Capítulo XVIII: Oh, eres mi cono de helado Chocolate

1480 Words
La pereza estaba ganándole a los cuerpos del par de amigos que estaban siendo escoltados en cada esquina por civiles que realmente trabajan en la empresa del señor Ansgar, “De verdad no estaba bromeando”, piensa sintiendo sus orejas calientes por la vergüenza. —Oye, tu marido es algo exagerado, ¿no crees? —susurra en su oído al ver las miradas claras de “Hola, soy guardaespaldas de la empresa Rockefeller”. —Qué dramático, son tal para cual. —Cállate. —lo mira apenado e irritado. —Compremos rápido y vámonos de aquí. Sin más recorren la plaza de Solomons Alfaes que se despierta con el cálido abrazo del sol de la mañana. Sus amplios espacios se llenan de vida mientras la luz se filtra a través de las hojas de los árboles. Los senderos empedrados conducen a los visitantes a través de jardines meticulosamente cuidados, donde las flores despliegan su esplendor en una sinfonía de colores brillantes. El murmullo suave de una fuente central proporciona una banda sonora serena mientras las personas encuentran refugio en los bancos de piedra, disfrutando de la tranquilidad que ofrece el entorno. —Oye, este lugar es hermoso. —Es cierto, creo que cuando llegaste a Belfast solo vinimos una vez juntos hace un par de años. —sonríe con suavidad. —Sí… —se acerca a su oído y susurra. —Oye, está mirándote. —mira de soslayo a la mujer con ligera sonrisa que no quita la mirada de Harry. —¿Quién? —mira a todas partes y se encuentra con Ellinore, mientras carga una bolsa de su abuela. —Maldita loca, vámonos de aquí, vayamos por los aguacates al fondo. —De acuerdo. —ríe al ver el rostro asustado del chico. —Oye, hagamos algo. —¿Qué? —pregunta desconfiado. —¿Recuerdas lo que hicimos cuando éramos niños en la escuela? —pregunta con un brillo malicioso en los ojos. —Ay, no, Hans. —acaricia su frente. —Estás loco, no lograremos eso ahora. Una cosa fue el profesor de educación física otra es un batallón de guardaespaldas mirándonos hasta si nos sacamos los mocos o no —No exageres. —ríe silenciosamente para no ser descubierto. —Mira así podremos perderla de vista y nos divertiremos un poco como ese día en la escuela. —San Pacho. —mira a su amigo emocionado y brillante, “Hace tiempo no lo veía así”, piensa y sonríe finalmente con suavidad, rendido. —Está bien. ¿Qué haremos? —Correr, aun recuerdo la tienda de dulces caseros de al fondo, al interior de la plaza, escondámonos ahí. —Prefiero la tienda de cosméticos, es más bonita. —Solo por sentir el aroma a límpido. —Imbécil. —ríe con suavidad junto al líquido. —No es límpido, son productos para el cuidado facial, tú los usas imbécil. —Y tú también. —Echemos a correr en cinco… —Cuatro… —Tres… —Dos… —¡Uno! —gritan al unísono y se echan a correr. Como dos niños llenos de energía se echan a correr llenos de energía y alegría, se deslizan velozmente por caminos divergentes en la plaza ruidosa y con el despertar de la atención de los guardaespaldas. Sus pasos rápidos y ligeros resuenan con vitalidad en el aire. Las risas contagiosas se entremezclan mientras atraviesan el espacio, apenas encontrándose fugazmente en el centro antes de seguir cada uno su propio rumbo. Sus siluetas, llenas de energía, contrastan con la animada atmósfera de la plaza, creando una estampa dinámica y llena de vida en medio de la tranquilidad circundante. Hans corre con todo lo que tiene hasta llegar a un tumulto de personas y ocultarse entre ellos, agachándose y siendo perdido de vista por los muchachos, que hablan silenciosamente en sus micrófonos. Por otro lado, Harry, cruza por el pasillo de una panadería popular de la plaza sonriendo agitado; se esconde rápidamente al ver a 4 de los guardaespaldas buscarlo y se escabulle entonces dentro de un pequeño negocio y se esconde bajo el escritorio sonriendo al anciano que niega con su cabeza y sigue leyendo el periódico. “¿Dónde está esa masita?”, se pregunta divertido mientras mira cuidadosamente sobre su cabeza, encontrado el lugar fuera de peligro. Sus ojos divisan la tienda cosmética, cuyo paraíso ante sus ojos brilla exageradamente, “¡Bingo!”, grita mentalmente y corre rápidamente al interior, ocultándose tras uno de los grandes estantes del lugar. —Mascarilla de linaza con 45% de descuento, necesito comprar esto. —¿Para qué?, tu piel es hermosa. —¡Ah! —retrocede asustado. Ellinore toma de la cintura y el brazo rápidamente para que no choque con el estante y convierta todo en un desastre. —Cuidado. —observa al estante y luego al chico, que sin saber qué decir la mira abochornado. —¿Cómo se llama ese juego?, ¿encuéntrame y atrápame? —¿Qué te importa? —trata de zafarse y es pegado aún más al cuerpo de la temida Madtsoia. —Suéltame. —¿O qué? —pregunta desafiante. —O… le diré a tu hermano. —dice tembloroso. —Oh, qué miedo. —rompe en carcajadas y posteriormente se acerca peligrosamente al rostro del chico que jadea sorprendido y terriblemente sonrojado. —Qué… lindo eres… —dice embelesada conectando con aquellos ojos brillantes. —¿Si te beso qué podrías hacer? —se pregunta, socarrona. —No lo haga, no quiero. —forcejeando con todas sus fuerzas, empeora la situación quedando a escasos centímetros de su rostro, hecho un desastre. —¿Por qué eres tan malditamente lindo? —toma su rostro con sus manos y besar aquellos labios suaves, ligeramente delgados y rosados con deseo y suavidad mientras el chico entre jadeos y quejidos trata de alejarse, causando que la mujer meta su lengua y saboree su interior. —Mmm… no… —sonrojado y aturdido empuja el rostro de la mujer. —Dios, pareces un chicle, ¿por qué tus manos están rosadas? —las observa sonriendo descarada. —Ni que hubiera sido tu primer beso. —La cara risueña con la que carga todos los días, se desvanece poco a poco al ver aquellos ojos cristalizarse. “Mierda piensa alarmada”, mira a los lados sin saber qué hacer. —Lo sien… Una bofetada sonora se escucha en el establecimiento, causando que algunas miradas se volteen a mirar a la pareja. “Carajo”, cierra sus ojos avergonzada y ligeramente disgustada. Sí, a pesar de ser un Rockefller, tiene más conciencia que su hermano a pesar de ser una cazadora s****l de primera. Ninguna persona había llamado tanto su atención y había despertado en ella los llamados celos, jamás se había sentido así, incluso cuando el joven Harry está con sus amigos, su sangre hierve de los celos que le causa. Ahora, su oportunidad de acercarse más al chico, se había arruinado por su impulsividad naturalmente animal. “Se supone que sería diferente”, piensa de repente y sacude su cabeza. —Lo lamento, Harry, espera, yo solo estaba… Harry, con los ojos llenos de lágrimas, mira a Ellinore con una expresión llena de tristeza. Cualquier que lo vea, puede ver en su rostro todo el dolor que le ha causado. Las lágrimas amenazan con caer mientras su mirada dice más de mil palabras. Ellinore, al darse cuenta del impacto que ha tenido en Harry, muestra un gesto de arrepentimiento y compasión en su rostro. Es evidente que Ellinore si bien se destaca por ser impulsiva, también se destaca por no tomar en cuenta la posición de otros solo por su propia diversión. Para algunos el primer beso es banal, para otros, como Harry representa algo muy importante y significativo que se debe respetar, pues hace parte de los ideales y personalidad de su persona y ser intrusivos es sinónimo de tener la intención de perturbar la vida del contrario solo por diversión o maldad. En este caso si bien Ellinore besó a Harry con deseos de realmente saborearlo, enamorándose un poco más, en la cabeza de aquel chico solo representa una cosa: Perversidad. El de gafas huye rápidamente del lugar, tropezando con las personas en su camino. “Nunca nadie me había abofeteado en estos escenarios”, piensa y cierra sus ojos. —Es fantástico. —piensa sonriendo ampliamente con ojos brillantes, espantando a uno que otro usuario cerca de la zona. Muerde su labio inferior risueña. —Dios, me duele la mejilla. Me siento de la mierda… —asiente mientras tapa su rostro. —Harry, ¿qué me hiciste? —suspira y ríe a carcajadas como loca, causando miedo en los usuarios. —Harry, no te me vas a escapar. —dice con suavidad mientras acaricia su mejilla, atontada.
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