Parte dos: Capítulo V: La primera vez que te besé

1266 Words
Es tanta la diversión y deleite que olvida su alrededor por completo, sintiéndose en su pequeño hogar, “Cómo lo extraño”, piensa nostálgico. Dejando la melancolía en segundos, se adentra un poco más en la historia y con nada de sorpresa, sino una creciente y orgullosa moción, se identifica con la encantadora Elizabeth Bennet, y su voz balbucea con entusiasmo las respuestas ingeniosas que ella ofrece al arrogante Mr. Darcy. Sus labios se curvan en una sonrisa cuando pronuncia los diálogos cómicos entre la impetuosa Lydia y el desafortunado Mr. Collins. En medio de su lectura apasionada, Hans no puede evitar empatizar con los momentos de tensión entre Elizabeth y su madre, Mrs. Bennet, mientras esta última intenta asegurar matrimonios ventajosos para sus hijas. Sus palabras se entrecortan al recrear las escenas en las que Elizabeth desafía las convenciones sociales y muestra su valentía y perspicacia, derrumbando la arrogancia de aquel hombre hermoso y elegante. Suspira al leer la confesión de amor entre Darcy y la señorita Bennet con emoción. En un suave movimiento mira a su costado al escuchar un suave ruido golpetear la pared y como si del diablo se tratase, los colores de su rostro se intensifican y deja a un lado el libro, atragantándose. —¿Ya comiste? —pregunta apacible y tranquilo. —No, la comida no ha llegado. —cierra sus ojos esperando el grito furioso del hombre. La comida debía haber llegado hace 40 minutos, pero por alguna razón no llegó. —Quizás pasó algo en el camino. —Sí, probablemente. —suspira y deja sobre la mesa frente al joven una bolsa de comida. —Tu amigo me dio esto por adelantado. Dijo que mañana en la noche no podrá venir como te había dicho antes. —suspira y se sienta en la mesa con parsimonia. Abre la bolsa y saca dos platos de comida. —¿Qué estás esperando?, no pienso darte de comer. —con una mueca observa al castaño que rápidamente se levanta y toma la comida. Ansgar observa con ligera fascinación los ojos brillantes del chico al ver el pollo picante con trozos de pimiento rojo y verde y semillas de sésamo. “Qué imprudente”, piensa al ver como saca toda la comida y se sienta al extremo más lejano, hipnotizado por los alimentos y empieza a comer ignorando al hombre que le observa con la cuchara cerca de la boca. —Señor Hans, también quiero comer. —dice burlón causando que el chico se ahogue con el té de melocotón que bebía con astucia. Suelta una carcajada fuerte y genuina al ver el rostro sonrojado y avergonzado del chico. —Perdón, aquí tiene. —deprisa seca su boca y pasa dos tazas de arroz blanco. Sus oídos disfrutan de aquella risa, por primera vez, genuina y encantadora. —Lo siento. —Tranquilízate, no voy a comerte. —dice con sorna al verlo comer despacio y apenado. —Come bien, debes tomar tu medicina, tu padre y me refiero a Harry ha estado atosigando por mensajes sobre tu medicina a las 8 con 20 minutos. —Yo ya… —tembloroso deja la comida restante en el plato. —Yo ya lo tomé. —¡¿Qué mierda hiciste?! —se levanta y golpea la mesa furiosos. —Estás loco, ¡¿cómo se te ocurre tomar eso sin comer?! —Yo comí el Budín y… —brinca asustado al escuchar sus fuertes gritos. —¡Eso no es comida, joder! —enfurecido acaricia su cabello caminando de un lado a otro. —Llama a tu amigo y dile lo que hiciste. No quiero regaños de puta mierda por tu imprudencia. —Lo lamento, lo llamaré ahora. —se levanta rápidamente tropezando con torpeza con la silla. —Mejor lo hago yo, ya que eres tan inútil. —marca al número del dichoso Harry. —Hola, cascarrabias, tu amigo se tomó las pastillas antes. Sí, no estoy mintiendo. —pasa el teléfono al chico y toma su mano con brusquedad colocando el aparato. —H-Hola. —apenado y con ganas de llorar aprieta su camisa. —Lo siento. No me sentía bien y pensé que si comía el Budín sería suficiente, lo lamento. —asiente con suavidad y devuelve el teléfono al hombre que lo recibe con el ceño fruncido. —Hola. —Escuche atentamente. —suspira Harry con enojo. —Si no sabe como tratar a una persona con ansiedad, simplemente trate de no tocar con ella. Gritar, amonestar no le va a ayudar a él y mucho menos a usted. Deje de ser tan ignorante y escuche lo que tenga que decir, sus razones y motivos, siempre hay un motivo. —alza la voz a través de la línea, acrecentado la rabia del rubio debido a la vergüenza y la razón en las palabras del contrario. —No siendo más, déjelo en paz si solo va a maltratarlo, ya suficiente ha tenido con la balacera y soportar su genio de mierda, adiós. —El teléfono se cuelga rápidamente, dejando estupefacto al de ojos violetas. Impaciente se lanza el teléfono en la mesa y se acerca al joven. Han instintivamente se aleja hasta chocar con la pared, asustado. —¿Por qué tomaste esos medicamentos de repente? —Yo no me sentía bien. —tembloroso observa aquellos ojos violetas. —Me estaban sudando mucho las manos y sentía que el aire se estaba yendo de mis pulmones. Yo… yo.. lamento haberlo metido en problemas. —cierra sus ojos, temeroso. —Ah, vaya, ya entiendo. —toma su rostro con una sonrisa arrogante, cegado por la rabia. —¿Acaso es mejor que besarme? —¿Qué? —sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos, siente su pecho adolorido. —Maldita sea, ¿acaso son mejores esas pastillas que besarme? —pregunta entre dientes. Humillado y dolorido, Hans siente un torbellino de emociones mientras empuja a Ansgar con fuerza y propina una fuerte bofetada en el rostro del rubio que voltea su rostro, causando un sonido profundo en la habitación, Una profunda tristeza se refleja en sus ojos mientras lo observa tocar su mejilla adolorida. Su corazón está lleno de confusión y angustia por haber cedido al impulso de besarlo en aquel momento tan desastroso. Las lágrimas amenazan con escapar de sus ojos mientras el remordimiento se instala en su pecho, “Es peor de lo que imaginé alguna vez”, piensa dejando escapar el sonido de sus sollozos suavemente. Cada paso que da alejándose de Ansgar es doloroso, como si su cuerpo se moviera en cámara lenta, arrastrando consigo el peso de la desilusión. Sus manos tiemblan queriendo alcanzarlo de nuevo y deshacer lo que ha sucedido, pero su mente lucha contra el deseo de acariciar aquel rostro ahora sonrojado por el golpe recibido. —Quiero salir de aquí, no quiero estar aquí. —solloza mientras se aleja apresurado para encerrarse en el baño. Su espalda encorvada y su rostro cansado, reflejan la pesadumbre que lo abrazan. Cada paso es un recordatorio de su error, de la vulnerabilidad que ha mostrado y que ahora le pesa como una maldita cruz en la espalda. “Nunca muestres tus sentimientos a un Rockefeller, nunca creas en las palabras de un maldito Rockefeller”. Da un portazo, asegurando la puerta a los pocos segundos, sollozando silenciosamente sentado en el piso del mismo. Segundos después, la puerta principal es azotada con fuerza indicando que Ansgar desaparece rápidamente en silencio, lleno de rabia y otro sentimiento que le hace enojar aún más: Culpa.
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