Parte dos: Capítulo XXIV: Rastro de Estrellas

1167 Words
La mujer, en un acto de valentía, juega con los límites entre el control y el caos. La persecución se convierte en una sinfonía de neumáticos chirriantes, motores rugientes y el eco de la fuga que va en contra de todas las expectativas de un ser humano común, “¿Esa mujer acaso es un soldado?”, piensa jadeante Harry al verla por el retrovisor, sonreír levemente y guiñarle el ojo divertida, “Definitivamente no es normal”, piensa y ríe a carcajadas suavemente, llamando la atención del castaño que arruga la cara sin comprender su ataque de risa. El juego del gato y el ratón, transforman las calles en un campo de batalla y el movimiento de las manos en el volante de aquella mujer se vuelven más prolíficos. Sus manos, antes apacibles sobre el volante, ahora se vuelven una extensión hábil de su experiencia a los largo de los años, “Un soldado muere cuando quiere”, se repite aquella mujer de cabello canoso sonriendo con orgullo. Los dedos se aferran con destreza al volante, sintiendo la rugosidad del terreno como si estuvieran en sintonía con el propio pulso del vehículo. El polvo se eleva en espirales detrás del auto. Finalmente, al doblar una esquina con maestría, reduce la velocidad y se desliza hacia una calle lateral. Los agentes, momentáneamente desorientados, siguen la trayectoria original, causando un respiro lleno de tranquilidad en Hans, quien se deja caer en el asiento agotado. Posteriormente, en una calle lateral, la mujer se detiene. —Tienen que irse a pie desde aquí. Les deseo suerte no puedo pasar más con ustedes, si ven que los dejo en la puerta del aeropuerto no serán los únicos atrapados aquí. —dice, su mirada transmitiendo calma a pesar de la agitación en su pecho. — Ya estoy muy bien para tanta joda. Harry y Hans agradecen apresuradamente antes de salir del auto. Se despiden con un gesto de gratitud y, con el corazón latiendo con fuerza, se alejan a pie, llegando finalmente a la puerta trasera del almacén, el menos concurrido y como no con el herbal precioso pero algo tenebroso detrás del mismo. —Debemos encontrar un lugar donde escondernos hasta que la situación se calme — sugiere Harry, su mirada alerta. La tienda iluminada grita a todo pulmón Varieties. Un color brillante y dorado, digno de un aeropuerto de primero en Belfast. Entran con cuidado de no llamar la atención de los pocos compradores y empleados. —Deberíamos tomar algo de ropa de la tienda, cambiar nuestra apariencia no estaría nada mal si están cerca de la zona. —propone Harry, evaluando su entorno. — Dudo mucho que lleguen aquí, la vieja loca debe estar bastante lejos. —Es bastante genial, no está loca. —sonríe con suavidad. —Bueno, dejemos la charla, entre más rápido mejor. Harry asiente, y ambos seleccionan prendas discretas de los estantes. La dueña de la tienda, una anciana amable, ofrece miradas amables mientras los jóvenes eligen sus atuendos. —Les deseo suerte, muchachos. Espero que encuentren lo que están buscando. —dice la anciana con una sonrisa al despedirlos. Con ropas nuevas y rostros frescos, Harry y Hans se sumergen en la conversación mientras recorren los pasillos de la tienda. La ansiedad se mezcla al escuchar una y otra vez las puertas de la tienda abrirse y cerrarse. —No podemos bajar la guardia. Esa maldita puerta me tiene mal. —comenta Hans, examinando una camiseta. —Dímelo a mí, ni siquiera se ha abierto y yo ya estoy mirando. —suspira. —Te juro que si no salimos de esta es porque el viaje con la anciana descocada no sirvió de nada. —Por Dios, nunca pierdes el humor cuando estamos juntos. —ríe levemente. —Gracias al señor Jesucristo si no estaría temblando por el miedo que siento ahora mismo. —Creo que estas gorras nos ayudarán a mantener un perfil más bajo, el cambio de ropa no es suficiente, además toma dos barras de chocolate de ahí. —sugiere Hans, sosteniendo un par de ellas y posteriormente señalando el estante de golosinas. —Sí…tú y tus chocolate Willie Wonka. —asiente. —Y tal vez deberíamos buscar una mochila para llevar lo esencial y tus dulces y demás, un poco más de ropa, por si debemos cambiarnos al llegar a Tailandia, es el único vuelo que sale a esta hora y hace parte del curso de la empresa… —Bastante gran y nos encontrarán. —comenta Hans, examinando una camiseta. Harry, observando la mirada distraída del castaño mientras cambia su camisa por un suéter color carmesí, algo holgado se acerca y le mira con suavidad. —¿Estás bien? — pregunta, notando la ausencia en la mirada de su compañero. —Sí, solo estoy pensando en lo que viene después… solo estoy un poco distraído. —parpadea como si volviera a la realidad. —Solo dilo, esto es una mierda Hans. —suscita con suavidad. —Lo es y solo si nos cae un milagro lograremos salir y llamar a la abuela Dora en otro país. —Es una mierda y me alegra que este comiendo de esta porquería conmigo. —sonríe con suavidad al escuchar la risa de Harry. —¿Crees que podemos confiar en alguien más? Esos bastardo parece que hablaran y negociaran hasta con los habitantes de calle.— pregunta el de ojos celestes con nerviosismo —No lo sé, pero si hay alguien allí afuera que pueda ayudarnos… mientras se calman las cosas espero que aparezca pronto… al menos para tener un lugar para hospedarnos. La anciana dueña de la tienda, escuchando la conversación, se acerca con una caja pequeña en las manos. —Les sugiero que tomen esto. Puede que les sea útil en su viaje —dice, ofreciendo la caja. —Yo pienso que esto será útil por al menos un tiempo. —Señora, pero… —Tranquilos pueden llevarlo en la mano en el viaje en avión es pequeña la caja para los aduaneros. Ambos agradecen con una suave sonrisa nuevamente antes de salir de la tienda con la caja ahora en sus manos. El tintineo suave de un pequeño timbre anuncia su salida de la tienda por la parte delante para dar paso directo al aeropuerto, cuya fachada iluminada destaca en la penumbra de la calle a las afueras, “Tengo miedo ahora, pero es hermoso”, pienso el de cabellos castaños mientras observa con cuidado el cielo estrellado. Sus ojos se abren de par a par y el iré de sus pulmones desaparece por segundos, tomando rápidamente a Harry del brazo y aumentando sus pasos entre las personas y el personal del aeropuerto en la acera. —¿Qué es lo que…? —Acabo de ver a Piero, apresúrate, esa maldita loca nos va a matar. —dice por lo bajo y el contrario, nervioso, asiente con suavidad, acelerando su paso juntos hasta por fin, entrar al aeropuerto.
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