CAPÍTULO VIII—Debo felicitarla, señorita Lambourn, por su matrimonio ya muy próximo— dijo la Condesa de Wiltshire, en tono formal, cuando las damas se reunieron en el Gran Salón al cabo de la cena.
Camelia inclinó la cabeza y murmuró su agradecimiento. Se sentía abrumada por la exótica belleza de la mujer que le hablaba.
Anastasia llevaba puesto un vestido de raso rojo, prácticamente ceñido a su figura, que hacía que todas las demás mujeres presentes se vieran insignificantes y mal vestidas. Los rubíes brillaban en su cabello así como en su largo y blanco cuello. Camelia comprendía por qué los caballeros se apiñaban en torno a ella, encandilados por su hermosura que desvanecía cualquier competencia.
Había muchos invitados, que asistirían a Meldenstein para la boda a celebrarse dos días
