Capítulo Dos: ¡No me mates!

919 Words
Ella lo miró con ojos enormes de miedo, sintió su agarre, él apretó su barbilla, mirándola fijamente, sus ojos verdes parecían envenenados. —¿Qué hiciste, maldita estúpida? ¡Cómo quieres arruinar mi reputación! ¿Sabes quién soy yo? Soy un gran CEO de Masiss Star, ¿Y tú? ¿Quién eres? ¡solo una tonta huérfana, patética! No sirves para nada. El hombre golpeó su rostro, ella cubrió su cara, pero sintió una fuerte patada en su estómago, la golpeaba con furia, como un animal salvaje, mientras ella sollozaba, suplicaba que no le pegara más. La haló de sus cabellos, y la miró de nuevo. —¿Sabes por qué nunca te toque? Él la levantó, aun sujetando sus cabellos con violencia, la llevó casi arrastras, fueron hasta el espejo del pasillo, la puso frente al espejo. —¡Mírate! ¿Crees que eres bonita? Ese rostro pálido, ese gesto de inocente y puritana, ¡Me das asco! Siempre preferí a Vera, una mujer hermosa y voluptuosa, ¡Tú eres nadie para mí! La soltó y Athina cayó de rodillas en el suelo, las lágrimas corrieron por su rostro. —¿Por qué me has tenido aquí entonces…? —Y mis hijos, ¿Qué? Todo es por ellos, eres su criada, disfrazada de madrastra, eso es para lo único que sirves. Ella se levantó, quiso golpearlo, pero recibió otra bofetada, que le causó un mareo, estaba cansada de pelear, era inútil, no tenían ahora la misma fuerza, sollozó. —¡Eres una inútil! El hombre desapareció de su vista, Athina miró a la puerta, debía irse de ahí, pero lo vio volver, él se acercó a ella, volvió a levantarla con fuerzas, puso ante ella unos papeles. —¡Fírmalos, mujer! —¿Qué es? —Nuestro divorcio, y aquí dice que renuncias a todo lo mío. Ella le miró con ojos llorosos. —¡No voy a firmar, hasta que no vea a un abogado! El hombre la estrujó con fuerzas. —¡Firmarás, malnacida o juro que te mataré! Ella no sabía quien era ese hombre, ahora el que fue su esposo era solo un extraño en su mirada. Le puso el bolígrafo en las manos y la mujer negó, luego lanzó ese objeto al suelo. Lo hizo enfurecer más, el hombre tomó su cabeza y la empujó contra la mesa de madera, ella lanzó un quejido amargo. Las lágrimas bañaban su rostro, le faltaba la respiración. La soltó y se alejó. Athina creyó que era el momento de su salvación, quiso correr a la salida, pero escuchó sus pasos, el sonido de una pistola cortando cartucho la paralizó, miró atrás, era Brian, ella retrocedió, su cuerpo tembló como si muriera de frío, lágrimas bañaron su rostro. —¿Me matarás? —Lo haré, sin dudar, te mataré, luego diré a todos que intentaste matarme, que te volviste loca, me creerán a mí; soy un hombre, soy confiable, todos vieron que tú estabas fuera de sí, ¿Quién peleará por ti, Athina? Nadie, no tienes a nadie, ¡Estás sola en el maldito mundo! Ella rompió en llanto. —¡No me mates, por favor! —chilló, ahora lo que quería era sobrevivir —Firma el divorcio. Athina asintió despacio, se acercó a la mesa, tomó el bolígrafo del suelo, y firmó sin siquiera leer, firmó en cada hoja que él le pidió. Él tomó el documento, la apuntó con el arma, se quedó congelada, luego caminó hacia ella. Athina tuvo un mal presentimiento, que ese hombre era malvado, que de todas maneras la iba a matar. Su respiración era rápida, intensa, al borde del desmayo, Athina tomó el florero de la mesa, cuando él se acercó más, de pronto lo lanzó contra él, tan rápido como pudo. Ante el agua vertida en su rostro, y los vidrios haciéndose añicos, el hombre retrocedió. Athina salió corriendo, tan rápido como podía, huía de él, por su vida. No pensaba en nada, no tenía con quien ir, ¿A quién le pediría ayuda? Nunca hizo buenos amigos, su vida giraba alrededor de ese hombre y sus hijos, pero, el poder de Brian la asustaba, él podía volverla una loca antes los demás. Corrió a la carretera, desesperada, solo quería salvar la vida, se escondió tras los arbustos, sollozaba, temblando de miedo, sintió frío, comenzaba a llegar el ocaso. Escuchó unos pasos, y creyó que Brian se acercaba, cruzó la carretera corriendo deprisa, pero, sin fijarse, un auto de lujo intentó frenar tan rápido como pudo, fue inútil, ella sintió el duro golpe en su cuerpo, cayó al suelo, y cerró los ojos sintiendo un profundo dolor. El hombre bajó asustado, vio a la mujer a unos metros de distancia, se quedó perplejo, su corazón latió a toda prisa, se acercó, poniéndose de cuclillas a su lado, no la movió, solo su cabello, miró su rostro, estaba golpeado, su piel era tan pálida, era solo una joven mujer. «¿La he matado?», pensó, tocó su pulso y sintió el latido. Tomó su teléfono y llamó. —Habla Phoenix Masiss, traigan de inmediato una ambulancia en la intersección de la carretera a King House —sentenció con voz severa. Athina abrió los ojos, miró a un hombre frente a ella, era alto, delgado, con un aura misteriosa, pero no lo reconoció. Estaba débil, rendida. —Tranquila, ya viene la ayuda. —No me mates… no me mates… —imploró con la voz susurrante, luego se desvaneció en el suelo.
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