Caminé con perdición. Intenté que él no notara como mis piernas se convertían en gelatina al caminar hacia un pupitre vacío, quería estar lo más alejada de él. Lejos.
Dejé mi bolso en un costado y solo esperé a que el tiempo se pasara volando. Bajé la guardia cuando busqué mi teléfono en mi bolso.
—Torpe. —susurré para mí misma.
—Oh, sí que lo eres.
Su voz me sobresaltó. Suspiré antes de mirarlo.
— ¿Buscas algo?
No contesté, no lo iba a ser. Mordí mi lengua. Volví a bajar la mirada y ponerla al frente, mirando la pizarra que llevaba claramente las palabras en grande «DETENCIÓN»
— ¿Acaso es esto? —levantó su mano y pude ver algo color verde, rectangular, moverse en sus manos. Mis ojos brillaron. — Al parecer lo has extrañado.
Estiré la mano para tomarlo, pero él fue más rápido.
—No, no... —chasqueó la lengua varias veces, negando con la cabeza. — Sabes cuál es el trato, tú me besas y yo te devuelvo tu teléfono.
Mi boca se abrió sola de la sorpresa. Sonreí con ironía. Me incliné hacia él. Él bajó la mirada unos minutos a mis labios, luego volvió a mirarme con una sonrisa de lado.
— ¿Lo has pensado bien y has decidido besarme?
Su aliento chocó con mi rostro. Refrescante y tentador. Dios, tragué saliva con dificultad. Mi valor estaba siendo destrozado haciendo que cayera al suelo frío con lentitud.
—No... —mi voz salió como hielo que corta un viento. — ...lo que tú has dicho es que yo te iba besar, que tú no lo harías. Nunca has dicho que te tendría que besar para conseguir mi teléfono. Así que, dámelo.
Intenté tomarlo nuevamente, pero él fue rápido. Sí que era rápido el chico. Apreté mis dientes con furia. Escuché su ronca carcajada resonar en mis oídos.
—Es lo mismo. El beso, luego el teléfono.
—Prefiero quedarme sin teléfono antes de besarte. —él rió nuevamente, mi aliento chocó con su rostro. Se acercó y casi nuestros labios se rozaban si yo no me alejaba antes de eso. — Estúpido.
Él se dispuso a molestarme todo el tiempo que nos quedaba en detención. Mis oídos no escuchaban, mi boca no hablaba. Era muda y sorda para Tremblay.
Las horas como supuse pasaron lentamente, Henry no paraba de molestar. Me levanté de un salto cuando el profesor dijo que la detención había terminado. Tomé mi bolso con rapidez y me dispuse a salir de la clase, pero la voz del Sr. Robinson me detuvo a medio camino de la puerta. Giré sobre mis talones sin antes poner mis ojos en blanco. Henry pasó por mi lado y rozó mi brazo con el suyo, la corriente hizo que el vello de mi brazo se erizara completamente a su contacto, electrizante.
—¿Sí, Sr. Robinson? —mi sonrisa no era de las más agradable, pero intenté que lo fuera.
—Nahiana... —aclaró su garganta. — Sita. Thatcher, le quería dar las últimas notas de su calificación. —su voz había sonado con un poco de desapruebo. Esto no era nada bueno. — Ha suspendido varias materias. Recuerde que esto no es bueno, está muy cerca de terminar el año. Debe de elegir una buena universidad, si es que va a ir a una.
Mis oídos dejaron de escuchar, como siempre. Bla, Bla, Bla. Como siempre, odiaba que me digan lo que tenía que hacer o que debía de poner los pies sobre la tierra. Es mi vida, tengo muchos problemas para... para... ¿a quién engaño? Esto era una locura, mi madre me mataría.
—... Bien puede retirarse. —dijo con arrogancia, tomé mi libreta de calificaciones y lo metí en mi bolso. Salí de la clase, caminé por el vacío corredor hasta llegar a la salida. El olor a cigarro atacó a mis fosas nasales de golpe.
Tosí, tratando de sacarlo de mí. Abrí la puerta sin dejar de toser. Miré al frente y luego al costado. Henry se encontraba allí recostado en la pared, esperando. Me vio y sonrió, sus labios formaron una sonrisa, luego sus labios se estiraron un poco hacia adelante, su boca formo una perfecta O, soltando así ese humo que tanto molestaba a mis pulmones. Lo miré y él se acercó, soltó el cigarro a sus pies, lo pisó y volvió a sonreír.
Su fragancia mezclada con ese olor a cigarro era embriagadora. Las miradas se encontraron por segundos, que hacía esto... esto era lo que él hacía, mirarla con este tipo de miradas atrapadoras y luego... luego seducirlas, hacer con ellas lo que él quería. Es que era tentador e irresistible no mirarle. Me provocaba.
—Vamos, te llevo. —ordenó.
Mi cabeza subió y bajó lentamente. Asintiendo de una manera tonta. ¿Había dicho que sí? ¿Qué... qué mierda?
Él me condujo hasta su auto, el mismo de hoy a la mañana, abrió la puerta del copiloto. Dudé en subir, mi mente decía «Corre, corre lo más lejos que pueda». Henry notó mi espera nerviosa.
—Vamos, no muerdo. —lo miré y sonreía de lado, sus palabras retumbaron en mi cabeza. — Al menos que lo pidas.
Sentí mi corazón subir hasta mi boca, tragué saliva y lo mandé a su lugar nuevamente. Miré el asiento de copiloto y me subí con torpeza. Él cerró la puerta y rodeó el auto, me abroché el cinturón de seguridad y aguardé callada. Él al subir no me dirigió ninguna mirada, puso en marcha el coche y mis palabras salían en susurro cuando le indicaba donde quedaba mi casa. Él se estacionó y apagó el motor.
—G-gracias por traerme.
No lo miré, no quería caer en él. Presentí que sonreía satisfecho. Desabroché el cinturón y me dispuse para bajar, pero estaba esperando algo. Quería que él dijera algo, que él tuviera una excusa para que yo me quedara un rato más junto a él. ¿Por qué?
No lo sé.
—Espera.
Se bajó, rodeó nuevamente el coche y me abrió la puerta. Bajo como una torpe. Él hacia eso, él me provocaba eso, al igual que cuando lo veía directamente mi piel se erizaba. Como en este momento, sentí mi cuerpo erizarse cuando alcé la mirada y lo vi directamente a los ojos.
—Gracias.
Sonreí sin mostrar los dientes, unos segundos tranquilos con él fueron buenos. La puerta de mi casa se abrió. Henry había estirado su mano para que la tomara así bajaba con su ayuda del auto, no saqué mi mano ni él sacó la suya, su pulgar me acariciaba. Desconecté la mirada de Henry, miré por al lado de sus hombros ya que no pude mirar por sobre sus hombros, él era más alto que yo. Él giró la cabeza y miró hacia atrás. Mi madre salió, me sonreía desde el umbral de la puerta, dio unos pasos y sus pies estaban en el porche.
—Mi amor, ¿qué haces afuera? Entra, por favor. —entrecerró los ojos y miro a Henry. — La cena está lista, invita a tu amigo.
Caminé hacia ella, Henry aún tenía mi mano sujetada. Lo arrastré conmigo.
—Descuida, mamá, él ya se iba. —miré a Henry por segundos. Luego miré a mi madre, ella sonreía mirando a Henry con los brazos cruzados, un pequeño viento hizo que ella se sacudiera un poco, tenía frío.
El vestido que llevaba, color n***o con un escote en forma de V, dando así una buena vista de sus separados pechos. El vestido formando sus curvas aún más, los tacones combinando con el vestido, esta vestimenta la dejaba mucho más joven, hermosa. Lo era, siempre lo fue.
—Por mí sería un placer cenar con ustedes. —la voz de Henry sonó a pocos metros detrás de mí.
—Tú te callas. —ordené mirándolo, él se encogió de hombros y sonrió. — Y mamá, ¿no tenías una cita?
—Sí, en casa... la cena es aquí. Vamos pasen, la cena ya está lista, solo te esperábamos a ti cariño.
—Claro, solo... solo déjenme despedir a Henry.
Mi madre asintió y se adentró a casa.
—Me encanta cuando dices mi nombre. Me imagino diciéndolo en un orgasmo. —susurró en mi oído. Mordió mi lóbulo, cerré mis ojos dejándome llevar. — ¿Ves? Te gustó.
Pronto aterricé en la tierra con una caída dolorosa. Me di vuelta y solté su mano con brusquedad.
—No, no... —volvió a tomar mi mano. — ¿No ves que encajan a la perfección? — ¿De dónde había salido este Henry... dulce? Miró mi mano y la entrelazó, bajé la mirada y vi como encajaban a la perfección, no, no podía ser. Maldito manipulador. No, no, solté su mano. Me trasmitía un calor protector y extraño a la vez. — ¿Por qué no me das una oportunidad?
Suspiré.
No, no, no lo hagas.
—Vamos, pasa... o sino la cena se enfriará.
Estoy perdida.
Levanté la mirada y él sonrió mostrando esos hoyuelos que me mataban lentamente. Abrí la puerta y entramos, las miradas se posaron en nosotros dos. Saqué mi mano con delicadeza de la suya y me acerqué a la mesa, Henry entró y se acomodó sin problema. Hizo como si fuera su casa, me acomodé sentándome junto a mi hermano.
—No, no, cariño ve del otro lado. —dijo mi madre. La miré y me señaló con la mirada junto a la silla de Henry. Suspiré y asentí con una sonrisa no tan feliz. Rodeé la mesa y me senté junto a Henry. Jack inició una conversación con mi madre luego de que ella sirviera la comida. Me sobresalté y mi cuerpo vibró al sentir la mano de Henry en mi muslo. Lo miré y él tenía la mirada en mi madre y Jack, había fluido una conversación, más bien un cuestionario hacia Henry. Mi madre cuando se proponía algo, lo hacía.
No escuchaba, pero al escuchar mi nombre levanté la mirada de mi plato.
—Sí... —fue como un suspiro. — Nahiana es algo difícil.
Miré a mi costado y la mirada de Henry me penetraba lentamente y con placer. Ahogué un suspiro... ¿O un gemido?
(...)
—La cena estuvo estupenda, Sra. Thatcher. —lo empujé para que saliera por la puerta, pero fui tonta. Él era más fuerte y pesado. Enterró los talones en el suelo. — Gracias por la invitación.
Resoplé al empujarlo nuevamente con fuerza y sacarlo al porche. Él rió, cerré la puerta y sonreí, sonrisa de despedida.
—Mucho gusto en invitarte a mi casa, me alegro de que te haya gustado la cena. Te veo en la escuela. Adiós, Tremblay.
Él gruñó y sentí un hormigueo en mi columna vertebral.
—No me digas así. — se acercó. — Me gusta cuando dices mi nombre.
Resoplé con fastidio.
— ¿No me darás mi teléfono? —cambié de tema. Él elevó sus perfectas cejas. Suspiré de cansancio. — Lo sé, el beso.
Me senté en la silla que colgaba, levanté mis piernas y luego sentí el peso de él junto a mí. Tomó una manta que había a un lado y me pasó por arriba de mis piernas. El silencio era cómodo.
— ¿Por qué eres así? —lo miré y su rostro mostraba confusión. — Tierno, impulsivo... arrogante, manipulador, egocéntrico...
—Porque te gusta... —puse los ojos en blanco y solté una risa. Él me acompañó con esa risa contagiosa. — Nahiana. —levantó mi mentón. — Me gustas.
Eso había sonado convincente. Tal vez lo era. Las piernas se me adormecieron. Intenté levantarme, haciendo que la manta cayera al suelo, la tomé con torpeza. Henry se levantó y sacó algo de su bolsillo.
—Toma.
Extendió mi teléfono y sonreí con alegría, acercaba mi mano con miedo, al ver que él no alejaba la mano. Sonreí, tomé mi teléfono, pero su otra mano tomó mi muñeca y me acercó a él. Su boca cubrió la mía, duré unos segundos en shock, pero luego comencé a mover mis labios a un ritmo que me causaban agotador, pero relajante, confuso. Sentí como él hacía lo mismo, tomó mi cintura y la rodeó con sus fuertes brazos, sentí su calor corporal invadirme completamente. Mordió mi labio inferior lento y luego lo soltó, pasó su lengua por mi labio inferior, pidiendo permiso, acepté y éste se adentró a mi boca, jugando con mi lengua, se encontraron varias veces. El aire me faltaba al igual que él.
Mordí mi labio inferior al separarme.
—No era tan difícil, tú me besaste. —sonrió de lado, intenté hablar, pero él era rápido. Besó cortamente mis labios y se alejó. — Te veo luego, nena.