CAPÍTULO VIAmelia subió a la cubierta consciente de que aunque su vestido nuevo y sombrero de copa alta, adornado con plumas de avestruz, eran muy favorecedores, su rostro estaba pálido y tenía líneas bajo los ojos. La noche anterior había llorado hasta quedar dormida, invadida de nostalgia y de una extraña desolación. Pero se negaba a reconocer, hasta para sí misma, que se debía a la discusión mantenida con Hugo Cheverly. Había despertado sintiendo los ojos hinchados y el sentido común le decía que estaba exagerando demasiado las cosas. ¿Qué importaba lo que pensara un oscuro soldado inglés? Él había sido enviado a escoltarla y llevarla a salvo hasta su prometido, y la actitud que había adoptado con ella había sido reprensible desde el momento en que se vieran por vez primera. Trató de