Toco la puerta de la casa, rogando porque no me reclame por llegar treinta minutos tarde. Esta se abre, dejando a la vista a una señora o mejor dicho, una anciana de aproximadamente ochenta y tantos años. Sí, y no exagero.
-Buenas tardes, disculpe, ¿está Louis? -la anciana me observa confundida, tras sus enormes gafas.
-¿Qué? no le escucho. -ay, no puede ser, creo que está sorda.
Si dijo que no escucha es por algo, imbécil.
-¡Que si está Louis! -Subí un poco el tono de mi voz, con la esperanza de que esta vez escuchara.
-No, gracias señorita ya tenemos arroz. - ¿Arroz? Dame paciencia.
-No señora. -hice señas raras con mis manos negando. -¡Que si está Louis! ¡LOUIS!
-Ah, Louis. Está equivocada de casa, Louis vive al costado. -dice la anciana señalando la casa de la derecha. Y perdí minutos valiosos de mi vida, tratando de hablar con una anciana que está por quedarse completamente sorda.
-Oh, gracias. -dije apenada pero con una sonrisa.
Caminé hasta la casa de la derecha. Es que sólo a mí me pasan estas cosas, ¡qué distraída! toco la puerta de la casa correcta y casi de inmediato me abre un sonriente Louis.
-Hola, Isa. Pensé que no vendrías, adelante. -se hace a un lado y me adentro a su casa.
-Sí, lo que pasa es que, estuve en detención y se me hizo tarde, además me equivoqué de casa y hablé con una anciana que está un poco sorda. Gran odisea. -dije riendo, Louis cerró la puerta y volteó a verme sonriendo divertido.
-Oh, la señora Teresa, si está un poco sorda y si no tiene su aparato auditivo es inútil hablar con ella.
-Seguramente no lo traía, tuve que gritarle. Pero dejemos de hablar de tu vecina, mejor empecemos con el trabajo.
-Si claro, vamos a mi habitación, ahí es más cómodo.
-Vamos, pero escucha muy bien, Louis, tomé clase de defensa personal así que si me haces algo te irá, MUY MAL ¿De acuerdo? -él asintió mirándome asustado y yo le sonreí con inocencia. -Ok, vamos.
-Das miedo, Isabella. -Dijo Louis subiendo las escaleras de madera.
-Lo sé, gracias. -doblamos a la izquierda y entramos a la segunda puerta del pasillo.
-Esta es mi habitación. -dice encendiendo la luz. -Disculpa el desastre.
Quedé boquiabierta al ver su amplia habitación, la enorme cama fue lo que más llamó mi atención ¿Cómo sería dormir en esa comodidad? No querría levantarme jamás.
-¿Desastre? ¿Qué desastre? ¿En serio es tu habitación? está más ordenada que la mía. -Digo observando cada lugar, vaya que si es lindo.
-Sí, eh, bueno puedes tomar asiento en el sofá mientras busco algunas cosas para comenzar con el trabajo.
-Claro, te espero. -digo sentándome, ¡Cielos! el sofá es más cómodo que mi cama. Louis desaparece por la puerta y me deja sola en la habitación.
Decido levantarme y darle un vistazo al lugar, sí, soy bien curiosa, no miento cuando digo que es más limpio que mi habitación.
Miro algunos libros, posters y por último me detengo en las fotos. En una de ellas estaba Louis, aproximadamente de unos seis años con otro niño, al que de inmediato reconozco por sus ojos verdes y el hoyuelo en su mejilla. No sabía que se conocían desde pequeños.
-Volví. -giré rápidamente al escuchar la voz de Louis y por el susto, suelto la foto enmarcada que tenía en mis manos.
Y esa era yo, Isabella mala suerte Parker.
-Lo siento, me has asustado. Ay, pero que torpe soy. -Me agacho para tomar el portarretrato totalmente avergonzada, para mi suerte, no le pasó nada que lamentar. La coloco donde estaba y volteo como niña inocente después de hacer una travesura. -Lo siento, en verdad, soy muy curiosa, no volverá a pasar.
-Descuida, no fue nada. Bueno, busqué estos materiales, que nos pueden servir.
-De acuerdo, manos a la obra. -digo sonando mis nudillos.
.
-Cielos, al fin hemos terminado. -dice Louis levantándose de la silla y estirando su espalda.
Tardamos lo que yo calculo más de tres horas elaborando nuestro trabajo de biología y sinceramente, hacemos un buen equipo.
-Sí y quedó genial, solo falta el informe, no te preocupes por eso, lo haré yo. -miro la hora en mi reloj de mano y abro mis ojos con desmesura. -¡SANTOS CIELOS! Mi madre me va a regañar, ya van a dar las nueve de la noche.
Estuvimos tan concentrados, que no nos dimos cuenta que el tiempo pasó demasiado rápido.
Louis iba a decir algo pero el timbre de la casa lo interrumpe.
-¡Voy! -gritó, aunque dudo que le hayan escuchado.
Él baja las escaleras y sin pensarlo dos veces, sigo sus pasos para aprovechar e irme a mi casa, cuando abre la puerta, mi sorpresa es grande al ver quién estaba ahí.
Aaron.
Mi corazón se aceleró, cuando sus ojos se cruzaron con los míos.
Es curioso que justo cuando dejaré de "alterar el destino" lo encuentro varias veces en un solo día y hasta conversamos como si fuéramos amigos.
Sin duda alguna, ha sido el mejor día de mi vida.
Su mirada no se apartó de mí, ni un segundo y lo vi en cámara lenta, el momento en que se acercó, regalándome una sonrisa que dejaba a la vista su perfecto hoyuelo, tuvo que ser tallado por los mismos dioses.
Mi respiración se agitó cuando cortó los pocos centímetros que nos separaban y juntó sus labios con los míos.
-Isa. ¿Estás ahí? -Louis hizo chasquidos con sus dedos frente a mis ojos y sacudí mi cabeza, saliendo de mi alucinación.
¡Ay, madre mía! estaba fantaseando, con él frente a mí, sentí como el calor subía a mis mejillas, debo estar más roja que un tomate en este preciso momento.
-Oh, hola, Isabella ¿Cierto? -Se acuerda de mi nombre, no puede ser, esto debe ser un sueño. Que alguien me agarre que me voy a desmayar.
-Hola ¿Aaron? -hago mi mayor esfuerzo por disimular todas las sensaciones que él provocaba en mi cuerpo con sólo mirarme y creo que lo logro, él asiente sonriendo.
Mis piernas cada vez tiemblan más y temo que mi trasero se estrelle contra el suelo.
-¿No nos vas a presentar a tu amiga? Eh, Louis. -habló el chico que acompañaba a Aaron, ni me había dado cuenta de su presencia.
-Oh, sí claro, ella es Isabella, Isabella, él es Mike y él Aaron pero eso creo que ya lo sabes. -Louis nos presenta y yo les sonrío con amabilidad, mientras el tal Mike me guiña un ojo, patético.
Me gusta su amigo, no usted.
-Hola, un gusto. -Saludé para no verme como una maleducada. -Oye Louis, ya es tarde debo irme.
-Cierto casi lo olvido. ¿Y en qué te irás a esta hora? -iba a responder pero Aaron interrumpió.
-Yo te puedo llevar. -se ofrece el ruloso y mi corazón se aceleró por milésima vez en el día, al escuchar su voz. Estaba a punto de aceptar, pero luego recordé un pequeño detalle; si él me lleva, se dará cuenta que soy su vecina.
-No, gracias, yo tomaré un taxi. -mi interior grita y llora por rechazar la gran oferta del amor de mi vida. -Bueno, me voy, adiós chicos, que la pasen bien. -miré a Aaron por unos segundos, quería que su rostro se quedara grabado en mi memoria por siempre.
Y me fui de ahí.
Tomé una bocanada de aire, que ya me hacía falta, antes de tomar el primer taxi que veo en el camino.
Esto es como un sueño, es decir, Aaron Petterson sabe de mi existencia, se sabe mi nombre. Es lo mejor que me ha pasado en mis diecisiete años de vida. Pero que sepa que existo, no quiere decir que actúe como una tonta enamorada, debo actuar como si fuera cualquier otra persona común y corriente, aunque eso sea lo más difícil que haga en toda mi vida.
Actuar.
Suspiro pesadamente y miro el camino, hacia al frente, el taxista me está mirando por el retrovisor.
Ay, Dios, ayúdame.
Tiene cara de psicópata, soy muy joven para morir.
Debí aceptar la oferta de Aaron, ¡claro que sí!
Prefiero que sepa de una vez por todas que vivo al frente de él, a ser la próxima víctima de un asesino serial.
¿Por qué tengo que ser tan tonta?
-Llegamos señorita. -miro por la ventana y efectivamente, habíamos llegado a mi casa, estoy loca y debo dejar la paranoia.
Le p**o al señor taxista y camino hasta mi casa, para luego entrar en ella.
Suspiro nuevamente.
Mi estómago ruge, justo a tiempo.
Llego a la cocina y reviso por todo el lugar, con la esperanza de que mi mamá haya cocinado para mí. Y pues, seguramente no se acordó que tiene una hija, porque no me hizo nada.
Resignada me preparo un par de sándwiches con mermelada y subo las escaleras hasta mi habitación cuando termino de cenar, me tiro en la cama con mis brazos estirados. Hoy ha sido un día muy especial para mí.
Y sin más caigo en brazos de Morfeo.
.
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El sonido de mi alarma logra despertarme y aunque quisiera dormir unos minutos más, se me hace imposible.
Hoy me he levantado de mal humor y no sé porque.
Me miro en el espejo del baño y me arrepiento de haberlo hecho, soy un asco, tengo la ropa de ayer, mi cabello esta jodidamente desordenado y tengo baba seca en mi mejilla.
Me ducho rápidamente, quiero quitar mi aspecto de vagabunda. Seco un poco mi húmedo cabello con la toalla y lo dejo suelto para que termine de secar, me maquillo mis pestañas, me visto con unos blue jeans, y una camisa de cuadros negros y azules.
Por lo menos me veo presentable.
Miro la hora, diez minutos para las siete. Hoy decido no coincidir con Aaron, pues se me hizo tarde y no estoy de humor para nada.
Bajo a tomar el desayuno con mis padres.
Mi mamá está limpiando la cocina, mientras que mi papá está sentado en la mesa leyendo el diario y tomando su café.
-Buenos días. -saludo sin ánimos y sentándome al lado de mi papá.
-Buenos días. -responden al unísono. -Se te hizo tarde ¿Eh? -finaliza mi padre.
Lo miro con una ceja enarcada.
-¿De verdad? Porque no me di cuenta. -respondo lo más sarcástica que puedo.
-Señorita, respeta a tu papá. -se interpone mi mamá, solo bufo y comienzo a comer en silencio las tostadas. Termino mi comida con grandes mordidas, me lavo los dientes y salgo a la estación de bus, no sin antes despedirme de mis amargados padres.
Miro la hora en mi teléfono, las siete y diez.
Espero que pase el bus rápido, sé que Justin no pasará por mí por lo tarde que es, le doy una rápida mirada a la casa de mi vecino y mientras espero el bus respondo uno que otro mensaje de mis amigos.
Justo cuando guardo el teléfono en el bolsillo de mi pantalón, un auto se estaciona frente a mí. Por un momento pensé que me iban a secuestrar, pero mi sorpresa es grande al ver lo parecido que es al auto de Aaron, sacudo mi cabeza, ya estoy otra vez paranoica.
Sigo con mi vista hacia donde se supone que vendrá el autobús, pero la bocina del auto me obliga a mirar de nuevo hacia este.
El vidrio polarizado de la ventana del copiloto se baja y alguien se asoma por ella.
Mi boca se abre por la sorpresa y en cuestión de segundos mis piernas tiemblan como gelatina y mi corazón late tan rápido, como si hubiese corrido un maratón, parpadeo un par de veces, esto no es real, no, debe ser otra alucinación.
-Buen día, Bella. ¿Te llevo?
¡j***r! ¡Sí es real!
Sentí como el color abandonaba mi cuerpo, en este momento no sé cómo reaccionar, ni un solo musculo responde y de mi boca no sale el mas mínimo ruido.
Al fin, Aaron Petterson, está ofreciendo llevarme.