos en este momento, pues, Ansgar, a pesar del dolor en su abdomen y brazo derecho, se levanta con gestos lentos, pero lleno de éxtasis por atrapar a su presa y arrastra al castaño hacia una habitación del bloque, cerrando con fuerza tras el. —Ansgar, c-cálmate… — pide entre un jadeo ahogado. —Qué descarado eres… —baja su mirada y sonríe complacido. — Tu amigo me dice otra cosa. Te gusta esto verdad, que te acorrale. —¡No, n-no es cierto! Déjame salir. —camina, terriblemente sonrojado a la entrada, siendo bloqueado por el rubio quien lo toma y carga hasta dejarlo sobre el escritorio. —No, déjame. —Con la respiración agitada, lucha por zafarse. —Yo solo quería que se fuera. —señala rápidamente, atrapado aquellos ojos violetas, cerca muy cerca al igual que los labios del mismo. — Solo dilo, di que soy tuyo. — jadeante y hábil en sus movimientos baja los pantalones del contrario que entre geminos entre cortados trata de detenerlo, fracasando en el intento. —Solo dilo….Mmm…— gime, complacido al meter el pene del chico en su boca y chupar suavemente. Se entrega finalmente a la práctica de la felación, arrancando suspiros de placer a Hans, quien, a pesar del dolor inicial por la brusquedad de su boca, se abandona al éxtasis, gimiendo y jadeando entre espasmos llenos de placer en su cuerpo. —Ahhh…dilo, dilo… —Lo mira desde abajo, deseoso y sudoroso para luego volver a meter la virilidad del joven en su boca. —¡Ah…ah…basta, no más…ah! —gime, loco de placer y avergonzado por todo lo dicho en aquella sala anteriormente. —¡Mmm!... —gruñe y gime al sentir el líquido en lo profundo de su garganta, complacido. —¡Aaah! —Un gemido largo sale entre lágrima llenas de placer de la boca del castaño que rendido se deja caer sobre el escritorio, débil y jadeante. Ansgar se acerca con suavidad y con prisa toma los labios del contrario. Sus labios se encuentran en un beso suave, pero cargado de lujuria cargados de necesidad, de la necesidad de consumir aquel delicado cuerpo. —N-no podemos hacerlo, el doctor dijo… —Sé lo que dijo. —jadeante, vuelve a besarlo. —Besar si puedo hacerlo y tragarme a tu amigo también. —sonríe con picardía, ganándose un quejido y leve gemido de aquel de ojos soñadores y cafés. —Me vuelves loco…Solo dilo. —relame sus labios deseoso de escucharlo. —Eres…mío… —Con dedos sudoroso acaricia la mejilla del rubio. —Eres mío… —dice dulcemente, causando palpitaciones fuertes en el de ojos violetas. —Mierda….ah… —gime tembloroso apoyándose en el pecho del chico de repente. —¿Qué pasa? ¿Estás bien, es la heridas verdad? —pregunta alarmado el chico semidesnudo. —Ansgar…. —No, es mi pene descargándose en mi ropa interior, acabo de tener un orgasmos, ¿de quién será la culpa? —sonríe socarrón atrapando los ojos del castaño que cubre su rostro avergonzado. —Vámonos. —pide rápidamente, escondiéndose en el pecho del rubio que sonríe y ríe con suavidad. —Sí. —besa el rostro del chico avergonzado, y le abraza con suavidad. Por otro lado, la modesta casa de la abuela Dora rezuma calidez y sencillez. Después de los eventos tumultuosos que sacudieron a la zona por el ataque al centro y parte de la plaza, Ellinore, no está exenta de ello y el tener a Harry, apresura la idea tan loca como lo es su ser al cien por ciento, “Se supone que sería romántico, maldita loca”, piensa y hace una pataleta al aire, caminando de un lado a otro hasta finalmente asomarse por la ventana, nerviosa. el peso de sus decisiones, se encamina hacia la pequeña sala donde la abuela Dora observa el día a través de la ventana. —Abuela exploradora, necesitamos hablar —dice Ellinore con voz firme, pero con un deje de nerviosismo, causando risas en la anciana que termina de acomodar con calma las macetas con platas pequeñas sobre la mesa de confecciones. —Si no supiera que siempre te apareces de la nada, me matarías de un infarto. —Dora gira su mirada hacia Ellinore, una ceja alzada en señal de curiosidad. —Pasa se me va a enfriar el café. —Sí. Como un cachorro emocionado entra y encuentra a Harry saliendo de su habitación con un cambio de ropa, pues ya habían sido dos o tres días que estuve en su humilde hogar en la torre, no había podido ir por ropa y rechazaba rotundamente que la azabache le comprase prendas nuevas. La joven toma asiento frente a la anciana finalmente e inhalando profundamente antes de comenzar. —Abuela, Harry y yo nos amamos profundamente. He decidido que quiero casarme con él. —dice rápidamente. —¿Casarnos? —exclama Harry, con voz temblorosa mientras sus ojos se abren con sorpresa y se sonroja con fuerza. —Eso es lo que tengo que decir. —Ellinore se muerde el labio inferior y observa el rostro estupefacto de Harry. —Ellinore, el matrimonio es una decisión seria —responde Dora con calma. —Ambos son jóvenes, y hay muchas cosas que considerar. —Tengo casi 27 años soy una mujer hecha y derecha. —dice lanzando una carcajada. —Aja y todavía comes compotas de zanahoria. —Ríe y niega con su cabeza al ver el puchero de la azabache. —¿Y qué tiene? —reclama, alzando sus hombros. —Compota es compota, a ver, diga. —¿Estás enamorada de mi nieto? —Sí. —¿Ya han peleado? —Sí. —No tuviste un buen inicio con él y fuiste muy insistente. —Eso cierto… —mira con una sonrisa socarrona a Harry que se sonroja aún más. —Pero pregúntele a él le gus… —¡Ellinore, cállate! —se agalla tapando su rostro entre chillidos de vergüenza. —Ay, bueno, ya. —dice fingiendo inocencia. —Y pese a ello cuando veo tus ojos y como lo miras sé que estás enamorada de mi pequeño Harry. —dice con suavidad sin apartar los ojos de la azabache que poco a poco se componen en la silla, aclarando su garganta.
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