Parte uno: Capítulo VI: ¡Oh, cómo odio levantarme por la mañana!

1145 Words
Red Apple Cheeks por d**k Todd, retumban en los oídos de aquel hombre completamente desnudo cobijado por las sábanas oscuras, dando golpes de martillo en sus tímpanos. Se despierta lentamente, con una fuerte resaca que pesa sobre su cabeza como un ladrillo. Su cuerpo pesado y adormecido se estira con lentitud acompañado de chasquidos articulares, y sus ojos parpadeantes, se abren con dificultad mientras intenta adaptarse a la luz del día. El sabor amargo en su boca y la sensación de malestar en su estómago son recordatorios incómodos de los excesos de la noche anterior entre la rabia y la inconsciencia. A medida que se incorpora, Ansgar se aferra a cualquier punto de apoyo para mantener el equilibrio, mientras su cabeza late con cada latido de su corazón. Su rostro refleja el malestar y la incomodidad, con una expresión sombría y abatida. El sonido de su propia respiración le resulta molesto segundos después, como si cada inhalación fuera un recordatorio de la pesada noche que pasó entre placeres y la imagen de aquellos ojos sollozantes. Trata de encontrar consuelo en el silencio, buscando un respiro de alivio en medio del dolor de cabeza. —Mierda. —jadea y suspira profundamente mientras acaricia su rostro. Repentinamente, la puerta es azotada una y otra vez, causando dolor en sus oídos. —¡Mierda, ¿quién es?! —¡Hijo de puta, soy tu hermana! —canturrea mientras abre y se da paso a la habitación. —¿No vas a darme los buenos días? —aquella mujer de cabello n***o y ojos color violetas se deja caer sobre el sofá frente a la cama sonriendo burlona. —Te ves como una mierda. Ellinore Katja Jörgensen Rockefeller, una mujer enigmática y seductora, emerge de las sombras como una criatura de la noche. Alta y esbelta, su figura atlética desafiando como siempre la gravedad, moviéndose con una elegancia felina que hipnotiza a aquellos que la observan sin saber que ven una de las mil caparazones de aquella bestia endiosada. Su cabello n***o como el ébano cae firme sobre sus hombros, enmarcando un rostro de rasgos delicados y enigmáticos. Sus ojos, profundos y penetrantes, destellan con un inquietante tono violeta que parece guardar secretos. —Bastardo, ¿qué hiciste anoche? —¿Qué te importa? —Mucho y más cuando una chica sale huyendo de este lugar de repente. ¿Me la prestas? —Haz lo que quieras, ni siquiera sé cuál es su nombre. —frota sus ojos con suavidad. —¿Qué horas son? —Son las 8 de la mañana. —Carajo. —bosteza. —oh, cierto, hoy no tengo trabajo. —se sienta con suavidad en la cama y observa a su hermana. —Habla ya. —Qué mal cuidador eres. —¿A qué te refieres? —frunce el ceño y de repente su rostro empalícese, sorprendiendo a la mujer de cabello n***o. —Mierda. —Viste a Dios. —rompe a carcajadas. —Nunca te había visto así, hermanito. Para tu tranquilidad, está durmiendo en la oficina del fondo, no fue capaz de tomar el ascensor. —Por supuesto que no… —murmura pensativo. —Mierda. —Bueno, deja de quejarte y báñate, hueles a sexo candente. —se levanta de un brinco. —Yo me voy a sacarle dinero a esas cabezas de huevos de Ecornec One. —Lárgate de una vez. —Suerte con la bolita de arroz. —cantarina sale del lugar, dejando pensativo a aquel hombre. ¿Qué estaba sintiendo?, ¿ansiedad, pesar?, ¿cuál es la culpa? Eso lo sabría en cuanto fuera a enfrentar al chico. —Lo escuchó, seguro lo escuchó. —rasca su cabeza impaciente. —¿Y a mí qué mierda me importa? Se levanta fastidiando y camina desnudo al baño. Al entrar activa el agua caliente y enciende la regadera con suavidad. Se sumerge en la pureza del agua, dejando que los pensamientos se desvanezcan y que la relajación inunde su ser. Su rostro, sereno y tranquilo, refleja la calma que lo envuelve mientras los destellos del sol atraviesan el velo de vapor, pintando un cuadro de luz y sombras sobre su cuerpo. El agua tibia acaricia su piel, deslizándose suavemente por su cuerpo como un abrazo reconfortante. Cada gota que se desliza por su piel deja una estela brillante, revelando su tono dorado y resaltando los sutiles relieves de sus músculos bien definidos. Es la imagen viva de una obra de arte del antiguo imperio romano, aquel guerrero de corazón n***o ha sido bendecido con la belleza, convirtiéndolo en un demonio por lo mismo. Abre sus ojos con suavidad y suspira, mientras, el vapor se eleva en el aire, creando una neblina que envuelve al rubio mientras se sumerge en el baño. El aroma embriagador del jabón se mezcla con el cálido vapor, llenando la atmósfera con una fragancia suave y envolvente que acaricia sus sentidos. Sus manos, diestras y delicadas, se deslizan con gracia sobre su piel, explorando cada centímetro con un toque gentil y cariñoso. Los dedos se mueven con destreza, siguiendo los contornos de su cuerpo con una precisión meticulosa, asegurándose de limpiar cada rincón y recoveco de su hermosa piel literalmente bronceada. Finalmente, sale de la ducha y toma una toalla para secar rápidamente su cuerpo, saliendo desnudo nuevamente hasta llegar al closet y sacar un pantalón apretado de color n***o y un suéter cómodo. “Si me pongo el traje se ajustará esa maldita ardilla”, piensa y sonríe inconscientemente al recordar su rostro regordete. —Mabel. —alza la voz para que el teléfono sobre la cama reciba el mensaje. —Señor Ansgar, ¿en qué puedo ayudarle? —Haz un pedido a la biblioteca ValkyriaTesla, que envíen clásicos de romance de 1782 a 1950. —Señor, hay infinidad de libros, ¿le parece adecuado un total de 120 libros? —De acuerdo, si eso te parece poco. —ríe mientras niega con su cabeza. —Sí, según mis estudios matemáticos es lo más adecuado. ¿Para quiénes son señor? —Son para Hans. —¿El chico que salió huyendo de la habitación ayer, señor? —¿Qué dijiste? —atónito observa el teléfono. —¿Qué hizo qué? —Salió ayer huyendo de la habitación, señor. Usted trató de arrastrarlo al interior, pero el chico logró huir. Usted fue abrazado por su cita de anoche y volvió a la habitación, probablemente para tener coito. —¡¿Qué yo hice qué?! —grita enloquecido. ¿Él?, ¿Ansgar Alessandro Gabriele Jörgensen Rockefeller intento detener a alguien más en vez de solo tener sexo? —Eso es imposible. —Tengo las grabaciones, señor, Excepto las del coito. —Carajo, deja de hablar. Haz lo que te he pedido y es todo. —sale de la habitación apurado mientras acomoda su reloj de marca HerlockWast.
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