Lo que me pareció una eternidad, paso en unos minutos. Mi cintura fue cubierta por algo caliente, que provenía de su cuerpo. Su brazo rodeo mi cintura, dándome calor, atrayéndome a él. No fue ni una molestia para él darme la vuelta para que mi rostro quedara frente al suyo. Su respiración controlada chocaba con la mía, lenta y trabajada. Sus pestañas aleteaban al igual que las alas de una mariposa cada vez que pestañeaba, dios, él era jodidamente sexy. —Por favor, no lo hagas. —murmuro lento. —¿Hacer qué? —pregunte sin poder quitar la mirada de sus labios. —Caer en mí. Mis ojos se elevaron hacia los suyos, para tener esa conexión tan deseada. —¿Por qué? —susurre apenas. —No quiero lastimarte. Mi mano viajo a su rostro, para acariciar su suave mejilla. Haciendo pequeñas caricias. —N