—¡¿Qué has dicho?! —exclamó con ojos enormes, temblando de miedo.
Él sonrió, había algo de malicia en su rostro.
—Ya te lo dije, querida esposa, desnúdate, tenemos una deuda, ¿Acaso no cumplirás?
Ella tembló, bajó la mirada, y asintió.
Athina quería ir al baño, para quitarse la ropa, pero él la detuvo.
—No, aquí, desnúdate frente a mí, quiero verte —su voz sonaba tan ronca y sensual que ella sintió que su corazón latía tan rápido que podía explotar.
Hundió la mirada, solo una pequeña luz iluminaba aquel lugar.
Ella desabotonó su vestido, su rostro estaba cubierto de un rubor, era como un pequeño animalito asustado, a punto de ser atacado por una bestia hambrienta.
Era la primera vez que su piel era tan expuesta a la mirada de un hombre, pero él ahora no era cualquier hombre.
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