CAPÍTULO XILlegaron al río que marcaba la frontera con Westerbalden casi en dos horas. Cuando frenaron sus sudorosos caballos, Camelia dijo: —El puente está a nuestra izquierda. Puedo ver sus orillas. —Creo que sería un error usar el puente— observó Hugo Cheverly—, debemos tratar de vadear el río más abajo. —Pero, ¿crees que hayan descubierto nuestra huida?— exclamó Camelia. —No podemos saberlo— contestó él—, cuando un lacayo se acercó a mí para decir que Harpen quería hablar conmigo con urgencia, vi una expresión de curiosidad en el rostro del Margrave, con quien estaba conversando en esos momentos. Al ver, que no vuelvo con él, temo que haya averiguado qué estaba pasando. Después de lo que sucedió en el Palacio, sospechará que estoy contigo. —¿Y crees que habrán salido a buscarnos e